ABC de la Semana Mayo 27, 2011
MACKY ARENAS
Es inexplicable que se remodelen 36
hospitales al mismo tiempo. Chávez es el factor patogénico por excelencia. Las
famosas “misiones-milagro” son un negocio vil, ocho mil personas se graduarán
de médicos en diciembre pero se desconoce el pensum que estudian ni han visto
jamás a un enfermo; sostiene el conocido medico y pionero de la
neuro-oftalmología en Venezuela.
Rafael Muci Mendoza: “Chávez es el
factor patogenético por excelencia”
Es un valenciano internista, veterano de mil batallas al cabo de
sus 46 años enseñando el arte de la medicina en el Hospital Vargas de Caracas.
En Estados Unidos, se comprometió con la neuro-oftalmología y trajo la
especialidad a Venezuela. En 1.993 llevó a Cuba la inesperada noticia de que la
alimentación deficiente era la causa de tan alta incidencia de ceguera en la
población. Es profesor universitario y dice haber incursionado “como
diletante” en el periodismo científico, cuando la verdad es que sus numerosos
escritos, recopilados en un libro que tituló “Primum
non nocere, Primero no hacer daño”, se lee con la admiración de un
principiante. Las casi mil páginas cuentan sus vivencias en el Hospital Vargas
y es fácil reconocer, no sólo al sabio profesional, sino una vocación
casi religiosa por hacer el bien. Desde su minúsculo consultorio en la Clínica
Avila y tras despedir al último paciente, nos recibió su figura de aspecto
bíblico en impecable bata blanca. El trato cortés parece formar parte de
la memoria de una extinta época de caballeros de fina estampa. Ahora habla para
los lectores de ABC de la Semana.
_ ¿Cómo se lidia con la violencia sin control es
este país a partir de un sistema de salud tan deteriorado?
_ Incide hasta en la resistencia de la gente a enfermarse. Hace unos
meses publiqué un artículo “El factor patogenético”. Patogénesis significa la creación de la
enfermedad y razoné que Chávez es el factor patogenético por excelencia, el
mayor productor de enfermedad que hay en este país. Me parece que todo esto ha
sido un plan muy bien diseñado.
_ ¿Se trata de algo
deliberado?
_ Por supuesto, al menos en lo que atañe a los hospitales. No es posible
que, de repente, a alguien se le ocurra remodelar 36 hospitales al mismo
tiempo, con el trastorno que ello implica para el trabajo en cada uno de
ellos. La del Vargas lleva 4 años. Se han robado los presupuestos tres veces y
eso a nadie le duele. Tengo toda una vida en el Hospital Vargas y, dadas las
cosas, pensé que un día encontraría un guardia nacional parado en la puerta
impidiéndome el paso. Pero optaron por otra estrategia: primero destruyeron la
emergencia y los pabellones. Como consecuencia, los cirujanos no pueden operar
y muchos optaron por irse. Otros se quedaron y comenzaron a operar en el
Hospital Militar cuando les daban oportunidades de hacerlo.
_ ¿Y qué pasó con los estudiantes?
_ No tenían cómo hacer clínica quirúrgica. Se han refugiado en la
Sala de Medicina, junto a nosotros. Eso les permitió conseguir otro objetivo:
destruir la mística hospitalaria. En otras palabras, se fueron al corazón del
asunto. Lo mismo ha ocurrido en numerosos hospitales, no sólo en el Vargas.
_ ¿Y los pacientes?
_ No les importó para nada su suerte. Yo hago neuro-oftalmología. Somos
la única unidad que se ocupa del problema en personas de bajos recursos. Muchos
tienen tumores y si no se operan el paciente se queda ciego. Para lograr ser
operados, a veces tienen que pasar tres meses esperando cupo en el hospital.
_ Eso parece ser muy cubano-castrista, agotar
a la gente, desesperanzar y lograr por esa vía la resignación…
_ Es un agotamiento a todo nivel. Si usted ha tenido alguna vez
una persona hospitalizada sabrá lo que eso significa, así sea por pocos días.
Es tremendo el trastorno causado a las familias y si el paciente se va pierde
el cupo, pues probablemente habrá 30 o 40 esperando.
Rafael Muci Mendoza
_ ¿Será por eso que la gente es remitida a
las famosas “misiones-milagro” y enviadas a Cuba?
_ Eso es un negocio vil. También forma parte de enaltecer al
médico cubano, mientras se refuerza la matriz de que los venezolanos somos los
médicos malos y materialistas, que sólo nos preocupa el dinero. Es verdad que
hay mucho de eso en todas partes, pero no somos todos, ni siquiera la mayoría.
En nuestros hospitales hay médicos que han dedicado y dedican su vida a la
profesión. El mensaje detrás de todo esto es que no servimos, lo que golpea en
lo más sensible la moral médica y eso no puede ser sino deliberado.
“DEDICAN EL ESFUERZO AL ADOCTRINAMIENTO POLITICO”
_ ¿Cuán grave es la
fuga de talentos?
_ Se calcula que 8 mil médicos han emigrado.
_ ¿Y el relevo de ellos?
_ ¿Cómo van a meter en aulas a 8 mil personas para adiestrarlas en
seis meses, que se van a graduar de médicos en el mes de diciembre? ¿Cómo puede
ser eso? Nunca han hecho una historia clínica, que es herramienta fundamental
del médico. Nunca han visto enfermos. Han dedicado el esfuerzo al
adoctrinamiento político, sin importarles la vida de estas personas ni el
engaño a que las someten. ¿Cómo evaluarán a un paciente? Es por eso que
reaccioné. No voy a cohonestar esta situación.
_ ¿Y qué dice la Facultad de Medicina?
_ Está llena de gente de izquierda y favorecieron el que estas personas
fueran a los hospitales.
_ Pero al menos llegarán con cierta
preparación… ¿qué hacen en los hospitales?
_ No tienen preparación alguna, al menos conocida. Son alumnos de
algo que llaman MIC, esa cosa “integral comunitaria” que inventó Chávez. Son 8
mil personas que estudian 6 años pero nadie conoce el pensum. ¿Cómo puede uno
evaluar y avalar a alguien en esas condiciones? No puedo aplicar el parámetro
de mis alumnos, quienes entran por la Facultad de Medicina y pasan trabajo,
estudian muchísimo, hacen guardias. Es otra cosa. Estos otros no sabemos qué es
lo que hacen.
_ ¿Ni siquiera van al Vargas a hacer pasantías?
_ Dicen que fueron, pero yo nunca los llegué a ver. Un día me
presentaron a 3 de ellos, no tan jóvenes como mis alumnos, que llegaron a la
sala de pacientes a los que pasábamos revista. El que los trajo me dijo: “Mire
doctor, ellos van a estar aquí, pero como convidados de piedra, ellos no van a
hablar ni a preguntar, sólo verán y tomarán nota”. Yo saludé amablemente y noté
que, en efecto, cada uno tenía una libreta. A mí me cayó muy mal aquello puesto
que nadie me había informado. Luego el jefe de servicios se excusó, pero le
aclaré que no iba a tolerar semejante cosa, no por rechazarlos, sino porque al
aceptar esa situación automáticamente estaba avalando su preparación para ir a
un hospital. Yo me niego a participar en farsas.
"Mi deber es con mis pacientes
humildes”...
_ Probablemente ellos
están engañados…
_ Seguramente, pero no puedo aceptarlo, incluso hasta por ellos
mismos. Uno no puede ser médico tan sólo porque resuelve serlo. Hay
condiciones, evaluaciones previas, hasta la edad cuenta para comenzar una
carrera tan compleja y muchos de ellos no son jóvenes. Todas las escuelas
de medicina han tenido filtros. Yo entré en el año 1.955 y éramos 650
estudiantes en la facultad de medicina. Ese mismo año aprobamos sólo 400, el
10%, y terminamos graduándonos 35. Ello quiere decir que hubo filtros a lo largo
de toda la carrera que iban dejando en el camino al que no servía para ser
médico. ¿Cómo abrir un curso de medicina sin tan siquiera examen de admisión?
_ ¿Qué hospital que se respete aceptaría
médicos con esas características?
_ Ningún hospital se va a respetar porque le van a poner la mano a
todos. El problema no es para gente como yo, que tengo casi medio siglo en
servicio; el problema es para los que vienen en reemplazo. Nos jubilan…¿y qué
pasa con los que entran? No hay dinero para abrir plazas. ¿Qué joven
puede trabajar por BsF 1.300 como instructor en una universidad?
_¿Eso es lo que usted gana?
_ Así es. Es un sueldo miserable, ofensivo. Que uno lo acepte es
otra cosa. Hay razones románticas que no puedo esgrimirlas ante otras personas.
Yo me enamoré del hospital en lo que llegué. Quería ser el mejor médico clínico
del mundo, imitar a esas grandes figuras que nos enseñaban, entregar lo mejor
de mí a los enfermos. Al principio me dediqué a tiempo completo al hospital,
sin atender a quienes recomendaban abrir un consultorio privado. Luego tuve que
hacerlo y repartir, como desde entonces lo hago, las mañanas en el hospital y
las tardes en el consultorio.
_ ¿Qué enseña usted
allá?
_ Soy profesor de Clínica Médica. Enseño el arte de la historia
clínica, cómo relacionarse con el enfermo, como extraer detalles que hacen las
verdades de un diagnóstico, lo que admiré toda la vida. Ello incluye el
humanismo en medicina, el tener presente que los pacientes no son números, sino
personas.
_ ¿Cómo se mantiene la dinámica en el Vargas,
cuándo cualquier hospital en el extranjero merece recursos que se niegan
a los nuestros?
_ Se mantiene porque muchos de los que estamos allí pudimos vivir
esa etapa en que formamos una clientela privada que sostenía nuestro trabajo de
servicio público. Así es como funciona. No somos ningunos “José Gregorio
Hernández”, pero nos importa dedicar nuestro tiempo a quienes no pueden pagar
una medicina costosa. Además, en un hospital uno se enfrenta a la
heterocrítica, colegas que cuestionan lo que uno hace y eso enriquece
permanentemente; también a casos muy difíciles, como ocurría antes, donde se
ponía a prueba la pericia, la mística, la capacidad de aprendizaje y el
esmero en llegar a los diagnósticos. Ahora, en el Vargas sólo hay enfermedades
infecciosas, cánceres terminales y uno que otro diabético. Esa es la clientela
del hospital Vargas hoy en día, un muestrario de las enfermedades del desamor.
_ ¿O del abandono?
_ Enfermedades producto del abandono, del desafecto, de la
desnutrición.
_ ¿Estaremos llegando
nosotros a ese extremo de causalidad entre mala alimentación y ceguera que
usted una vez denunció en Cuba ante el propio Fidel Castro?
_ Por el camino que vamos es posible. Ahora se reparte comida por aquí y
por allá. Pero en Cuba se llegó a un momento, ese que llamaban “período
especial”, en que al cubano cada día le exigían más y más sufrimiento, hasta
que la gente empezó a enfermarse y a perder la visión. Ellos vendían que la
culpa era del “imperio”, que les habían metido un virus, todo un embuste que se
fraguó. Como aquí, con este gobierno, que todo lo basan en la mentira y el
engaño más descarado.
_ ¿Cómo entonces pretenden en Cuba curar la
vista a los venezolanos?
_ Todo es propaganda, puro efectismo. Es una barbaridad, no tienen
controles. ¿Cómo puede usted entender que tengan un paciente hospitalizado 3 y
4 meses para operarle unas cataratas? Y nosotros, mientras tanto, pagando desde
aquí.
_ ¿No es frustrante para ustedes, por mucho
espíritu de sacrificio que conserven, ver nuestros hospitales decaer en
medio de la impotencia?
_ Es necesaria una gran dosis de masoquismo para tolerar eso. Yo
entro al hospital dando los buenos días. Si tengo suerte, me responden. Pero
estoy resuelto a que los daré, me contesten o no, puesto que eso me enseñaron
en mi casa. Luego, el rebaño de gente que pulula sin orden ni concierto. En
ocasiones, le confieso que siento todo en mi contra. Pusieron en un pasillo una
agencia de un banco, cajero incluido, que interrumpe por completo la
circulación. Cuando, finalmente, logro llegar a mi Sala lo primero que
encuentro son seis o siete gatos.
“ESTERILIZAN LAS GATAS”
¿Gatos en un hospital???
_ Si, cantidades. Hay un letrero que dice: “Las últimas cirugías que se
han hecho en el Vargas son para esterilizar las gatas”, con todo y foto. Será
porque proliferan los ratones que hay tantos gatos. Después que uno pasa los
gatos, aparece una gran zanja que abrieron hace como dos años, no se sabe para
qué propósito, pero allí sigue. Por fin llego a mi Sala y están esperando mis
pacientes y alumnos…hasta que se acaban los pacientes y me voy.
_ Pobres pacientes los suyos si caen en otras
manos…
_ Me gusta atenderlos y me gusta enseñar a los alumnos. Qué
agradable debe ser para un paciente decir “yo tengo mi médico en el hospital
Vargas”, que me atiende, que me conoce, que me trata bien. Yo no dispongo de
secretaria ni enfermera. Todo lo hacemos entre los mismos médicos. Eso enseña.
Nacimos con demasiados privilegios, nos dieron buena educación, buenos
ejemplos, estudiábamos a tiempo completo, sin necesidad de trabajar. Eso debe
ser devuelto a la sociedad. Mi deber es con mis pacientes humildes, que se
aterran cada vez que circula la especie de que yo pueda irme del hospital. Yo
estoy allí, como quien dice, atrapado y sin salida. Con la única ventaja de que
disfruto mi trabajo y hago que mis alumnos aprendan a disfrutarlo. Bromeo con
los pacientes para relajarlos un poco. Pero todo lo que necesito para mis
cursos lo llevo yo. En el hospital jamás me han preguntado “Doctor Muci, ¿usted
necesita algo…?”
_ Por lo que se ve, las clínicas privadas van por
esa línea…
_ Claro, aquí estamos por ahora. Al gobierno no le conviene acabar
con esto porque no hay otra cosa. Pero se sienten los efectos, todas las
clínicas están atiborradas de gente. Los pacientes ya no pueden ir a los
hospitales. Además, está la perspectiva de los 8 mil médicos que van a salir a
la calle, a tomar los puestos que debían tomar mis alumnos. Ellos
hicieron las cosas como se deben hacer, pero seguramente estarán en alguna
“lista de Tascón” y quedarán fuera por “escuálidos”. ¿Qué va a hacer un
muchacho en esas circunstancias? Tendrá que irse, no porque quiera sino porque
no le quedará otra opción. En otras partes serán bien recibidos pues están
excelentemente preparados. Volvemos al principio: esto es una estrategia
calculada para que todo termine así, con la mística médica perdida, los
hospitales en el suelo y el personal competente abandonando.
_ ¿Qué pasará el día en que usted deje el hospital,
que inexorablemente llegará?
_ Se acabará eso porque ¿quién va a querer una herencia de trabajo
donde no te pagan? Es obligación y es frustrante porque no puedes dar a tus
pacientes lo que sabes que necesitan. Allá se piensa hasta a la hora de ordenar
una resonancia a un paciente porque primero hay que considerar: “¿Cómo va este
pobre ser a pagarla?”.-
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