La salud en un brete
El Nacional 29 DE AGOSTO 2014 - 00:01
Me ha impresionado en estos últimos días la distancia que han puesto de por medio los ciudadanos de este país respecto de los problemas de salud que nos aquejan. El gobierno, ya lo sabemos, se enreda en sus propios tejidos de dimes y diretes y al final no resuelve nada y lo poco que hace se tranca en un enredo burocrático que parece un ovillo del cual sacar un hilo es apretar el resto y terminar en un nudo insoluble o gordiano, como gusta definirlo José Rodríguez Iturbe.
Todos sabemos de las carencias de medicamentos, que hasta los oficialistas padecen. Algunos saben además de la falta de insumos para tratamientos de diálisis y quirúrgicos, como las anestesias, las lentes intraoculares, los stent, las prótesis, catéteres, bolsas de colostomía, etc. Los menos, saben de la ausencia de repuestos y equipos nuevos.
Las autoridades gubernamentales, culpables definidos de las actuales carencias esquivan sus responsabilidades y la toma de decisiones con argumentaciones sin peso específico y palabras vacías. Muchos hemos venido dando alertas por la prensa y en nuestras columnas de opinión, repetidamente y con creciente mortificación. De nada ha valido. Ya no sabemos que lenguaje utilizar, a que Santo rezar ni cual panorama pintar.
Ha sido inútil la mortificación; el camino del desastre en la atención médica ya se inició. Desafortunadamente las estadísticas son números que no piensan ni se pueden esconder. No afrontar los problemas de salud a tiempo y con constancia hace que el incremento de los mismos sea exponencial. Lo que hoy es curable, mañana no lo será y flagelos casi desaparecidos como el paludismo y la tuberculosis han reaparecido y otros regresarán con más fuerza y mayor inquina. Las invalideces por enfermedad se incrementarán y un país joven, hoy con pocos inválidos, verá aumentar la necesidad de una asistencia social más extendida que cubra esas necesidades, cuando apenas nos iniciábamos en las coberturas de desvalidos, inválidos, enfermos crónicos y enfermedades catastróficas.
Nuestro futuro de asistencia sanitaria, a todos los niveles, de angustioso y gris pero lleno de esperanzas, se ha tornado en triste, oscuro y desesperanzado, que en este caso significa regresar a las cifras estadísticas de salud de los primeros 50 años del siglo XX. Cuando otros países, al igual que nos tocó a nosotros hacerlo en su momento, rozan las estadísticas maximizadas del siglo XXI, aquí por descuido, enredo, negligencia, sordera y maldad, vamos para atrás.
Nuestra capacidad de atención médica tan excelente en el pasado y tan desilusionante hoy, representa una frustración más para el venezolano que había logrado aceptar y comprender la medicina moderna, con sus sofisticados procedimientos diagnósticos y terapéuticos y con medicinas maravillosas de probada efectividad que habían desplazado la charlatanería, el chamanismo, la brujería y competían con ventaja con algunas de las otras medicinas alternativas. Ahora, para desgracia colectiva, nos vemos relegados a esperar para ver, rezar y pedir auxilio a santos milagrosos, a aguantar callados y a pensar de forma determinista que es un destino del que no podemos escapar.
Estamos demasiado callados. Demasiado quietos. La inercia de todos es conmovedora. Estamos paralizados. La desgracia nos embarga paulatina e implacablemente y aquí estamos: quejándonos y buscando y haciendo colas para ver si conseguimos algún remedio igual o parecido al prescrito por el médico y no es muy tarde para continuar el tratamiento interrumpido.
¡Qué pasividad más absurda! Todos somos culpables, unos por no haber hecho lo que debían y otros por haber aceptado esta situación.
@arequena
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