A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

sábado, 16 de agosto de 2014

¿Por qué escribimos los médicos? Dr. Rafael Muci Mendoza. Introducción

Sección I - Editorial
Rafael Muci-Mendoza 2013-5-58-I-68
Academia Nacional de Medicina. Boletín virtual. 
Editorial, octubre de 2013
¿Por qué escribimos los médicos…?
Las visiones placenteras de Dulcinea... 1
Rafael Muci-Mendoza
Mi actividad como ¨escritor¨, si es así como pudiera llamarse una simple afición,
comenzó ya hace muchos años cuando esporádicamente enviaba artículos a la
prensa, especialmente al Diario El Nacional, casi todos con un tono de amarga
denuncia referente a las carencias de mi Hospital Vargas de Caracas; tantas
décadas después todavía insatisfechas... Un día de 1988, recibí una llamada de la
redacción del desaparecido Diario de Caracas, donde se me pedía colaboración para
un segmento dominical llamado ¨El Especialista Invitado¨, que formaba cuerpo con
la Revista Magazine insertada en dicho periódico. Cuando inquirí acerca del ¿por
qué yo?, se me dijo que había sido recomendado por el doctor Augusto León de la
Academia Nacional de Medicina en la certeza de ¨que lo haría muy bien¨. Recibí el
comentario y la invitación con el orgullo del alumno a quien su antiguo maestro le
reconoce un don que él mismo ignoraba. Allí escribí por poco tiempo pues el diario
y la revista desaparecieron sin dejar rastro. Posteriormente, a pedido del doctor
Andrés Mata Osorio, Director del Diario El Universal de Caracas y ocasional
compañero de trote, comencé a escribir una columna sabatina de salud para la
comunidad, que, empleando el más hermoso dictado de la escuela hipocrática
llamé, ¨Primum non nocere, Primero no hacer daño¨. En una carta del 18 de agosto
de 1992 recibí un espaldarazo del escritor Ibsen Martínez, quien así se expresó,
¨percibo en su columna algo que va más allá de la intención divulgadora y que me
atrevo a llamar ¨perplejidad fecunda¨ ante el fenómeno humano…¨ Y desde
entonces no he parado, he continuado escribiendo, siempre dándole gracias al
Señor por permitírmelo y disponer de algún público que me lea y disfrute de mis
escritos…
Debo dejar sentado que no me atrae para nada el tema político, quisiera escribir
solo de medicina y de los dramas y verdades de mis pacientes y el impacto y
congoja que ellas producen en mi ser; ha sido para mí un deber señalar las
injusticias agravadas contra mis enfermos pobres y desamparados del Hospital; sin
embargo, me he visto obligado a sumergirme en las turbias aguas de lo político
porque considero una obligación moral y ciudadana teclear cuartillas en mi
computadora contra la injusticia deparada por la intromisión castro-comunista
desde 2001, cuando dirigiera a través del Diario El Universal una carta abierta al
embajador cubano. De allí en adelante he ejercido mi libertad de pensamiento
publicado en forma semanal, y mis artículos han sido bienvenidos, al punto de que
me han concedido inmerecido sitial preferencial en día domingo al lado de
reconocidos columnistas.

1
De mi libro, ¨Primum non nocere, primero no hacer daño. Vivencias de un médico del Hospital Vargas de
Caracas¨, Clínica El Ávila, 2004. P.623-629.2
Los médicos somos espectadores de diversas aristas de la vida; los salientes
dramáticos del existir no nos son para nada extraños; hasta podría decirse que nos
persiguen. A lo largo nuestro ejercicio profesional, muchos médicos hemos
observado tal vez con gran interés, con malicia o con desdén, hechos inusuales,
extraños, curiosos, risibles e inclusive grotescos o extravagantes, que, por carecer
del rigor científico que se nos exige al publicarlos, bien por su contenido o su
crudeza, pocas veces son compartidos con otros colegas y el público general. A
veces porque el lenguaje utilizado no es el socialmente aceptado, o porque los
hechos tocan tabúes sociales, o simplemente porque pensemos que no interese a
nadie lo que hayamos vivido.
La doctora Rita Charon acuñó el término ¨medicina narrativa¨2
referido a las
habilidades que permiten reconocer, asimilar e interpretar las historias de
enfermedad y ser conmovidas por ellas; afirma que la medicina actual, aunque muy
competente en términos científicos, en muchas ocasiones no puede ayudar al
enfermo a luchar contra la pérdida de su salud, pues por nuestra formación somos
incapaces de escuchar y ayudar a los pacientes y a comprender más y mejor los
padecimientos de la enfermedad que van mucho más allá de los síntomas de la
misma y de nuestra capacidad de empatía.
Podría entonces uno preguntarse, ¿Por qué la lista de médicos escritores en tan
vasta? ¿De dónde proviene esa vena de escritor que nos posee a muchos médicos?
¿Por qué escribimos tanto? ¿Por qué nos sentimos compelidos a poner en palabras
los dramas y alegrías que nos depara nuestro apostolado? Don Pedro Laín Entralgo
(1908-2001), médico, historiador, ensayista y filósofo español intentaba una
explicación al escribir en 1973: ¨Por mi parte, y aun sabiendo que mi idea no pasa
de ser una provisional hipótesis de trabajo, me atrevo a pensar que los móviles del
médico-novelista español pueden tipificarse mediante la siguiente serie de
propósitos: evasión (la del médico que hace literatura, como podría pintar o cazar,
para olvidarse de partos y sajaduras); ilustración (la de quienes pretenden enseñar
al vulgo, y lucirse de paso en la suerte […]); utopía (la de aquellos adelantados de
la actualísima ciencia-ficción […]); denuncia (la de quienes, a la vista de la injusticia
política y social que con tan dramático relieve muestra a veces la enfermedad,
pintan con crudas tintas la áspera realidad humana que les rodea); y redención (el
propósito de los que enderezan su denuncia o protesta al logro […] de un mundo en
cuyo seno imperen la justicia y el amor) ¨.
Y es que el contenido de nuestras vidas está teñido de accidentes conmovedores en
medio de un ambiente melancólico de angustias y emociones como son el
sufrimiento, la pobreza, la exclusión, la injusticia, el dolor y los linderos del tema de
la muerte; y así, la afición a escribir es lógica consecuencia del rico repertorio por
donde los clínicos paseamos nuestra cotidianidad, pues aunque como otros somos
espectadores de la vida, la vemos en un plano distinto al tener más ocasiones de
presenciar el lado dramático del existir necesitando además, expresarnos ante la
injusticia que nos rodea, que trata de alcanzarnos y hasta logra hacerlo; así que
consideramos que escribir suele ser un acto creador, una reacción compensadora y
saludable.
Nunca me canso de agradecer a mis pacientes cómo me han hecho madurar como
ser humano y como médico; reconocer cuan enriquecido llego a diario a mi hogar

2
Charon R. Narative Medicine Honoring the Stories of Illness. Oxford: Oxford
University Press; 2006.

luego de haber representado junto a ellos y en el tablado sin espectadores de mi
consultorio, parodias, tragedias, comedias y tragicomedias; sublimes experiencias
para ser contadas y puestas por escrito…
¡Qué don tan maravilloso el que nos ha sido dado a los médicos y sin pedirlo…!
Atravesamos con profundo respeto el dintel de la intimidad de nuestros enfermos
gracias a su bondad y su confianza en nosotros. Lo menos que podemos hacer para
ser dignos de ellas, es acumular esos retazos vivenciales para que formen una
colcha con cuadros de risas y tristezas, alegrías y pesares, sentimientos de orgullo
por el deber cumplido pero también, de extrema culpa por tantas fallas… El lado
dramático de la vida del enfermo es en ocasiones sólo presenciada como un hecho
de interés científico, sin resonancia afectiva; su sufrimiento no es compartido ni su
soledad en medio de la multitud, acompañada; de no entenderlo estamos
condenados a un ejercicio llano y homogéneo, a un insípido pasar por la vida…
Leamos pues con detenimiento el drama de un día cualquiera en la vida de un
médico, el de Dulcinea, mi paciente…
Continúa con "Las visiones placenteras de Dulcinea..."

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