Luis Razetti y la evolución. Los enigmas de la vida al descubierto
¿Qué es la Vida?, summa divulgativa del doctor Luis Razetti, logra sintetizar en 30 capítulos todo el conocimiento disponible a principios de siglo en las ciencias biológicas. Escrito en un lenguaje diáfano, apasionado, que hacía honor a las capacidades docentes de su autor, este libro de aliento universal da al lector contemporáneo claves para comprender el origen de muchos de los grandes hallazgos de la ciencia de este fin de milenio
¿De dónde proviene la vida en la Tierra? En la antesala misma del tercer milenio, en medio de una espectacular revolución científico-tecnológica, aún no hemos descifrado el gran enigma. Recientes investigaciones de la NASA hacen sospechar que organismos semejantes a bacterias podrían haber viajado en alguno de los 20 millones de meteoritos que se estrellan contra la tierra diariamente. Parece que algún meteorito expulsado de Marte fertilizó nuestro mar primigenio, calentado por las brasas interiores de la Tierra.
Mientras llegue la respuesta en la próxima misión espacial que viaje a Marte, el origen de la vida en nuestro planeta, y la procedencia del ser humano, siguen dando qué hablar a hombres de ciencia y legos, con tanto vigor como a principios de siglo, cuando el doctor Luis Razetti publicó su obra ¿Qué es la Vida? (Imprenta Nacional, 1907).
Un rayo sobre la Catedral
Nacida del ardor de un debate con las jerarquías eclesiásticas de la época y con intelectuales de la Venezuela castrista, como compilación de artículos para el periódico El Constitucional, ¿Qué es la Vida?conforma la summa divulgativa de Luis Razetti (1862-1932) insigne médico y educador, quien junto con don Arístides Rojas (1826-1894), es uno de los más importantes pioneros de la divulgación científica en el país.
Razetti, quien en 1904 era catedrático de Anatomía de la Universidad Central de Venezuela, se había acercado durante sus años de estudiante en París a las más recientes teorías de la biología y de la medicina de finales del siglo pasado. Estaba empapado de los hallazgos de Charles Darwin, y a partir de la llamada “doctrina de la descendencia” fundamentaba su labor docente. Como se sabe, esta teoría propugna que el ser humano es un producto natural de la evolución de la materia organizada. Estas ideas, que hoy la ciencia y la tecnología han demostrado concluyentemente, aún estaban en discusión a principios de siglo.
Hombre pugnaz y frontal, decidió hacer públicos sus criterios de enseñanza en una conferencia magistral ante sus alumnos de Medicina en la UCV, durante febrero de 1904. Si hubiera caído un rayo que destruyera la Catedral, no habría producido mayor impresión en la Caracas de entonces. Se inició una controversia que abrió fuegos en la Academia de Medicina, se trasladó a los periódicos La Religión, de Caracas y Eco Industrial, de Barquisimeto, mediante la pluma (no siempre amable) del presbítero Eduardo Álvarez, y luego a los libros del doctor Juan de Dios Méndez y del entonces arzobispo de Caracas, monseñor Castro. Polémico por naturaleza, Razetti aceptó el reto y desde la Academia Nacional de Medicina (de la que era secretario perpetuo), y desde su columna de El Constitucional (llamada “Lunes Científico”) enfrentó a sangre y fuego los postulados del creacionismo y los argumentos de otros adversarios que le salieron al paso, como el doctor Venancio Hernández, miembro de la Academia de Medicina de Maracaibo.
La intención del médico no solo era vencer mediante razonamientos científicos a sus opositores. También pretendía convencer y educar a la comunidad venezolana en las más modernas teorías de la época. Razetti tenía clara la importancia del uso de los medios de comunicación social como cátedras masivas. Igualmente, comprendía que el científico tiene la responsabilidad de divulgar el conocimiento y de tomar posiciones públicas si ello es necesario.
Esfuerzo titánico
Para lograr sus objetivos, compiló sus artículos en un texto monumental, que en 30 capítulos nos muestra toda la evolución de la biología desde los griegos hasta Pasteur, pasando por la ciencia china, los conceptos bíblicos y religiosos de la creación, hasta llegar a las -para ese entonces muy recientes- nociones de herencia y biogenética. Además de un recorrido histórico, Razetti ensaya a llevarnos de la mano por la evolución del pensamiento científico humano desde las teorías místicas del pensamiento precientífico, hasta procesos mucho más complejos, como las leyes de Mendel y de la conservación de la energía. Todo ello va unido a valoraciones éticas que desnudan no solo el pensamiento científico del autor, sino sobre todo, al médico, al ser humano consciente de su responsabilidad social.
No descuidaba, sin embargo, los objetivos de su polémica: desmontar los argumentos de los religiosos que lo adversaban. “Creer que los estudios biológicos modernos tienen por objeto establecer una oposición sistemática contra tal o cual secta religiosa o sistema filosófico, es una falta gravísima que demuestra, o poca sinceridad en los escritores que la cometen, o una profunda ignorancia de las cuestiones científicas que en la actualidad se ventilan en el mundo intelectual. (...) El sabio, en fin, que por medio de la observación y la experiencia estudia la estructura complicadísima del cerebro humano para averiguar el mecanismo del proceso intelectual, no emplea, no, los mejores años de su existencia y los más nobles esfuerzos de su alma con el único fin de negar los dogmas de las religiones y destruir las hipótesis de la metafísica. (...) Algo más útil, más noble, más trascendental para el porvenir del hombre inspira esos trabajos: la prolongación de la existencia humana por medio de la conservación de la salud. Si se suprime a las ciencias biológicas ese supremo fin ¿qué objeto tienen?”.
Escrito en el estilo fogoso que caracterizaba a Razetti como orador y como docente, ¿Qué es la Vida? provoca al lector, lo obliga a reflexionar, lo invita a demoler los dogmas con el martillo de la razón. Para ello, echa mano de elocuencia e ironía, de largas citas de hombres de ciencia o intelectuales de la época, de anécdotas, demostraciones racionales y de humor, como cuando trata de explicar las leyes de la herencia y los caracteres dominantes: “La nariz de los Borbones se ha transmitido con notable tenacidad. Todos los bastardos tienen la nariz de la raza: no es posible la suplantación de un Borbón”.
Visión universal
Embargado de las ideas positivas de su tiempo, trata de mostrar a lo largo de todo el texto cómo el pensamiento y la formación científica abrirían las puertas del futuro a quienes los cultivaran. Quizás lo más asombroso de este trabajo es su capacidad para invocar principios que –a pesar de la vertiginosa evolución de la ciencia en nuestro siglo– mantienen vigencia. Por ejemplo, Razetti define la vida como “un proceso físico-químico que se verifica en la molécula viviente, como resultado de las leyes generales de la materia, y en el cual no hay intervención ni remota ni actual, de ninguna fuerza o principio distinto de la energía”. En agosto de 1998, el doctor Gerald Joyce, investigador en bioquímica del Instituto de Investigación Scripps, de San Diego, Estados Unidos, quien trata de reproducir en laboratorio las condiciones para crear seres vivientes, define la vida como “un sistema químico que se sostiene a sí mismo y es susceptible de experimentar la evolución darwiniana”.
Clara síntesis de los conocimientos científicos occidentales de principios de siglo, ¿Qué es la Vida? expresa una visión universal a pesar de la discusión local que le dio origen como libro. Por ello, podemos revisarla en nuestro tiempo sin grandes incomodidades y encontrar en ella no solo los grandes hitos de la historia de la biología, sino también las raíces de muchos hallazgos que sacudirían a la ciencia contemporánea. Razetti, fallecido en 1932, no se enteró de la fisión atómica, del advenimiento de los antibióticos, del desarrollo de la física y de la química nuclear, ni de la revolución de los genes. Pero, como buen baquiano, avizoró mucho de lo por venir y dio a los lectores de su época basamentos y explicaciones que –más allá de los cambios en muchos conceptos científicos– les permitiría comprender la explosión que sufrieron la ciencia y la tecnología después de 1940.
Otras serán las dificultades que deberá superar el lector contemporáneo que insista en revisar ¿Qué es la Vida? Como corresponde a un país en el que se glorifica a los personajes, pero se ignora su pensamiento, es inmensamente difícil encontrar las Obras Completas de Luis Razetti, en cuyo volumen III se encuentra el libro que hoy recordamos. Solo después de una febril pesquisa dimos con el ejemplar requerido, en la Biblioteca del Hospital Vargas. Merece mejor destino y mayores reediciones la obra de este importante médico y educador. Tal vez ahora que está de moda el patriotismo, la obra de Razetti encuentre quien la saque de los anaqueles polvorientos y la devuelva a los espacios públicos para los que fue concebida.
Razetti, hombre de su tiempo
Actor protagónico en un país despoblado, sacudido por guerras civiles, empobrecido por un siglo de violencia y depredación, y en el cual uno de cada tres venezolanos sufría paludismo o anemia, Luis Razetti fue un hombre de su tiempo, pionero de un siglo que produjo radicales transformaciones en lo científico-tecnológico, en lo político y en lo social. Estaba tan interesado en la medicina y las ciencias biológicas, como en los estudios humanísticos y el devenir social de su país. Incluso debió salir de Venezuela durante la dictadura gomecista por presentar una investigación sobre el “Decrecimiento de la Población de Caracas”, en el cual denunciaba la crítica situación sanitaria de los sectores más depauperados.
Fue un científico integral, capaz compartir su tiempo entre la investigación y la vida pública: fundador de la Academia de Medicina, de la Sociedad de Médicos y Cirujanos de Caracas, de la Gaceta Médica, del Colegio de Médicos de Venezuela, llegó a rector de la UCV. Pionero de la lucha antialcohólica, ocupó además cargos de responsabilidad civil durante las epidemias de peste bubónica y de gripe española que afectaron al país.
Cirujano y obstetra notable, a él se debe la introducción de diferentes técnicas operatorias, el uso del éter como anestésico y de los guantes quirúrgicos.
Positivista y positivo
Por Jesús Sanoja Hernández
Los pensadores del positivismo representaron medio siglo, tan controversial como sorprendente, de innovaciones en la sociología, la historia, la biología, la crítica y la literatura. Perteneció Razetti a la segunda generación, pues la primera estuvo constituida por Adolfo Ernst, inmigrante de extraordinarios aportes en el campo científico y tal vez el principal introductor de Darwin y Lamarck en el polémico mundo que estremecería las bases de la ciencia y de los dogmas católicos, empecinados en la visión creacionista, y por Villavicencio, un autor de curso singular a quien Luisa Poleo Pérez estudió en libro que lo desplaza del “positivismo al espiritualismo” y Luis Beltrán Guerrero, en Perpetua heredad, vio moverse desde “el monismo agnóstico al espiritualista, lo cual no es contradicción sino evolución”.
Apartados los trabajos críticos y biográficos de Ricardo Archila, su mejor divulgador, están los de Francisco Antonio Rísquez y Frank Rísquez Cotton, Luis Rangel Sánchez, Luis Manuel Peñalver, Horacio Vanegas Fischbach, así como los enfoques periodísticos de Gallegos Mancera y otros médicos ubicados en el campo, bastante posterior, del marxismo y de los ensayos científicos de avanzada, pasados ya los tiempos de la intolerancia religiosa.
El año 1904 fue un año estelar para Razetti al presentar en la Academia de Medicina (de la que fue Secretario Perpetuo) su revolucionaria trinidad de tesis, finalmente aprobada por la institución científica, y resumible así: 1. La existencia viva representa una parte de la materia del globo; 2. Los organismos que viven actualmente o que han vivido antes en la superficie de la tierra derivan por descendencia no interrumpida de aquella materia viva; y 3. El hombre es un organismo animal Vertebrado-Mamífero-Monodélfilo-Primate-Simio, es el Homo Sapiens de la Zoología. Como tal, no puede sustraerse a las leyes que rigen filogénica y ontogénicamente de los demás seres organizados.
Las respuestas que estas afirmaciones produjeron, sobre todo el seno del clero, así como las refutaciones a su serie de artículos en El Constitucional (los famosos “lunes científicos”) fueron frontales y sucesivas, originando a veces polémicas con el arzobispo de Caracas, Juan Bautista Castro, y los presbíteros Eduardo Alvarez (Pepe Coloma), Juan de Dios Méndez Mendoza, José Ollarves Colón y Manuel J. Caballero. Este último, en 1907, publica su Refutación y, en el mismo El Constitucional, su artículo “La generación espontánea” (22 de marzo). Aquel año llegaban noticias a Venezuela acerca del automóvil (pieles rojas en auto en recorrida por una reserva) o sobre “el monstruo aéreo”, el dirigible Patrie del Ejército Francés, o el Metro de Paris. Pero más que todo sobre las revoluciones científicas y artísticas, mientras el país se veía estremecido por los episodios de La Conjura y el fusilamiento de Paredes. El gobierno de Castro ya había dado paso al divorcio y el positivismo florecía. Nada raro que Razetti llegara a 1908 al Rectorado de la Universidad de Caracas, algo que le reprocharon Pío Gil y la prensa “reaccionaria” de comienzos de 1909.
También en 1907 promovió el homenaje a Haeckel, quien había enunciado la ley biogenética fundamental o teoría de la recapitulación, siendo uno de los defensores de las tesis de Darwin, homenajeado asimismo dos años después, con motivo del centenario de su nacimiento. La alocución de Guillermo Delgado Palacios, positivista como él, confirmó el avance de la interpretación científica frente al pensamiento congelado de la Iglesia, imbuida de inmanentismo y creacionismo. Habrían de pasar casi 90 años para que el Papa Juan Pablo II reconociera la equivocación de la Iglesia en cuanto a la evolución y al origen de las especies, así conservara el dogma de Dios como la fuerza creadora.
Dos libros más salieron de sus trabajos en El Constitucional, órgano del castrismo, La cruzada moderna y el Manual del antialcoholismo. Hay un detalle curioso: cuando en febrero de 1921 los jóvenes universitarios reunidos en la FEV (Federación de Estudiantes de Venezuela) organizaban el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, concebido para efectuarse el 24 de junio (Centenario de la Batalla de Carabobo), Razetti fue uno de los privilegiados conferencistas. Días después sobrevino la prisión de 82 muchachos de la Universidad a causa de su solidaridad con la huelga de transvarios, y como en México Vasconcelos desató una campaña contra Gómez, el médico y otros eminentes profesores respondieron al rector de la UNAM. Aquello constituyó un episodio no fundamental en su vida, que fue la de un médico, no solo de enorme reputación y obra social, sino un teórico positivista excepcional con libros como La doctrina de la descendenciay ¿Qué es la vida?
*Publicado el 29 de noviembre de 1998
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