Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
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El sector cultural del país también está siendo afectado por las divergencias políticas, luego de que la formidable pianista Gabriela Montero publicó una carta en la que cuestionó la actitud del astro de la música clásica Gustavo Dudamel, por su indiferencia manifiesta, dirigiendo un concierto dedicado al presidente Maduro, el 12 de febrero, mientras en el país el Gobierno iniciaba ataques fulminantes contra la juventud venezolana.
Dudamel es aclamado en las salas de conciertos más exclusivas del mundo, porque es un prospecto para convertirse en uno de los monstruos sagrados de la música académica de este siglo. Pero su silencio ante el actual Gobierno está erosionando su popularidad en el país y es posible que lo afecte en el exterior. Hace poco, en un concierto de la Filarmónica de los Angeles, de la cual es director, lo recibieron con agresivas pancartas acusándolo de chavista. Gabriela Montero, residenciada en Estados Unidos, repudió la actitud de Dudamel y sentenció que “Venezuela está en llamas y seguirá quemándose hasta que los cubanos, el Gobierno y sus beneficiarios renuncien al poder".
"Nuestra música constituye el lenguaje universal de paz, por ello lamentamos los hechos acontecidos el día de ayer. Con nuestra música y nuestros instrumentos en mano, le decimos un no rotundo a la violencia y un sí contundente a la paz”, respondió Dudamel en un breve comunicado.
Sería una imbecilidad tratar de desconocer el virtuosismo y carisma de Dudamel en la dirección orquestal, que le ha permitido ser aclamado por los públicos, los especialistas y críticos más exigentes del universo. No hay dudas de que el joven director se ha dejado conducir por José Antonio Abreu, quien no solo es un excelente músico, sino un hábil político que, a través del elogio, ha logrado, el mecenazgo de presidentes de la República desde 1975.
El Leal Al Gobierno
Abreu ha logrado perfeccionar un sistema de enseñanza de la música único en el mundo que ha incluido a jóvenes de los diversos estratos de nuestra sociedad. Pero eso no ha sido gratuito. El Sistema tiene un bozal de arepa de cada uno de los gobiernos. Según medios periodísticos, el presupuesto anual del Sistema Nacional de Orquestas es de $120 millones.
El Gobierno da todo y hay que ser leal, por lo que en los conciertos sus integrantes han sido obligados a utilizar chaquetas con los colores de la bandera venezolana, que tanto utilizó el difunto Chávez, lo cual se ha interpretado como un marketing para el régimen venezolano. Algo impensable en orquestas serias. Abreu se ha promocionado y ha logrado importantes distinciones mundiales y hasta ha sido propuesto para el Premio Nobel, que nadie le puede desconocer por su trabajo para convertir a Venezuela en una potencia mundial de la música reconocida por eminentes directores.
Lo que no es cierto es que el Sistema Nacional de Orquestas es para todo el país, porque los mayores beneficios son para la sede de Caracas, mientras los núcleos del interior subsisten con penurias. Y lo peor, las agrupaciones musicales que no están bajo la tutela del Sistema, como la Orquesta Sinfónica de Carabobo, son menospreciadas como de baja categoría, sin derecho a disfrutar de los recursos nacionales.
El prestigio de Abreu es tan atractivo, que cuando visita a gobernadores o alcaldes no se le niegan los recursos que pide para proyectos, que después no se cumplen. Cuando Edgardo Parra era alcalde hubo dos actos. Uno para un convenio de formación y otro para la entrega de un terreno en el Parque Recreacional Sur, destinado a la construcción de la sede regional del Sistema. La luna de miel con el alcalde se acabó cuando vino la Orquesta Simón Bolívar para ofrecer un concierto en la Plaza Monumental, que le costó a la municipalidad de Valencia dos mil millones de bolívares. Dudamel cobra por dirigir 25 mil dólares y los ingenieros de sonido se los trae de Alemania, Brasil y Estados Unidos. Después de ese escandaloso cobro, la alcaldía dijo que no había más real y los proyectos quedaron sin efecto.
Es evidente que Abreu y Dudamel realizan un trabajo extraordinario, pero teniendo al Gobierno como principal patrocinante no están obligados a criticarlo. De lo contrario tendríamos que exigirle a la célebre modista Carolina Herrera o a las estrellas del beisbol de las Grandes Ligas que promuevan protestas en contra de Maduro. Ellos dirán que ése no es su oficio, ni su responsabilidad, como lo hacen otras celebridades mundiales.
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