A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

martes, 27 de diciembre de 2016

En una proeza de alquimia y empatía sin igual, el joven escritor venezolano Diego Arroyo Gil ha logrado lo que bordea la magia: internarse en ese rico laberinto de historia, vivencias y experiencias existenciales de una de las más destacadas mujeres de nuestro siglo XX venezolano, Sofía Imber. El resultado es un libro de confesiones redactado en primera persona, sin que a quienes conocemos y amamos a esa extraordinaria mujer podamos distinguir donde comienza la personalísima voz de Sofía y dónde termina la brillante pluma de nuestro joven escritor. Sencillamente deslumbrante.


SOFIA IMBER

SRA. IMBER
GENIO Y FIGURA
Un conmovedor testimonio de la otra Venezuela, la grande, la inolvidable, la gran ausente.
Por ahora.
Antonio Sánchez García @sangarccs
A Adriana Meneses y Beatrice Rangel
En una proeza de alquimia y empatía sin igual, el joven escritor venezolano Diego Arroyo Gil, ya consagrado por su extraordinaria biografía de Simón Alberto Consalvi, uno de nuestros más prolíficos, cultos y lúcidos polígrafos, políticos y diplomáticos, ha logrado lo que bordea la magia: internarse en ese rico laberinto de historia, vivencias y experiencias existenciales de una de las más destacadas mujeres de nuestro siglo XX venezolano, Sofía Imber. El resultado es un libro de confesiones redactado en primera persona, sin que a quienes conocemos y amamos a esa extraordinaria mujer podamos distinguir donde comienza la personalísima voz de Sofía y dónde termina la brillante pluma de nuestro joven escritor. Sencillamente deslumbrante.
Sofía pertenece a esa pléyade de grandes figuras llegadas de lejos a construir la que llegaría a ser la pujante, moderna y fulgurante Venezuela del Siglo XX. Su vida no es sólo parte esencial del mapa de nuestra vida cultural y periodística, sino un reflejo de las grandes corrientes culturales, intelectuales, artísticas y pictóricas del siglo. Sólo la polvorienta y cuartelera mezquindad de la Venezuela de la barbarie impide que su nombre corone la más grande de sus obras: el Museo de Arte Contemporáneo, que desde su primera hasta su última piedra es obra única de su ingenio, su laboriosidad y su incomparable talento. Poseída de una voluntad, un buen gusto y un empeño invencibles, comenzó en un pequeño espacio sobrante de algunos metros cuadrados del Parque Central hasta ocupar hectáreas de esa maravilla arquitectónica y ese prodigio museístico que es nuestro principal espacio cultural. Ha de ser la más impactante obra de nuestra democracia, sin que le deba ni un suspiro ni al Estado ni al petróleo. Fue acompañada en esa aventura por ese extraordinario pensador que fuera Carlos Rangel, el más visionario y osado de nuestros intelectuales, y por una fiel cohorte de colaboradores. Pero en esencia, el museo de arte contemporáneo de Caracas, más allá de los atrabiliarios abusos del golpismo militarista, fue, es y será “el museo de Sofía”.
Los hijos del siglo podemos dar fe del insólito universo de grandes personalidades que se cruzaron en su prodigiosa existencia: desde ese maravilloso actor que fuera Gerard Philipe, al que aprendiéramos a admirar, adolescentes,  en Fanfan La Tulipe, hasta los minotauros de nuestra creación artística: Picasso, Neruda y tantos otros semi dioses de nuestra cultura. Se codeó con la flor y nata de la intelligentsia y la creación europeos de la posguerra desde Paris, la capital espiritual de la época, vivió el arte en sus entrañas y acumuló ese tesoro de conocimiento y sabiduría para  compartirlo con la Venezuela que despertaba de la catalepsia dictatorial y se hacía al ancho mundo de la contemporaneidad. Sus dos grandes amores dan fe de su grandeza: Guillermo Meneses y Carlos Rangel. En sus confesiones da cuenta de sus intimidades. Con ese desprejuicio, ese coraje y esa vida “a bout de souffle”, hasta el último aliento, como dicen los franceses. Sin parar mientes en prejuicios aldeanos ni temor a forzar la barra, actuando según los rigores y las apetencias de su conciencia, sin dar jamás su brazo a torcer: intransigente y auténtica, vertical, frontal, única, verdadera.
He comprobado la admiración de que disfruta en los círculos del pensamiento, el arte, la cultura y la política de América Latina. En la presentación del libro que comentamos, efectuado en un homenaje a su figura gracias al generoso mecenazgo del Diario de las Américas y del Miami Dade College, me han conmovido las palabras de Boris Izaguirre, de Carlos Alberto Montaner, del mismo Diego Arroyo Gil. Y conociendo de la profunda amistad que se profesan y ya ronda en una entrañable familiaridad de medio siglo, he disfrutado doblemente del puñado de canciones que Soledad, acompañada de nuestro querido Yasmil Marrufo,  fuera a cantarle en ese homenaje tan merecido. Eran los temas de amor y de lucha que solía cantarles en sus Buenos Días a Sofía, a Carlos y a sus invitados: Palabras de amor, Goettingen, el Polo margariteño. Y Gracias a la vida, que cantara por primera vez en el último aniversario de Buenos Días, cuando junto a Arturo Uslar Pietri cumplieran con el que ya se había convertido en un rito necesario: acompañar a Sofía y Carlos en los aniversarios de su afamado programa. Esa vez Carlos fue el gran ausente. Ya no estaba entre nosotros. Buenos Días llegaba a su fin. Despedido con lágrimas.
Un conmovedor testimonio de la otra Venezuela, la grande, la gran ausente. Por ahora.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Héctor González, escritor venezolano ganador de la Novela Digital en México El Premio Internacional Ink de Novela Digital 2016 se entregó en la XXX Feria Internacional del Libro de Guadalajara

JURADO COMENTANDO EL VEREDICTO
Las letras venezolanas estuvieron presentes en una de las reuniones literarias más importantes de Latinoamérica. Editoriales privadas y públicas presentaron sus novedades ante un público extranjero siempre curioso por las propuestas de otros países.
El Premio Internacional Ink de Novela Digital 2016 aprovechó los espacios de la feria para anunciar al ganador de este año, quien resultó ser Héctor Luis González por su obra Morir con mi nombre en las pupilas. El joven caraqueño de 27 años ha sido merecedor de numerosos premios, entre ellos, del Concurso Nacional de Cuento Arturo Croce (2014), Concurso Internacional de Escritura Creativa (2015), Concurso Internacional Distancia Breve (2016) y el premio Nacional de Literatura Stefania Mosca (2016).

Morir con mi nombre en las pupilas es un relato de las andanzas de un homosexual frente al pelotón de fusilamiento. En su discurso, da cuenta del último mes de vida de un país de podredumbre en Latinoamérica que se desangra desde cada esquina.
 
El personaje comienza un monólogo que retrata la desesperanza de una generación perdida entre las drogas y el sexo e inscrita en un régimen totalitario y homófobico. La obra sobresalió por su calidad y fluidez literaria para entramar un mundo caótico y alucinante y que describe a una Venezuela delirante.

Este certamen está enfocado al fomento de la lectura desde nuevos soportes. En esta edición concursaron 258 novelas. Los países con mayor número de escritores participantes fueron México con 97, Argentina con 39, España con 35 y Venezuela con 24; además, se recibieron textos de Israel, Suecia y Austria.

El jurado estuvo conformado por la escritora mexicana Ana Clavel, el narrador argentino Raúl Brasca, el novelista colombiano Daniel Ferreira y Geney Beltrán Félix, representante de la editorial Ink.
 
Con información de Boletines UAM. 
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El artista es el creador de cosas bellas...Aziz Efrain Muci-Mendoza lo fue...


El artista es el creador de cosas bellas.
Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte.
El crítico es el que puede traducir de un modo distinto o con un nuevo material su impresión ante las cosas bellas.
La más elevada, así como la más baja de las formas de crítica, es un modo de autobiografía.
Los que encuentran significados feos en cosas bellas están corruptos sin ser encantadores. Esto es una falta.
Los que encuentran significados bellos en cosas bellas son cultos. A éstos les queda la esperanza.
Existen los elegidos para quienes las cosas bellas sólo significan Belleza,
Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Esto es todo.
La aversión del siglo XIX por el Realismo es la rabia de Caliban viendo su propio rostro en un espejo.
La aversión del siglo XIX por el Romanticismo es la rabia de Caliban no viendo su propia cara en un espejo.
La vida moral del hombre forma parte de los temas para el artista; pero la moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Incluso las cosas ciertas pueden ser probadas.
Ningún artista tiene simpatías éticas. Una simpatía ética en un artista constituye un amaneramiento imperdonable de estilo.
Ningún artista es morboso jamás. El artista puede expresarlo todo.
Pensamiento y lenguaje son para el artista instrumentos de un arte.
Vicio y virtud son, para el artista, materiales de un arte. Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el músico. Desde el punto de vista de sentimiento, el oficio del actor.
Todo arte es, a la vez, superficie y símbolo.
Los que buscan bajo la superficie, lo hacen a su propio riesgo.
Los que intentan descifrar el símbolo, lo hacen también a su propio riesgo.
Es al espectador, y no a la vida, a quien refleja verdaderamente el arte.
La diversidad de opiniones sobre una obra de arte indica que la obra es nueva, compleja y vital.
Cuando los críticos difieren, el artista está de acuerdo consigo mismo.
Podemos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa útil en tanto que no la admire. La única disculpa de haber hecho una cosa inútil es admirarla intensamente.
Todo arte es completamente inútil.