A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

domingo, 27 de abril de 2014

Gabriel García Márquez: apuntes al margen para una despedida por Rafael Arráiz Lucca

Gabriel García Márquez: apuntes al margen para una despedida

Gabriel García Márquez | Héctor Guerrero
Gabriel García Márquez | Héctor Guerrero
“Fue un artista, un narrador, un creador, un constructor de universos, de personajes, un demiurgo que le dio vida a un mundo hasta entonces no verbalizado: Macondo”

He escrito cuatro breves reseñas sobre cuatro libros del aracatense. Una sobre sus Cuentos completos, otra sobre una joya universal del reportaje: Noticia de un secuestro (1996),otra sobre su único tomo de memorias: Vivir para contarla (2002) y la nota que titulé: “Una estupenda noveleta con un título desafortunado”, refiriéndome a Memoria de mis putas tristes (2004). Ahora lo despido con emoción y gratitud, ingente gratitud. No puede ser de otra manera: comencé a leer sus libros a finales de los años sesenta, siendo un adolescente, por sugerencia de mi madre, que los leía en vilo, como tomada por una emergencia feliz.
En el texto sobre sus Cuentos completos dije (y sigo creyéndolo así) que el primer libro donde se manifiesta su genio narrativo es Los funerales de la Mamá Grande (1962), muy superior a su primer conjunto de relatos Ojos de perro azul (1947). Naturalmente, entre uno y otro han pasado quince años de ejercicio periodístico diario, ha escrito centenares de crónicas y tres novelas: La hojarasca (1955) yEl coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962). Ha hecho el tránsito típico de un muchacho de provincias colombiano: de su pueblo a la pluvialísima Bogotá. Ha abandonado los estudios de Derecho y se ha consagrado al periodismo. Mientras sueña con ser guionista de cine, su mayor ilusión, escribe crítica cinematográfica enEl Espectador. Publica en once entregas “Relato de un Náufrago” (1955), y luego se va a Europa como corresponsal del periódico bogotano, preservándose de una persecución política ad portas. Viaja por diversos países hasta que recala en París, “sin un maíz que asar”, y allí pasa 1956 y 1957, cuando se va a Londres a intentar aprender inglés, cosa que no logra. Entonces recibe la invitación de su entrañable Plinio Apuleyo Mendoza.
Un paréntesis caraqueño
Llegó a Caracas el 23 de diciembre de 1957 en un avión procedente de Londres, y en Maiquetía lo esperaban los hermanos Mendoza, Soledad y Plinio Apuleyo. Tenía 29 años, fumaba sin cesar, parecía un comerciante libanés, era dramáticamente flaco y no se había casado con Mercedes Barcha. Para entonces, había convencido Plinio a Carlos Ramírez Mac Gregor, editor de la revista Momento, de que el Gabo era el reportero que él necesitaba.
Se instaló el aracatense en el edificio Roraima, en San Bernardino, y no más pasó la navidad y el año nuevo, cuando Pérez Jiménez comenzó a tambalearse. Los 23 días que concluyen el 23 de enero, con el vuelo de “La vaca sagrada” desde La Carlota, García Márquez los pasó fumando y escribiendo reportajes. Mientras cumplía con sus obligaciones de reportero, redactaba los relatos que formarían Los funerales de la Mamá Grande (1962) en calzoncillos, para combatir el calor caraqueño, y no sabemos si entonces su proverbial superstición lo llevaba a acompañarse de flores amarillas, mientras fatigaba el teclado. Aquí escribió uno de sus mejores relatos: “La siesta del martes”, también “En este pueblo no hay ladrones”, “La prodigiosa tarde de Baltasar”, “La viuda de Montiel” y “Rosas artificiales”. El primero participó en el Concurso de Cuentos de El Nacional en 1958, pero el jurado integrado por Miguel Otero Silva, Juan Liscano y Juan Oropesa no lo advirtió, cuando tanto bien le habría hecho a las arcas famélicas de su autor.
La idea de escribir una novela sobre el dictador le sobrevino aquí, cuando después de la caída de Pérez Jiménez pasó meses leyendo todo lo que encontró sobre el engendro arquetipal del tirano. La vida marital la inició en Caracas, en el mismo reguero de papeles del apartamento de San Bernardino, al regresar después de cuatro días en Barranquilla, adonde fue a casarse con Mercedes. Luego trabajó con Miguel Ángel Capriles, en Venezuela Gráfica, y estando allí voló con Plinio a La Habana, en enero de 1959, para escribir un reportaje sobre lo que ocurría en aquella isla desconcertante, cuando Fidel Castro no era lo que terminó siendo.
Al mes siguiente a Plinio le ofrecen un trabajo en Bogotá, y puso una condición que le aceptaron: sólo iría si también al Gabo lo enganchaban en el proyecto. Así fue. En febrero de 1959 levantó vuelo el avión en el que iban los García Barcha rumbo a la capital de Colombia. Habían pasado catorce meses decisivos para Venezuela y para el narrador: del 27 de diciembre de 1957 a febrero de 1959. Luego la trashumancia de los García Barcha se manifiesta en estadías en La Habana (seis meses), Nueva York (otros seis meses), México (1961-1967), Barcelona (1967-1975) y a partir de 1975 se instalan en el barrio San Ángel Inn de ciudad de México, donde vivió 39 años el escritor, con temporadas en su casa de Cartagena, La Habana y Bogotá. Como vemos, a pesar de ser un costeño colombiano hasta los tuétanos, la mayor parte de su vida la pasó fuera de la geografía de su infancia y juventud. Pero esto ya se sabe: somos lo que los primeros años de nuestras vidas hacen de nuestra psique.
Escribir fuera de Colombia
Meses atrás, en mis años bogotanos, le pregunté a Plinio Apuleyo Mendoza: ¿por qué su amigo se fue de Colombia y no regresó a vivir aquí jamás? Porque si se queda aquí no escribe un carajo, respondió Plinio. Es cierto. Son tantos los requerimientos que tiene un escritor de su impronta en su país de origen, que la soledad y el silencio indispensables para la escritura se hacen aguas entre las manos. En cambio en México, donde el nacionalismo es más fuerte que una obsesión, cualquier extranjero jamás deja de serlo. En otras palabras: queda liberado, asido a su voluntad y su suerte; y estas dos últimas, sin la menor duda, fueron compañeras inseparables de García Márquez.
De acuerdo con las exhaustivas pesquisas de Dasso Saldívar, unos de sus biógrafos, Cien años de soledad comenzó a escribirla en México, en julio de 1965, a los 38 años, y la concluyó catorce meses después. Su día se dividía entonces en dos tandas de trabajo de escritura: de 8 y 30 de la mañana a 2 y 30 de la tarde; almorzaba con su mujer y sus hijos (Rodrigo y Gonzalo) que regresaban del colegio; dormía una breve siesta, salía a caminar por el barrio y regresaba a escribir de 5 a 8 y 30, hora en que se reunía con las parejas de amigos vecinos de la zona. Siempre entre ellos Álvaro Mutis y Carmen Miracle, Jomí García Ascot y María Luisa Elío, estos últimos catalanes a quienes está dedicada la novela. Cuando terminó la obra a mediados de 1966 debía seis meses de alquiler, había empeñado el carro y Mercedes sus joyas familiares, y ya los Mutis y los García se preguntaban hasta cuándo habría que “arrimarle la canoa” a los García Márquez. Después de aquel trance de escritura y pobreza ya la vida no hizo sino sonreírle al nieto de Tranquilina Iguarán Cotes de Márquez, fuente príncipe de todo su imaginario.
El relato del comienzo de su nueva vida de celebridad planetaria se lo escuché varias veces a Tomás Eloy Martínez en su exilio caraqueño (1976-1983). Decía Tomás que él estuvo presente la tarde de agosto de 1967 cuando García Márquez entró al Teatro Colón de Buenos Aires a un concierto y el público lo reconoció al caminar por la platea; todos los espectadores se levantaron de sus asientos a aplaudirlo durante minutos. Entonces se vio descender del techo la fama, como unas mariposas amarillas que celebraban un advenimiento. Cien años de soledad ya era un éxito asombroso de ventas en Argentina y comenzaba la leyenda de un hombre que conoció la inmortalidad en vida. Rara Avis.
La increíble historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada(1972) y El otoño del patriarca (1975) son seguidos de Crónica de una muerte anunciada (1981) y en 1982, con la concesión del Premio Nobel de Literatura, cuando tiene 55 años, uno de los esfuerzos más tenaces de su vida será conseguir tiempo y espacio para escribir. El carácter se le agria un tanto: no puede pasear por ninguna parte sin que alguien le reconozca. Una pesadilla. Los compromisos de viajes son interpelantes, muchos de ellos tediosísimos, y cada vez se le hace más difícil hallar tiempo y psique para escribir. No obstante, lo logra a empellones y publica otra novela formidable El amor en los tiempos del cólera (1985); una biografía novelada que lamentablemente abona el mito bolivariano: El general en su laberinto(1989); Doce cuentos peregrinos (1992), donde están dos de sus mejores relatos: “El verano feliz de la señora Forbes” y “Un rastro de tu sangre en la nieve”; una novela menor: Del amor y otros demonios(1994) y el magistral reportaje Noticia de un secuestro (1996).
En los últimos veinte años de su vida entrega una noveleta (2004) lograda y sus memorias (2002), mencionados al principio de estas líneas en homenaje. Su precisa y fulgurante autobiografía trabaja sus primeros 27 años de vida. ¿Dejó escritos los tomos que abarcan su peripecia entera? Su viuda tiene la palabra. ¿Su legado literario? Uno de los grandísimos narradores de habla hispana de todos los tiempos. Imantó la prosa de lenguaje poético; elevó la cotidianidad de su infancia costeña colombiana al estrato de mito; hizo esplender en sus mejores páginas la imagen y la música, que son los dos pilares del lenguaje de la poesía. Singularizó enfáticamente la narrativa latinoamericana ante el mundo occidental y oriental.
Su talón de Aquiles no es literario sino político: le fascinaban los hombres de poder, incluidos los dictadores más despreciables. Nadie es perfecto. En su descargo hay que señalar que García Márquez no fue un intelectual, que su formación filosófica y política fue menor, y no se puede afirmar que fue un hombre de ideas. Fue un artista, un narrador, un creador, un constructor de universos, de personajes, un demiurgo que le dio vida a un mundo hasta entonces no verbalizado: Macondo. Además, sobran ejemplos históricos que señalan que un hombre con doble moral (los perseguidos de las dictaduras de derecha son mártires, los de la izquierda gusanos) o que padece de ceguera ideológica (la peor, Octavio Paz dixit), puede ser el autor de una obra maestra.

He escrito cuatro breves reseñas sobre cuatro libros del aracatense. Una sobre sus Cuentos completos, otra sobre una joya universal del reportaje: Noticia de un secuestro (1996),otra sobre su único tomo de memorias: Vivir para contarla (2002) y la nota que titulé: “Una estupenda noveleta con un título desafortunado”, refiriéndome a Memoria de mis putas tristes (2004). Ahora lo despido con emoción y gratitud, ingente gratitud. No puede ser de otra manera: comencé a leer sus libros a finales de los años sesenta, siendo un adolescente, por sugerencia de mi madre, que los leía en vilo, como tomada por una emergencia feliz.
En el texto sobre sus Cuentos completos dije (y sigo creyéndolo así) que el primer libro donde se manifiesta su genio narrativo es Los funerales de la Mamá Grande (1962), muy superior a su primer conjunto de relatos Ojos de perro azul (1947). Naturalmente, entre uno y otro han pasado quince años de ejercicio periodístico diario, ha escrito centenares de crónicas y tres novelas: La hojarasca (1955) yEl coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962). Ha hecho el tránsito típico de un muchacho de provincias colombiano: de su pueblo a la pluvialísima Bogotá. Ha abandonado los estudios de Derecho y se ha consagrado al periodismo. Mientras sueña con ser guionista de cine, su mayor ilusión, escribe crítica cinematográfica enEl Espectador. Publica en once entregas “Relato de un Náufrago” (1955), y luego se va a Europa como corresponsal del periódico bogotano, preservándose de una persecución política ad portas. Viaja por diversos países hasta que recala en París, “sin un maíz que asar”, y allí pasa 1956 y 1957, cuando se va a Londres a intentar aprender inglés, cosa que no logra. Entonces recibe la invitación de su entrañable Plinio Apuleyo Mendoza.
Un paréntesis caraqueño
Llegó a Caracas el 23 de diciembre de 1957 en un avión procedente de Londres, y en Maiquetía lo esperaban los hermanos Mendoza, Soledad y Plinio Apuleyo. Tenía 29 años, fumaba sin cesar, parecía un comerciante libanés, era dramáticamente flaco y no se había casado con Mercedes Barcha. Para entonces, había convencido Plinio a Carlos Ramírez Mac Gregor, editor de la revista Momento, de que el Gabo era el reportero que él necesitaba.
Se instaló el aracatense en el edificio Roraima, en San Bernardino, y no más pasó la navidad y el año nuevo, cuando Pérez Jiménez comenzó a tambalearse. Los 23 días que concluyen el 23 de enero, con el vuelo de “La vaca sagrada” desde La Carlota, García Márquez los pasó fumando y escribiendo reportajes. Mientras cumplía con sus obligaciones de reportero, redactaba los relatos que formarían Los funerales de la Mamá Grande (1962) en calzoncillos, para combatir el calor caraqueño, y no sabemos si entonces su proverbial superstición lo llevaba a acompañarse de flores amarillas, mientras fatigaba el teclado. Aquí escribió uno de sus mejores relatos: “La siesta del martes”, también “En este pueblo no hay ladrones”, “La prodigiosa tarde de Baltasar”, “La viuda de Montiel” y “Rosas artificiales”. El primero participó en el Concurso de Cuentos de El Nacional en 1958, pero el jurado integrado por Miguel Otero Silva, Juan Liscano y Juan Oropesa no lo advirtió, cuando tanto bien le habría hecho a las arcas famélicas de su autor.
La idea de escribir una novela sobre el dictador le sobrevino aquí, cuando después de la caída de Pérez Jiménez pasó meses leyendo todo lo que encontró sobre el engendro arquetipal del tirano. La vida marital la inició en Caracas, en el mismo reguero de papeles del apartamento de San Bernardino, al regresar después de cuatro días en Barranquilla, adonde fue a casarse con Mercedes. Luego trabajó con Miguel Ángel Capriles, en Venezuela Gráfica, y estando allí voló con Plinio a La Habana, en enero de 1959, para escribir un reportaje sobre lo que ocurría en aquella isla desconcertante, cuando Fidel Castro no era lo que terminó siendo.
Al mes siguiente a Plinio le ofrecen un trabajo en Bogotá, y puso una condición que le aceptaron: sólo iría si también al Gabo lo enganchaban en el proyecto. Así fue. En febrero de 1959 levantó vuelo el avión en el que iban los García Barcha rumbo a la capital de Colombia. Habían pasado catorce meses decisivos para Venezuela y para el narrador: del 27 de diciembre de 1957 a febrero de 1959. Luego la trashumancia de los García Barcha se manifiesta en estadías en La Habana (seis meses), Nueva York (otros seis meses), México (1961-1967), Barcelona (1967-1975) y a partir de 1975 se instalan en el barrio San Ángel Inn de ciudad de México, donde vivió 39 años el escritor, con temporadas en su casa de Cartagena, La Habana y Bogotá. Como vemos, a pesar de ser un costeño colombiano hasta los tuétanos, la mayor parte de su vida la pasó fuera de la geografía de su infancia y juventud. Pero esto ya se sabe: somos lo que los primeros años de nuestras vidas hacen de nuestra psique.
Escribir fuera de Colombia
Meses atrás, en mis años bogotanos, le pregunté a Plinio Apuleyo Mendoza: ¿por qué su amigo se fue de Colombia y no regresó a vivir aquí jamás? Porque si se queda aquí no escribe un carajo, respondió Plinio. Es cierto. Son tantos los requerimientos que tiene un escritor de su impronta en su país de origen, que la soledad y el silencio indispensables para la escritura se hacen aguas entre las manos. En cambio en México, donde el nacionalismo es más fuerte que una obsesión, cualquier extranjero jamás deja de serlo. En otras palabras: queda liberado, asido a su voluntad y su suerte; y estas dos últimas, sin la menor duda, fueron compañeras inseparables de García Márquez.
De acuerdo con las exhaustivas pesquisas de Dasso Saldívar, unos de sus biógrafos, Cien años de soledad comenzó a escribirla en México, en julio de 1965, a los 38 años, y la concluyó catorce meses después. Su día se dividía entonces en dos tandas de trabajo de escritura: de 8 y 30 de la mañana a 2 y 30 de la tarde; almorzaba con su mujer y sus hijos (Rodrigo y Gonzalo) que regresaban del colegio; dormía una breve siesta, salía a caminar por el barrio y regresaba a escribir de 5 a 8 y 30, hora en que se reunía con las parejas de amigos vecinos de la zona. Siempre entre ellos Álvaro Mutis y Carmen Miracle, Jomí García Ascot y María Luisa Elío, estos últimos catalanes a quienes está dedicada la novela. Cuando terminó la obra a mediados de 1966 debía seis meses de alquiler, había empeñado el carro y Mercedes sus joyas familiares, y ya los Mutis y los García se preguntaban hasta cuándo habría que “arrimarle la canoa” a los García Márquez. Después de aquel trance de escritura y pobreza ya la vida no hizo sino sonreírle al nieto de Tranquilina Iguarán Cotes de Márquez, fuente príncipe de todo su imaginario.
El relato del comienzo de su nueva vida de celebridad planetaria se lo escuché varias veces a Tomás Eloy Martínez en su exilio caraqueño (1976-1983). Decía Tomás que él estuvo presente la tarde de agosto de 1967 cuando García Márquez entró al Teatro Colón de Buenos Aires a un concierto y el público lo reconoció al caminar por la platea; todos los espectadores se levantaron de sus asientos a aplaudirlo durante minutos. Entonces se vio descender del techo la fama, como unas mariposas amarillas que celebraban un advenimiento. Cien años de soledad ya era un éxito asombroso de ventas en Argentina y comenzaba la leyenda de un hombre que conoció la inmortalidad en vida. Rara Avis.
La increíble historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada(1972) y El otoño del patriarca (1975) son seguidos de Crónica de una muerte anunciada (1981) y en 1982, con la concesión del Premio Nobel de Literatura, cuando tiene 55 años, uno de los esfuerzos más tenaces de su vida será conseguir tiempo y espacio para escribir. El carácter se le agria un tanto: no puede pasear por ninguna parte sin que alguien le reconozca. Una pesadilla. Los compromisos de viajes son interpelantes, muchos de ellos tediosísimos, y cada vez se le hace más difícil hallar tiempo y psique para escribir. No obstante, lo logra a empellones y publica otra novela formidable El amor en los tiempos del cólera (1985); una biografía novelada que lamentablemente abona el mito bolivariano: El general en su laberinto(1989); Doce cuentos peregrinos (1992), donde están dos de sus mejores relatos: “El verano feliz de la señora Forbes” y “Un rastro de tu sangre en la nieve”; una novela menor: Del amor y otros demonios(1994) y el magistral reportaje Noticia de un secuestro (1996).
En los últimos veinte años de su vida entrega una noveleta (2004) lograda y sus memorias (2002), mencionados al principio de estas líneas en homenaje. Su precisa y fulgurante autobiografía trabaja sus primeros 27 años de vida. ¿Dejó escritos los tomos que abarcan su peripecia entera? Su viuda tiene la palabra. ¿Su legado literario? Uno de los grandísimos narradores de habla hispana de todos los tiempos. Imantó la prosa de lenguaje poético; elevó la cotidianidad de su infancia costeña colombiana al estrato de mito; hizo esplender en sus mejores páginas la imagen y la música, que son los dos pilares del lenguaje de la poesía. Singularizó enfáticamente la narrativa latinoamericana ante el mundo occidental y oriental.
Su talón de Aquiles no es literario sino político: le fascinaban los hombres de poder, incluidos los dictadores más despreciables. Nadie es perfecto. En su descargo hay que señalar que García Márquez no fue un intelectual, que su formación filosófica y política fue menor, y no se puede afirmar que fue un hombre de ideas. Fue un artista, un narrador, un creador, un constructor de universos, de personajes, un demiurgo que le dio vida a un mundo hasta entonces no verbalizado: Macondo. Además, sobran ejemplos históricos que señalan que un hombre con doble moral (los perseguidos de las dictaduras de derecha son mártires, los de la izquierda gusanos) o que padece de ceguera ideológica (la peor, Octavio Paz dixit), puede ser el autor de una obra maestra.

A través de la ficción aprendemos que el poder, su erótica y sus trasuntos no cambian nunca, enquistado como está en las entretelas del corazón humano, una bestia peligrosa que algunos logran domesticar y otros más bien azuzan dentro de sí mismos

El círculo de tiza

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Embriagado por la gloria y las victorias militares inverosímiles, el coronel Aureliano Buendía decidió que nadie podría acercársele a menos de tres metros de distancia, y sus edecanes trazaban a su alrededor un círculo de tiza que ninguno estaba autorizado a traspasar, ni siquiera su madre.
Este círculo de tiza se vuelve central para entender cómo la mecánica del poder ha movido sus bielas en América Latina desde los tiempos de la independencia. El caudillo, venga de la academia o del rango de los iletrados, busca convertir las instituciones en meros decorados para imponer su voluntad única que termina siendo la razón de Estado. Y aún sigue vivo.
La historia que siempre se repite. El paso de persona a personaje. Seres comunes y corrientes que a través de sus proezas, su astucia o sus malas mañas emergen de la oscuridad de las aldeas olvidadas y de las cuadras de los cuarteles, tinterillos de juzgados y estudiantes fracasados que logran seducir y atemorizar, y encarnan de manera luciferina el destino sometiendo la voluntad de los demás. Dentro de ese círculo de tiza lo que hay es soledad absoluta, y no llegan hasta allí las voces de fuera porque el poder absoluto solo tiene respuestas tajantes que no necesitan preguntas.
Es la soledad sin ecos de Zacarías, el dictador de El otoño del patriarca, en toda su parafernalia arbitraria de desmanes; pero también es la soledad con toda su cauda de miserias y derrotas, como en el último viaje de Bolívar hacia su muerte en El general en su laberinto, solo y ya sin gloria. García Márquez no eligió el resplandor épico del Libertador cruzando una y otra vez los Andes a caballo, algo que de por sí entra en el reino de las exageraciones, sino el íntimo desastre del final de su vida sacrificada en vano.
Joseph Brodsky alega que los escritores geniales del siglo XX ruso “hubieran llegado a ser lo que fueron incluso si no hubiera tenido lugar ninguno de los acontecimientos que ocurrieron en Rusia en ese siglo: básicamente, el talento no necesita historia”. En el caso de García Márquez sería una curiosa afirmación. En América Latina, empezando por sus dictadores arcaicos, la realidad es el sustrato de toda su literatura. Lo que él hizo como artista fue transferir la historia a una dimensión diferente, tanto que a veces nos llega a parecer inverosímil, pero sin que deje nunca de ser esa misma realidad cuya materia ha sido transformada. Hay en sus relatos una patente y desbordante curiosidad por el poder, y esa curiosidad se transforma no pocas veces en reflexión.
Cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982, en su discurso comienza hablando de Antonio Pigafetta y de la crónica que, como buen mentiroso que se tomaba en serio, escribió acerca del viaje de Hernando de Magallanes alrededor del mundo. Esa crónica, llena de exageraciones puntuales, es el antecedente más lejano que podemos hallar de la escritura del propio García Márquez en relación con América, toda una “aventura de la imaginación”.
Pero desde allí salta hacia el otro lado del abismo donde se encuentra su realidad contemporánea: el incendio del palacio de La Moneda y el sacrificio del presidente Allende, los dudosos accidentes de aviación en que perdieron la vida el presidente Jaime Roldós de Ecuador, y el general Omar Torrijos de Panamá. El recuento se vuelve una elegía: “Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo”.
Guerras, golpes de Estado, cárceles y cementerios secretos, desaparecidos, recién nacidos secuestrados y dados en adopción clandestina. Es el repaso de una historia oscura desde las palabras iluminadas. América Latina se hallaba plagada aún en esos años ochenta de dictaduras militares que pronto deberían dejar paso a gobiernos civiles electos, surgían revoluciones como las de Nicaragua, que representaba una esperanza nueva, diferente del modelo de la Revolución cubana que entraba en decadencia; guerrillas en marcha como las de El Salvador y Guatemala, que tendrían distintas suertes. El discurso ampara estas alternativas porque la suya es una adhesión sentimental a la rebelión y la resistencia.
Busca explicar la prolongada soledad de América Latina desde las deformidades del poder tradicional, responsable de la miseria y del atraso secular, y al mismo tiempo pide a los europeos recordar “que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos”. Son los tiempos de la Guerra Fría, cuando aún nadie vislumbraba el fin del mundo bipolar.
García Márquez venía de esa generación de latinoamericanos que había crecido bajo las dictaduras bananeras instauradas por Estados Unidos durante los años más álgidos de esa misma Guerra Fría, y entre sus palabras y la acción no había distancia. Un conspirador curtido, además, y fue en esa calidad que lo conocí, dispuesto a hacer todo lo que pudiera para lograr el derrocamiento de la familia Somoza. Un escritor comprometido, como decíamos ayer.
El relato del poder alcanza en su escritura esas dimensiones alucinantes que tan bien conocemos, y la realidad se vuelve la hija pródiga de la imaginación hasta desconcertarnos; pero lo que nos cuenta es lo que hemos vivido y seguimos viviendo mientras persiste la sociedad rural que se niega a ser enterrada. Y esa es la magia. A través de la ficción aprendemos que el poder, su erótica y sus trasuntos no cambian nunca, enquistado como está en las entretelas del corazón humano, una bestia peligrosa que algunos logran domesticar y otros más bien azuzan dentro de sí mismos.
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Es una gran casualidad que Gabriel García Márquez y Cheo Feliciano hayan muerto el mismo día. Porque tenían muchas cosas en común. Los dos fueron desde muy jóvenes figuras excepcionales de las disciplinas que practicaban. Uno de la música, el otro de la escritura

La cultura que triunfó

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Es una gran casualidad que Gabriel García Márquez y Cheo Feliciano hayan muerto el mismo día. Porque tenían muchas cosas en común. Los dos fueron desde muy jóvenes figuras excepcionales de las disciplinas que practicaban. Uno de la música, el otro de la escritura. Jóvenes también pasaron trabajo fuera de sus países natales. El primero en París, el segundo en Nueva York.  
Ambos eran, por nacimiento, pero sobre todo por convicción y el contenido de sus obras y acciones, profundamente latinoamericanos y apasionadamente caribeños. Y cada uno, a su manera, fue protagonista estelar de un gran momento de afirmación interna –al tiempo que universalización o, por lo menos, internacionalización– de la cultura latinoamericana. Una cultura que comenzaba a liberarse de los complejos coloniales y del peso del eurocentrismo que había condenado por larguísimos años a la América Latina y sus expresiones artísticas a la condición de sucursales menores de la civilización europea.
García Márquez fue protagonista de excepción junto con, entre otros, Vargas Llosa, Fuentes y Cortázar del fenómeno conocido como el boom de la literatura latinoamericana. Feliciano, junto con Celia Cruz, Ismael Rivera y Héctor Lavoe, entre otros no menos destacados, de la apoteosis de la salsa. Fenómenos ambos que despegaron casi simultáneamente en los años sesenta del siglo XX cristalizando plenamente en los setenta.
 El boom introdujo en el escenario internacional, especialmente en el europeo, una escritura de ruptura que a todos deslumbraba y borraba o tornaba secundarias las parcelas de las literaturas nacionales para crear una nueva identidad. Sus autores no eran ya colombianos, mexicanos o peruanos, hacían literatura latinoamericana.
La salsa, por su parte, una denominación que se atribuye al locutor venezolano Phidias Danilo Escalona, convirtió las músicas nacionales del Caribe, especialmente la cubana y la portorriqueña, pero también los sabores panameños, venezolanos y dominicanos, en un género nuevo que borraba fronteras y, como el boom, creaba unas nuevas identidades urbanas y antillanas que unificaban y le daban rostro común al pueblo latino que vivía dentro y fuera de Latinoamérica, especialmente en Estados Unidos.
Porque ambos, el boom de la literatura y el de la salsa, ocurren en el exilio. Fuera del territorio latinoamericano. Son fenómenos de emigrantes. El boom gracias a la confluencia de nuestros escritores, moviéndose entre Barcelona y París, con empresas y editores excepcionales que hacen económicamente posible la profesionalización de sus oficios y la masificación de sus obras.
La salsa, en cambio, impulsada por la fulgurante aparición de la Fania como sello disquero y empresa de espectáculos, tiene su epicentro en los barrios pobres de Nueva York en donde confluyen músicos de la diáspora caribeña que viaja a Estados Unidos huyendo de las tiranías y de la pobreza. O de las dos cosas a la vez.
Nuestra literatura como fenómeno local se hizo universal y García Márquez, con su obra cumbre Cien años de soledad, llegó a convertirse en una figura mediática global y uno de los más famosos escritores del planeta. Una especie de Pelé de las letras. La salsa, aunque también tuvo y tiene peso internacional, es un fenómenos más regional que ha derivado en otros géneros, pero igual sirvió de plataforma de lanzamiento para los latinos globales que, a lo Ricky Martyn y Shakira, vinieron después.
La semana que hoy concluye los funerales de ambos fueron festivos. Hubo mucho de gratitud colectiva por dos creadores que ayudaron a los habitantes de estos trópicos a celebrarse y comprenderse mejor a sí mismos. A García Márquez, en Ciudad de México, lo despidieron con mariposas amarillas y vallenatos. A Feliciano, en San Juan, con un rumbón y solistas de lujo como Gilberto Santa Rosa y Oscar de León. Vino a cuento en voz de Feliciano aquel verso que dice: “El que canta olvida su dolor”. Ahora solo nos queda eterno canto y un largo aplauso de gratitud para los dos.

“La Vida imita al Arte mucho más que el Arte imita a la Vida”.

Cuéntennos una de vaqueros

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En La decadencia de la mentira, texto en forma de diálogo más bien breve, pero lo suficientemente extenso para ser apreciado como su más significativa contribución a la crítica estética y comprender por qué el autor escandalizaba a sus contemporáneos, Oscar Wilde se pasea por las relaciones entre el arte y la naturaleza, entre creación y existencia para poner de cabeza el aristotélico concepto de mímesis que postula la imitación de la naturaleza como fin esencial del arte, y colegir que –las mayúsculas son del autor o del traductor– “la Vida imita al Arte mucho más que el Arte imita a la Vida”. Y hemos elegido esta afirmación, con lo mucho de provocación y paradoja que contiene, porque, a partir de un amable comentario que nos hiciese llegar Luis Betancourt Oteyza en relación con nuestra afición al cine, y tratándose de un escritor cuya vida y obra han sido versionadas para la gran pantalla en incontables oportunidades, pensamos que se trata de un apropiado punto de partida para tratar de explicar que esa cinefilia obedece a que, probablemente, el nuestro se ha convertido en un país de película o de comiquitas.
Pensemos en quien se las echa de presidente y en su pinta de Juan Charrasqueado con pretensiones de bailarín en la onda de Resortes; comparemos los desvaríos lingüísticos de los representantes catapultados al Capitolio por el dedo de quien parece mandar desde ultratumba –como en una cinta de terror–  con los geniales disparates de Cantinflas en Si yo fuera diputado; detengámonos en la rutinaria monotonía de las comparsas rojas a sueldo que, como los muertos vivientes de la producciones de George Romero, se mueven sin orden ni concierto para hacer bulto en actos oficiales; repasemos, en fin, esos hechos y circunstancias para darnos cuenta de que si no vivimos en un film en blanco y negro de la serie B, entonces lo estaríamos haciendo en uno de esos cómics con ideología subyacente, al estilo deAnita la huerfanita o Terry y los piratas que engrosaban –cuando había acceso al papel– las ediciones dominicales de los periódicos.
Admirado por Orson Wells, Charles Chaplin y John Steinbeck, quien no solo era un fanático de su trabajo sino que llegó a sostener que se trataba del mejor escritor del mundo y, por ello, en 1953 propuso que se le concediera el Premio Nobel de Literatura, Al Capp –para muchos el mejor historietista de todos los tiempos– creó, hacia 1934, una memorable tira cómica llamada L’il Abner (Chiquito Abner); en ella, entre variados caracteres, destacaba por surrealista la figura de Joe Bflspk quien, sin importar dónde se encontrase ni qué estuviese haciendo, estaba condenado a cargar sobre su cabeza una nube desde la cual caían continuamente lluvias y relámpagos. Así, como este muñequito de apellido impronunciable, podemos imaginar al mascarón que los militares han emplazado en la proa gubernamental para navegar, quién sabe hasta cuándo, en la política nacional, asumiendo papeles abiertamente contrarios al orden constitucional; Maduro, amenazado invariablemente por su atroz tormenta particular, porfiando sísificamente por un reconocimiento y una legitimidad inalcanzables y tratando de impedir –con el diálogo como cortafuego– que el fragor de las protestas se expanda hasta alcanzar proporciones apocalípticas, es irrefutable prueba de que la razón asistía al autor deLa importancia de llamarse Ernesto.
Algunos realizadores cinematográficos hacen que sus personajes salgan de las pantallas para interactuar con espectadores de ficción, como en La rosa púrpura de El Cairo (Woody Allen, 1985) o El último gran héroe (John McTiernan, 1993), y hacernos sentir que el séptimo arte es una metarrealidad donde todo es posible, incluso materializar héroes y evaporar villanos; de modo inverso, el señor que duerme como un bebé sueña que las manifestaciones que lo desbordan no son más que una diversión fugaz que cesará cuando se enciendan las luces del cine (si es que hay electricidad). Entre tanto, espera ansioso el desenlace de una trama que lo implica, pero de la cual no participa –o finge que lo hace distanciándose, a modo brechtiano, de su papel– y se pregunta a quién ha de culpabilizar por el estancamiento de unas conversaciones aconsejadas por estrategas cubanos para ganar tiempo a ver qué vaina inventamos, oye tú, y nos recuperamos. Y hete aquí que, mientras esto escribo, se reanudan conversaciones donde no están todos los que son, la rebeldía se mantiene en ebullición, el Ejecutivo intenta “definir 11 motores productivos para la economía” que, cuando comiencen a roncar, seguramente desembocaran en otro Dakazo, y, como quien no quiere la cosa, los legisladores oficialistas discuten una Ley Orgánica de Ordenación y Gestión del Territorio que contempla la subordinación de gobernaciones y alcaldías al poder comunal… ¿qué tal si, en vez de tanta cómica, nos cuentan una de vaqueros? 
 rfuentesx@gmail.com 

Estamos en un mundo de sombras guiado por misólogos. Quienes nos someten sólo ven sombras, imágenes, mentiras, falsas realidades y es eso lo que quieren imponernos... Estamos a punto de desandar las ataduras y mirar a la luz sin cegarnos. Los estudiantes no temen a la luz y no son cegados por ella; esperamos que nunca lo sean. Eso es simplemente lo que ocurre...

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Elogio de la misología...

Rafael Muci-Mendoza

La crueldad, la sumisión a Cuba es catalogada como sinónimo de influyente...
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El término era ya conocido en tiempos de Platón, en el diálogo Fedón (89d),
cuando pone en boca de Sócrates la siguiente expresión: "No vayamos a
hacernos misólogos, como los que se hacen misántropos. Pues no se puede
padecer mayor mal que el de odiar los razonamientos". Vuelve a utilizarla en
República (411d) y en Laques (188c). La palabra de marras tiene
significación muy amplia: odio o aversión al diálogo o al razonamiento; odio
a la cultura, a la ciencia o a las artes en general; ampliando más el
concepto podría llegar a admitirse el significado de repulsión a la vida
civilizada en una sociedad democrática; incapacidad para la comunicación por
el razonamiento lógico o civilizado, etc. La misología ha sido en el pasado
fuente de los mayores males como el subdesarrollo cultural, la pobreza y
hasta de las guerras civiles o internacionales y es hoy protuberante.

Estamos sumergidos en una tiranía disfrazada donde nunca se estuvo más cerca
de una misología total y exacerbada. Existe un ministerio del Poder Popular
para Relaciones Interiores, Justicia y Paz: Peor no pueden ser las
relaciones con la gente a la que se desprecia; la justicia ha dado paso a la
injusticia y la paz es tan solo un vacuo término para eructar,

Recordamos con recogimiento afectuoso a nuestro ilustre académico, Blas
Bruni Celli (q.e.p.d.), quien propuso y logró la introducción del
inexistente término en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Pero
además, en el presente se erige como el primer escollo para un entendimiento
sincero y civilizado entre los mentirosos y aquellos que le adversamos.

La ignorancia, el pobre vocabulario, la sequía de ideas, la crueldad, la
sumisión a Cuba es catalogada como sinónimo de ¨influyente´ por la Revista
Time... ¡Qué miseria, todo se compra...!

rafaelmuci@gmail.com



Addendum



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Hegel explica la dialéctica del mundo en la lucha del reino de la luz contra
el reino de las tinieblas. La protesta justificada sigue activa; su llama
transformadora continúa vigente a pesar de gases, ballenas, muertos,
heridos, presos y humillados. Cada protesta, un instante de luz. Los
estudiantes y su futuro realmente amenazado, no dan ni darán su brazo a
torcer. Tercamente, vuelven y vuelven otra vez en la búsqueda de una nueva
realidad; la realidad de la luz. Estamos en un mundo de sombras guiado por
misólogos. Quienes nos someten sólo ven sombras, imágenes, mentiras, falsas
realidades y es eso lo que quieren imponernos... Estamos a punto de desandar
las ataduras y mirar a la luz sin cegarnos. Los estudiantes no temen a la
luz y no son cegados por ella; esperamos que nunca lo sean. Eso es
simplemente lo que ocurre...

domingo, 20 de abril de 2014

Traición a la patria tiene apellidos: Chávez-Maduro. Cuba, país paupérrimo, con el permiso del alto gobierno invadió, colonizó y se ha chupado a Venezuela y del bagazo no podría ni sacarse el PPG, el infame viagra cubano que no levanta polvo ni el tráfico.

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Elogio del saqueo...

Con el dinero que se regala podríamos dar más esperanza a nuestros pacientes pobres...

RAFAEL MUCI-MENDOZA |  EL UNIVERSAL
domingo 20 de abril de 2014  
Traición a la patria tiene apellidos: Chávez-Maduro. Cuba, país paupérrimo, con el permiso del alto gobierno invadió, colonizó y se ha chupado a Venezuela y del bagazo no podría ni sacarse el PPG, el infame viagra cubano que no levanta polvo ni el tráfico. Una enorme masa de dinero sustraída en tres lustros, no ha traído felicidad al cubano siempre tan ruinoso, tan oprimido, tan chancletudo y desnutrido. Para nosotros ha sido peste, engaño y atraso; un mal negocio.

La medicina nostra nada ha obtenido de la atrasada que se ejerce en la isla ni de sus fábricas en serie de médicos malformados con fallas multiorgánicas. Nunca se han acercado a nosotros a darnos sus luces, a compartir su medicina de avanzada y se han refugiado sus CDI¿s donde dinero y exámenes sin criterio clínico no faltan, pero sí el acumen que da el estudio y la preparación en libertad. En Chile, de 477 médicos graduados en universidades extranjeras que tomaron el Examen Único Nacional de Conocimientos de Medicina, sólo aprobó el 20%; el 80% de los raspados eran cubanos. Igual ha ocurrido en Brasil donde fallan exámenes debido a la mala calidad de la medicina isleña. Alrededor de 30 mil cooperantes isleños, supuestamente médicos, espurios, empleados en la Misión Barrio Adentro ejercen sin la reválida legal requerida y fueron aprobados a la brava por el Colegio de Médicos Metropolitano. ¿Qué mejor ejemplo de traición a la patria y a los elevados valores de Vargas y Razetti?

Por fortuna, ya más de dos tercios de la población saben y rechazan lo que hacen y qué vienen a buscar en nuestra patria. Un ejemplo de entreguismo y bajeza, de privilegiar al extranjero por sobre el nativo. Con el dinero que diariamente se regala podríamos dar más esperanza a nuestros pacientes pobres. 


Addendum



La posesión de nuestro país Venezuela por Cuba, una nación extraña y
miserable, es desde largo un hecho que quizá no tenga antecedentes en el
mundo moderno. Simplemente entregar todo en forma indebida sin recibir nada
a cambio en pos de una ideología tantas veces fracasada, es algo
inentendible. Sufrimos un síndrome de Estocolmo-¨plus¨, pues habiendo sido
maltratados por el invasor y opresor, guardamos un sentimiento de gratitud
por haber sufrido daño físico, económico y moral y aún, porque se nos
permita medio sobrevivir. La posesión del país por otros es ya un hecho y la
ceguera virtual del venezolano una realidad.

No hay que ser demasiado despierto para palpar la ruinosa situación
sanitaria del país -entre otras-. La destrucción sistemática de la medicina
pública ha traído de la mano la aniquilación de la medicina privada. El
desabastecimiento de insumos necesarios para cirugías, medios de
diagnóstico, simples tratamientos y seguimiento del hombre enfermo, es
moralmente inaceptable. No podemos calcular el número de muertos y baldados
por la miserable conducta.

Es inadmisible, pero así ocurre, que Cuba recibe por cada médico 130 mil
dólares anuales, lo que constituye 27 veces el salario de un médico
venezolano. Ello, a pesar que en toda la geografía mundial donde son
enviados como mercancía de utilería tienen el mayor porcentaje de fracaso en
exámenes de suficiencia.

A pesar de todo, como los cubanos, estamos inmersos en la desesperanza e
indefensión aprendidas... Muy bien aprendidas.

rafaelmuci@gmail.com
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jueves, 17 de abril de 2014

Leí esta columna de Fernando Chumaceiro y recordé a Franco Muci-Mendoza , quien en uno de esos años que trabajé con Aziz, vino a Venezuela y lo conocí en la casa de Camoruco Viejo hoy desaparecida entre ruinas...El en el tiempo que estuvo en Valencia leyó con sumo placer este libro de Miguel Otero Silva y "La Isla de Robinson" de Arturo Uslar Pietri. Vaya a él, si vive, mi recuerdo...

Notitarde 14/04/2014

La Piedra que era Cristo

Fernando Chumaceiro
Un día que ubico entre finales de 1982 y principios de 1983 recibí una llamada de Ciro Urdaneta Bravo, en la cual me anunciaba la visita a Maracaibo de Miguel Otero Silva, a quien le estaban organizando su agenda de actividades y querían saber si podía cenar con él la noche víspera de su regreso. Acepté de inmediato con la emoción de quien se va a encontrar con quien pobló de poesías los años de su adolescencia y temprana juventud. Guardo un vívido recuerdo de aquella noche. Hablé poco, solo lo indispensable y me dediqué a escucharlo. Sabía de su amistad con Neruda, otro de los poetas que me han acompañado a lo largo de la vida, haciéndole centenares de preguntas. Al final del encuentro le pregunté hacia donde se dirigía y me dijo que a Israel, país que hasta ese momento él no había visitado. Al preguntarle cuánto tiempo estaría allí, me respondió que alrededor de seis meses. Me extrañó su respuesta pues me parecía demasiado tiempo para un país tan pequeño y me respondió que se proponía escribir un libro. ¿Cual será el tema? le pregunté. Me  respondió, "si prometes no decirlo a nadie te lo diré". Le di mi promesa y me dijo "voy a tratar de escribir un libro sobre Cristo". Aquella respuesta me causó una profunda emoción. Le expliqué que mi padre era hebreo y mi madre católica, que en la familia de mi padre yo era el primer descendiente bautizado católico, condición que mi padre había aceptado para que la Iglesia autorizara a mi madre a contraer matrimonio. Le expliqué que mi padre tenía, en idioma castellano, una colección de libros, cerca de veinte tomos, sobre Israel, su geografía, historia, cultura, religión, arte y otros temas relacionados con el país, que yo le pediría que me permitiera entregárselos a él para que pudiera ampliar sus fuentes de información. Eso hice y al día siguiente los dejé en las oficinas que El Nacional tenía en Maracaibo para que se los hicieran llegar a él. Eso hice, pero nunca supe si los libros llegaron a sus manos.
Tiempo después, en Caracas, pasé frente a una librería y vi un libro de la editorial Oveja Negra, en cuya portada se leía: Miguel Otero Silva "La Piedra que era Cristo" . Corrí a comprarlo y lo leí de principio a fin en una sola jornada. A ese libro regreso cada cierto tiempo. En este de Cuaresma, que acaba de finalizar, he vuelto a leerlo.
Cada vez encuentro nuevos giros o facetas que profundizan mi admiración por Miguel y mi devoción por Jesús. El libro termina con esta frase: "...no lograrán matarlo. Él ha resucitado y vivirá por siempre en la música del agua, en los colores de la rosas, en la risa del niño, en la savia profunda de la humanidad, en la paz de los pueblos, en la rebelión de los oprimidos, sí, en la rebelión de los oprimidos, en el amor sin lágrimas".
Hoy, concluida la Cuaresma, escribo estas líneas ratificando mi admiración por Miguel y mi devoción por Jesús.

Un dedicado lector de poesía ha descubierto lo que parece ser un emoticono sonriente en un poema del año 1648, un hallazgo que dilataría la prehistoria de este símbolo al menos unos 200 años.

Notitarde 17/04/2014

¿El emoticono feliz apareció por primera vez en el siglo XVII?

Actualidad RT
Redacción internacional, 17 abril 2014.- Un dedicado lector de poesía ha descubierto lo que parece ser un emoticono sonriente en un poema del año 1648, un hallazgo que dilataría la prehistoria de este símbolo al menos unos 200 años.
Levi Stahl, editor y director de publicidad de la Universidad de la Prensa de Chicago (EE.UU.), estaba revisando algunos poemas del poeta inglés del siglo XVII Robert Herrick cuando notó una formación tipográfica bastante inusual en la segunda línea del poema 'To Fortune' ('A la Fortuna'), informa el portal The Atlantic.

Túmbame, y me sentaré 
Sobre mis ruinas, (sonriendo aún :) 


Los dos puntos y el paréntesis de cierre sin duda alguna parecen una cara sonriente o 'smile'; sin embargo, los expertos no niegan que podía tratarse de un simple error y que es muy posible que la antigua imprenta introdujera accidentalmente en el texto este signo tan común hoy en día. Pero teniendo en cuenta el contexto del fragmento parece más creíble que se trate de un intento de gastar una broma ortográfica.  

Según opina Alan Jacobs, profesor de lengua inglesa de la Universidad de Baylor, EE.UU., la presencia de un signo tan inusual para aquella época representa un acto de disidencia por parte del poeta. 

"No es que los paréntesis no se utilizaran en los versos en la época de Herrick; se utilizaban, pero no tan ampliamente como los usamos hoy y no en las mismas situaciones", explica Jacobs. "La puntuación en general era inestable en el siglo XVII, tanto como la ortografía. No había reglas generalmente aceptadas".

Se cree que los emoticonos fueron inventados separadamente por personas diferentes; sin embargo, el primer uso documentado de una cara sonriente con una nariz, :-), data del año 1982. No obstante, es muy probable que Robert Herrick fuera el primero en utilizar el 'emoticono feliz'.

Un emoticono1 (del acrónimo inglés emoticon) es una secuencia de caracteres ASCII que, en un principio, representaba una cara humana y expresaba una emoción. Posteriormente, fueron creándose otros emoticonos con significados muy diversos. Los emoticonos que expresan alegría u otras emociones positivas se clasifican normalmente como smileys (de smile, «sonrisa» en inglés). Los emoticonos se emplean frecuentemente en mensajes de correo electrónico, en foros, SMS y en los chats mediante servicios de mensajería instantánea.
Si se gira a la derecha el emoticono :-) se obtiene una cara.
Una cara sonriente derivada del emoticono :) (smiley).
Emoticono es un neologismo que proviene de emoción e icono. El plural es emoticonos. En algunos países y comunidades de Internet, son llamados emoticones (latinización de la palabra en inglés emoticon), emoticón, iconos gestuales o caretos.

Historia

Emoticonos publicados en 1881 por la revista estadounidense Puck.
En abril de 1857, el National Telegraphic Review and Operators Guide documentó el uso del número 73 en Código morse para expresar "amor y besos" (luego reducido al mensaje más formal "los mejores deseos"). Dodge's Manual en 1908 documentó la reintroducción de "amor y besos" como el número 88. Gajadhar y Green comentaron que ambas abreviaciones del código Morse son más sucintas que las modernas abreviaciones tales como LOL.2 3
El 30 de marzo de 1881 la revista satírica estadounidense Puck publicó cuatro emoticonos tipográficos. En 1912 Ambrose Bierce propuso "una mejoría en la puntuación; el punto de risa: se escribe así \___/! y presenta una boca sonriendo. Es adjuntado, con la vista completa, (o el signo de exclamación que luego utilizaría Bierce) para cada frase jocosa o irónica".4 El 19 de septiembre de 1982, el científico del cómputo estadounidense Scott Fahlman propuso el uso de la secuencia de caracteres :-) en el asunto de un mensaje para indicar que el comentario contenía una broma, en respuesta a la sugerencia de Neil Swartz de usar (*) con el mismo fin.5
Los emoticonos han entrado ya en el fandom de la ciencia ficción en los años 40,6 aunque allí puedan parecer tener un lapso en la continuidad cultural entre las comunidades.

Uso

Los emoticonos se han ido desarrollando a lo largo de los años, principalmente, para imitar las expresiones faciales y las emociones, para vencer las limitaciones de tener que comunicarse sólo en forma de texto y porque sirven como abreviaturas. Se han escrito libros sobre este tema, con listas interminables de emoticonos.
En los foros de Internet, los emoticonos se suelen reemplazar automáticamente por las imágenes correspondientes. En algunos editores de texto (como por ejemplo Microsoft Word), la opción de «corrección automática» reconoce emoticonos básicos como :) y :(, cambiándolos por el carácter correspondiente.

Estilo occidental

Para reconocer los emoticonos más fácilmente, gire la cabeza hacia la izquierda o hacia la derecha, dependiendo de si la parte superior del emoticono está a la izquierda o a la derecha (aunque normalmente está a la izquierda).

Variantes

Hay posibilidades ilimitadas, dada la habilidad de las personas de crear e interpretar dibujos como caras.
Los emoticonos suelen estar girados a la izquierda. En algunas ocasiones se los gira a la derecha para crear emoticonos "zurdos", por ejemplo (:. Estos emoticonos zurdos crean confusión, dado que algunos internautas habituales tienden a omitir el ":" que representa los ojos [dejando ( en lugar de :)], así que lo que uno escribió como una sonrisa podría interpretarse como una cara triste. En general, los que se comunican mucho mediante emoticonos piensan subconscientemente "Paréntesis de cierre = alegría, paréntesis de apertura = tristeza".
Más como un chiste que por otra cosa —pero también como una afirmación política—, los "frownies" y el símbolo :-( fueron patentados por la empresa Despair bajo el Serial de Marcas Registradas de Estados Unidos 75502288 y Número de Registro 2347676.7

XD

XD expresa "risa a carcajadas". Al girarlo 90º a la derecha se asemeja a la representación de una cara con la boca muy abierta y los ojos apretados fuertemente como síntoma de una fuerte carcajada. Actualmente, este emoticono es escrito de diversas maneras, siendo estas "xd", "xD" y "XD" . El emoticono, usado como palabra, constituye un error y no está admitido en la RAE.
Supuestamente fue popularizado después de ser usado en South Park, pero su origen parece ser proveniente del cómic japonés. Usualmente se explica que el emoticón usa el método usado cuando un personaje se ríe tan fuertemente que cierra sus ojos y parece una X al revés.
No es equivalente al término "LOL" o las onomatopeyas de risa existentes en todos los idiomas; a pesar de que en muchos ámbitos si son identificados uno con otro.
También se le puede confundir con otras palabras con significado diferente como el formato de memoria XD.

Estilo de Asia Oriental

En Asia Oriental tuvieron su origen los llamados "emoticonos japoneses" conocidos también como kaomoji o kaoani, que se diferencian de los occidentales, principalmente, en que se pueden comprender sin tener que girar la cabeza. Suelen ser más sencillos que los occidentales, ya que, en general, sólo se representan los ojos y la boca, como por ejemplo: '-' , donde los apóstrofos representan los ojos y la barra horizontal la boca. Otras variantes son: 'o', '~', , '_'-, º-º, .o. y .u.
En China también hay una variante de los emoticonos, pero con números. Se escribe una serie de números que tienen algún significado parecido al de los emoticonos.

Intento de ampliar este sistema de signos

A principios del siglo XXI surge el Argot Internet, un intento de ampliar este sistema de signos. Se diferencia de los emoticonos en que no es ideográfico, sino que está formado por abreviaturas, incluyendo algunas que ya existían antes de la aparición de Internet, como por ejemplo +/- (más o menos), otras, en cambio, surgieron en Internet, como lol (laugh out loud, muerto de risa). Su uso es cada vez más frecuente en los chats porque a muchos internautas les parecen prácticas. Otro ámbito que presenta los mismos signos es el servicio de mensajes cortos, utilizado para comunicarse mediante teléfonos móviles.
Este sistema de escritura se utiliza relativamente poco en los países de lengua española ("pq", "xq" o "xk" = "¿Por qué?", y algún otro caso), pero ha tenido un éxito notable en los países francófonos y anglófonos.

Véase también

lunes, 14 de abril de 2014

A propósito de José Antonio Abreu, Gustavo Dudamel, Gustavo Pererira, Luis Britto García, Laura Antillano, Luis Alberto Crespo etc...

El arte también apoya dictaduras

Los regímenes totalitarios tienen intelectuales que los respaldan.

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Strauss militó en el nazismo (Fotos Archivo)
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DANIEL FERMÍN |  EL UNIVERSAL
domingo 13 de abril de 2014  10:37 AM
Joseph Goebbels publicó en 1944 un listado de artistas representativos del Tercer Reich. El documento del Ministro de Propaganda de Adolf Hitler, realizado para eximir a los creadores del servicio militar, incluía los nombres de Richard Strauss y Herbert von Karajan, militantes del Partido Nazi. La llamada "Lista de elegidos" podría considerarse un ejemplo de que el arte también es cómplice de sistemas dictatoriales, que el arte no siempre es antifascista ni antitotalitario.

La historia lo evidencia: todo régimen tiene un grupo de intelectuales que lo apoya. El nazismo, por ejemplo, creó una estética afín a sus intereses: el arte, más que un papel político, cumplía un rol propagandístico. Que llegara al espectador sin mayores complicaciones, que fuera claro y entendible, que reeducara al público, que despreciara el elitismo en favor del realismo heroico.

Hitler promovió las artes visuales, el cine, la música. Hay creadores importantes que simpatizaron con el sistema. Richard Strauss, antes de reconocer los horrores del nazismo, fue presidente de la Cámara de Música del gobierno alemán y dirigió en la inauguración de los Juegos Olímpicos de 1936. Herbert von Karajan fue otro de los que se afilió al partido (hay quienes dicen que sólo lo hizo para avanzar en su carrera). El austríaco condujo la Ópera Estatal de Berlín el año en que su país se anexó a Alemania. Otros casos de artistas similares: el director Wilhelm Furtwängler (que formaba parte de las actividades del régimen) o la cineasta Leni Riefenstahl (que realizó el documental El triunfo de la voluntad).

El cine tiene su caso representativo en el fascismo italiano. Ya clásico es la Cinecittá, un estudio fundado por Mussolini para competir con Hollywood, que junto con otras instituciones produjo más de 600 películas en poco más de 10 años. Alessandro Blasetti es, quizás, el realizador más conocido. Sus películas, entre las que destacan Vecchia guardia y 1860, exaltaba los valores impuestos por el gobierno italiano.

Italia dejó en esa época un "Manifiesto de los Intelectuales Fascistas" que fue escrito por el filósofo Giovanni Gentile. Lo firmaron, entre otros, Curzio Malaparte, Filippo Tommaso Marinetti, Ildebrando Pizzetti, Margherita Sarfatti, Ardengo Soffici, y Giuseppe Ungaretti. Incluso un escritor como Luigi Pirandello lo aprobó luego. El Premio Nobel de Literatura en 1934 solía visitar a Mussolini en el Palazzo Venezia.

La Unión Soviética también tuvo artistas que la apoyaron. El Realismo socialista fue uno de los movimientos célebres, que exaltaba a la clase obrera, educaba al pueblo en el significado del socialismo y tenía como meta final formar al denominado "Hombre nuevo". Máximo Gorki presidió la Unión de Escritores Soviéticos, que fue fundada en 1934 por iniciativa del Partido Comunista. Tijon Jrénnikov lideró la Unión de Compositores de esa nación. Fue un estalinista que persiguió y criticó a Serguéi Prokófiev y a Dmitri Shostakóvich, por citar dos ejemplos.

Una miríada de artistas simpatizó con el comunismo. Si alguna dictadura tuvo intelectuales que la respaldaron en el mundo fue el estalinismo. Jean-Paul Sartre, André Bretón, Diego Rivera o Pablo Neruda, que le escribió un poema a Stalin. También Paul Eluard, que escribió loas al mandatario. Algunos, poco a poco, se decepcionaron al ver los crímenes que cometía la dictadura.

América Latina también tiene su propia historia de creadores que apoyaron regímenes. La Revolución cubana alabada por escritores de la talla de Alejo Carpentier, Roberto Fernández Retamar o Lisandro Otero, entre varios otros, o por cantautores como Silvio Rodríguez. Otros casos en el continente: el cineasta Miguel Paulino Tato, que hizo de censor en la Argentina de Videla (polémico en ese país fue el almuerzo que sostuvo el militar con Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato) o ciertos artistas que hicieron de asesores en la Chile de Pinochet.

Venezuela no se queda atrás. Juan Vicente Gómez estuvo rodeado por Pedro Emilio Coll, José Gil Fortoul, Pedro Manuel Arcaya, César Zumeta o Pedro César Dominici, por ejemplo. Mario Suárez, Yolanda Moreno, Pedro Centeno Vallenilla y Vitelio Reyes también simpatizaron con Marcos Pérez Jiménez. La historia demuestra que el arte no siempre es antipoder.

dfermin@eluniversal.com

domingo, 13 de abril de 2014

Con o sin diálogo, ellos no van a cambiar, son almas torcidas y dañadas que se regocijan cuando nos hacen matar de manos de la degradación que ellos degradaron aún más.

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Elogio de la sangre...

Con o sin diálogo, ellos no van a cambiar, son almas torcidas y dañadas

RAFAEL MUCI-MENDOZA |  EL UNIVERSAL
domingo 13 de abril de 2014 
El acre olor de las enconosas bombas lacrimógenas, ahítas de odio y la opacidad que producen en quienes sus cubren caras que tantas veces no ocultan sino la maldad y el crimen, ha sido signo de estos tiempos de ignominia. Ese crimen aupado por Chávez desde temprano dio patente de corso al supuesto necesitado para robar, asaltar y hasta segar la vida. La vida es un riachuelo que salta entre piedra y piedra, y que de momento se le ocurre cambiar de cauce e irse por insólitos caminos. Nunca sabemos que nos deparará el mañana, si felicidad, tristeza o aun la muerte. Tal sucedió el domingo pasado. Manó sangre desde el Ávila: Un joven sobrino, todo vida, todo esperanza, amante del deporte, padre de dos hijos, entrenaba en su bicicleta con un amigo en la ruta de Matamoros en el cerro centinela. La muerte le salió al paso y como un giro al portador sin aviso y sin protesto, y en el desprecio concentrado de una bala, borró esperanzas y el don de una vida útil. ¿Con qué derecho? No entendemos: Es nuestro país indecente. Mientras ellos se regodean en sus narconetas blindadas y mal habidas, envían al lumpen carcelario, cebado por el verbo encendido del comandante y del ilegítimo, tras quienes tanto envidian. Pobres criaturas, hombres para poco, sin entrañas ni corazón.

Con o sin diálogo, ellos no van a cambiar, son almas torcidas y dañadas que se regocijan cuando nos hacen matar de manos de la degradación que ellos degradaron aún más. Él había pensado que por sus hijos debía irse del país; no hubo tiempo para tomar una decisión. Átropos, la parca cruel, tan ocupada en Caracas como está, cortó el hilo de su vida trastocando existencias y dejando inconsolables heridas que también manan sangre inocente. No es así como el Señor dispone sus cosas.

 Addendum



Él no lo hizo. Mandó a otros. Desde el infierno todavía lo hace. Eso fue lo
que yo vi y sentí. Mi vida dio un vuelco, un inesperado trompicón. Luego de
larga caminata en pendiente por el agreste y amarillento camino, bajo el
áspero calor y la sequedad del paisaje, dos bicicletas huérfanas, el
espectáculo de los cuerpos de los dos jóvenes ajusticiados, echados sin
sentido el uno sobre el otro y sobre la tierra que se resistía a recibirlos,
que todavía no les esperaba, hizo que el peso del dolor le cimbrara la
cerviz hundiéndola entre los hombros y mil años cayeron de súbito sobre su
humanidad de amante y desprevenido padre. Quería convencerse de que no era
un error, quería ver por ojo propio... Los hijos no tienen por qué morir
antes que los padres; el grito de dolor, las lágrimas tantas veces
contenidas, un mazazo que aturde y desconcierta; es injusto, es pungente
espectáculo contra natura. Ellos les dan las armas, ellos les suministran
municiones, ellos les apoyan y les azuzan, voltean a un costado, ellos mal
hechos, mal paridos y mal parientes, únicos responsables de una muerte
violenta en Venezuela cada 20 minutos, ¡nos pilló la púrpura estadística y
de qué manera!; gobernantes de gélido corazón gozan sin culpa ni
arrepentimiento presenciando el sufrimiento de otros, de sus hermanos
trocados en odiados enemigos. Una cosa es leer el frío parte de guerra de
cada fin de semana en Caracas; otra, es formar parte de las bajas...

La revolución ha ensangrentado la paz de la montaña, y con ella, a la nación
venezolana entera...

Cómo me abandonaba al frescor del Cortafuego mientras el trote inducía un
enchumbamiento benéfico de mi cuerpo por las endorfinas y encefalinas, y yo,
dándole gracias al Señor por el favor y el privilegio concedidos... Y yo que
aseguraba que en una radiante mañana dominical de cielo azul mirar la Cruz
de los Palmeros en la cúspide del Pico Oriental del Cerro Ávila era
terapéutica... Y ya que no me lo parece tanto; pero, ¡si es que está
manchada de sangre inocente...!



Con amor a mi familia y a todos aquellos que han perdido amores por culpa
del castrocomunismo, por culpa de la intolerancia...




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ARRIBA CORAZÓN



Doctor, Don Gregorio Marañón y Posadillo

El ¨Hipócrates español¨

1887-1960



¡Arriba corazón! La vida es corta

y hay que aprender a erguirse ante el destino

Sólo avanzar importa

arrinconando el dolor por el camino



Espera siempre corazón,

espera,

que ninguna inquietud es infinita

y hay una misteriosa primavera

donde el dolor humano se marchita





Otras horas felices

matarán estas horas doloridas,

las que hoy son heridas

se volverán mañana cicatrices



Con tu espuela de plata

no des paz al corcel de la ilusión

Si la pena no muere, se la mata...

¡Arriba corazón!

rafaelmuci@gmail.com