Dulcinea... 3
Parte I
Lazos de amistad han atado nuestras vidas por más de 10 años. Amistad
fundada en el afecto y respeto mutuos. Ella ha sido leal conmigo y a mi vez,
al curarle, he tenido cuidado de no infligirle más daño. Me visita
periódicamente y cada vez, me obsequia con las mismas quejas. Para ser
sincero, ni mis pobres conocimientos ni mi esfuerzo, han podido resolverle
ninguno de sus achaques y me he preguntado por qué aún no ha cambiado
de médico, y el por qué, siempre risueña me saluda...
Numerosas enfermedades crónicas, irreversibles e insolubles, se encuentran
claveteadas a sus 85 años; “tejas rodadas” —las llamo yo—, consecuencias
del uso y del abuso de tantos días con sus noches, de tanta lluvia y sol
ardiente tolerados. Cada vez que he pensado en subirme a su frágil techo a
cogerle esas goteras del tiempo, dudas y temor he sentido. Me preocupa y
me detiene el que a pesar del esmerado cuidado que ponga al hacerlo, no lo
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De mi libro, ¨Primum non nocere, primero no hacer daño. Vivencias de un médico
del Hospital Vargas de Caracas¨, Clínica El Ávila, 2004. P.623-629.
logre, y lejos de poner en su sitio aquellas dislocadas, a lo peor, le quiebre
muchas otras en el intento... El sentido común y lo rajadizo de su condición
de anciana, así parecen imponérmelo. Si no le voy a solventar sus
problemas de salud en forma efectiva, ¿para qué crearle otros peores?
Nunca me he arrepentido de mi cautela y parquedad en los remedios que le
he indicado: ¡mientras menos y por el menor tiempo, ha resultado mejor!
Obesidad, enfermedad degenerativa y dolorosa de las grandes coyunturas
que soportan peso, esa llamada artrosis: rodillas y columna lumbar, un
corazón que por épocas late revuelto y rocanrolero, estreñimiento pertinaz,
insomnio, tensión sistólica alta, pero especialmente, una degeneración
macular relacionada con la edad, son parte del largo muestrario de sus
aflicciones. ¡Goteras agavilladas para ponerle zancadillas a una vida feliz!;
pero ella, no ha hecho de la hojarasca bullangera el centro de su vida; antes
bien, ha llevado su plomizo lastre con dignidad, resignación, objetividad,
paciencia y una perenne sonrisa en sus labios...
Alguien me pidió que pesquisase una causa general, ¨circulatoria¨, para su
deterioro visual. ¡Nada que ver! Antes llamada senil, a esa degeneración
macular se la relaciona ahora con una misteriosa noxa empalmada al paso
de muchas lunas, porque no sólo los seniles la sufren. Es una suerte de
maldición desconocida, un conflicto entre espectros de luz dañina y falla de
antioxidantes, dirigida hacia ese sitio tan importante como vulnerable de la
retina: la mácula lútea, así llamada por el color amarillento que exhibe en el
ojo del cadáver.
Llamémosla Dulcinea Carialegre, mujer muy querida de su marido fallecido
que fuera, con sus cacheticos de arrebol y un toque alegre siempre prendido
a su rostro, había perdido irremisiblemente su visión central, y nada podría
hacerse por traérsela de vuelta. Pero por fortuna, conservaba y conservaría
su visión periférica y nunca se quedaría totalmente ciega.
Al leer mis palabras, cada letra que usted va identificando está siendo
enfocada y rastreada nítidamente en la fóvea de sus máculas, una pequeña
depresión de un milímetro de diámetro ubicada en la retina central de sus
ojos; yo la llamo la ¨abeja reina de la colmena¨, esa perteneciente a una
casta de abejas melíferas, única hembra fértil que pone huevos fecundados;
gracias a su existencia la colmena es presencia que vive y palpita; gracias a
la otra, el hombre con ayuda de su inteligencia y libre albedrío, plantó su
huella en la luna. Ungida por los dioses, fue destinada a ser el asiento de la
mayor exquisitez visual. Pero al leerlas, también podrá notar que al mismo
tiempo puede ver toda la página del periódico, aunque sin tanta nitidez. A
esto último llamamos visión lateral o periférica, mediada por el resto de sus
neuronas retinianas. La claridad con que lee mis palabras se debe a que sus
fóveas están sanas. De dañarse, el área central de lectura sería —según el
caso—, velada, difusa, oscura, distorsionada o totalmente negra, así que no
podría leerme o la haría con mucha dificultad... Tal era la lastimosa situación
de Dulcinea, un boquete negro en el centro de su campo de visión... Los médicos
ignoramos el por qué adultos mayores desarrollan esta
limitante condición, que poco tiene que ver con el estado circulatorio general
del individuo y mucho con el continuado desgaste orgánico. La fina
estructura que forma el revestimiento más interno de su ojo: la retina, es
una prodigiosa membrana muy sensible a cambios en su metabolismo y
aporte sanguíneo. No sabemos por qué comienzan a crecer desde la coroides
-otra membrana que colinda externamente con la retina-, vasos
anormalmente frágiles, endebles y entrometidos, justamente debajo de la
retina central y de la fóvea. Y son defectuosos porque son un mal continente
para la sangre, al permitir con su ruptura, su escape, un derrame purpurino
que destruye los elementos nobles de la retina: los fotorreceptores, la
película fotográfica de la retina, células especializadas para captar luz, color,
textura, en fin, imágenes, las cuales son dañadas a permanencia, y una vez
que pone en marcha este proceso no parece haber quien la detenga. En
ocasiones el oftalmólogo destruye estos finos vasos, vainosos e invasores,
quemándolos con rayos láser; pero dada la cercanía al área de mayor
definición visual puede transformarse el tratamiento —cuando es conducido
por manos desatinadas— en un verdadero desastre... En otras personas
afortunadas nacidos décadas después que Dulcinea, se ha permitido su
detección más temprana y el que pueda inyectarse dentro del ojo mismo
una sustancia, una forma de anticuerpos monoclonales llamados
antiangiogénicos, milagro de la ciencia y la tecnología, que inhibe su
crecimiento, que hace retroceder e involucionar los vasos descarriados.
Unos cinco años después de que Dulcinea perdiera su visión central, un buen
día y muy de pasada, me reveló que cuando fijaba su vista en algún sitio,
comenzaba a ver ¨grupos de vaquitas pastando, grandes y pequeñas,
marrones y con pintas blancas, en movimiento y hasta puedo reconocer a
una que está amamantando su becerro...¨. La escena era vívida. Me acotó
que cuando era niña solía ver cuadros similares en los paisajes bucólicos de
la finca de su padre. En aquella, su aparición, sólo alcanzaba a reconocer las
vacas criollas, no así las otras, las Holstein, que su padre también poseía.
Bastaba con cambiar la posición de su mirada para que el pastoril y animado
paisaje desapareciera. Pero a la inversa, por propia voluntad podía
transportarse a la finca paterna, posando sus ojos fijamente a algún objeto.
-¨Además —prosiguió—, veo dos vírgenes... En mi colegio había dos
estatuas muy lindas, una de la Inmaculada Concepción, con su túnica azul
cielo y sus radiantes manos, y la otra, la Mater Admirábilis, una María
adolescente vestida de rosado. Las dos son chiquiticas y se me aparecen una
superpuesta a la otra...¨ Las escenas visuales eran disfrutadas
plácidamente, y más que desconcierto o temor, ¨traían un consuelo a mi
pena¨. Cuando una hermana supo lo que le ocurría, le dijo: -¨Yo te tenía por
una persona cuerda, pero ahora me haces dudar...¨ Tres años transcurrieron
antes de que Dulcinea me enterara con su sonrisa sempiterna y el ánimo
sereno, del extraño fenómeno del que era partícipe...
Dulcinea alucinaba. Subjetivamente, percibía hechos inexistentes como si
estuvieran allí mismo, frente a sus ojos. En las personas dementes,
psicóticas o en los esquizofrénicos ocurre algo similar, voces o imágenes
amenazadoras que te acusan o te agreden, te humillan y te aterran y son
vividas con gran miedo y agitación del ánimo. Pero las de Dulcinea eran
bienvenidas, sabía que no eran reales y nunca les había concedido mayor
importancia, no tenían para ella la categoría de enfermedad. Por mi parte,
tampoco me inquietaba su estado mental: ¡Siempre tan serena, tan
ecuánime, tan aplomada! Me limité a oír su relato con fruición, a
maravillarme con su revelación, a pedirle que me diera más y más
detalles..., a diferencia de su hermana, por mi mente nunca pasó la idea de
que Dulcinea estuviera enloqueciendo. No sería pues necesario, pedir la
intervención de un psiquiatra, inundarla con tecnicismo inútil y costoso:
tomografías o resonancias magnéticas de su cerebro, y mucho menos
indicarle peligrosos tranquilizantes o antipsicóticos para tratar MI ansiedad,
que no la suya... En su relato yo había reconocido a un viejo reputado, ¡al
síndrome alucinatorio de Charles Bonnet!
En la próxima entrega, tal vez les relate cómo conocí a este antiguo amigo...
Las visiones placenteras de
Dulcinea...
Parte II
¿Qué cómo conocí a Charles Bonnet? ¡Caramba...! Me obligan a retroceder
en el pasado: más de una cincuentena de años atrás, cuando todavía los
oftalmólogos extraían las cataratas que robaban la visión de sus pacientes
lujándolas con una pequeña ventosa y luego, los enviaban a la sala a yacer
inmóviles en sus camas y con los ojos vendados por espacio de cuatro o
cinco días, a objeto de permitir que cicatrizaran las toscas heridas infligidas
por gruesos cuchilletes en los delicados tejidos oculares. La tecnología de
entonces, con sus burdas agujas e hilos de seda virgen poco sofisticados, no
podía darse el lujo de la cirugía ambulatoria de hoy día donde el paciente es
operado por la mañana y enviado de vuelta a casa en la tarde...
Estudiante de medicina que yo era, muy jojotico, curioso y maravillado por
ese nuevo mundo que comenzaba a transitar, fui aventado por mi recordado
hermano Fidias Elías, también estudiante entonces, al Servicio de
Oftalmología del Hospital Vargas de Caracas. Tiempos dorados aquellos de
mi queridísimo Hospital... A ambos costados de la limpia y brillante sala, se
alineaban camas y pacientes. Algunos conversaban amenamente y sin
estridencias, esperando por su cirugía; otros, recién operados de cataratas,
más parecían hileras de muertos de un funeral colectivo: Espalditendidos,
inmóviles, con los ojos cubiertos por vendajes y la sábana blanca lisita
cubriéndoles hasta a la altura de las tetillas... Pero no, estaban muy vivos y
conscientes de que cualquier movimiento podría causarles pérdida de la
operación y de la visión. Quizá sumergidos en oscuras cavernas,
incomunicados visualmente, abandonados al silencio cerebral y sus
rebullones: pájaros de mal agüero, a sus propias fantasías, esperando por el
momento en que se retirarían las vendas. Y fue precisamente allí cuando
ocurrió el fenómeno:
Una algarabía nacida en la cama 8 atrajo nuestra atención. Dos médicos y
una enfermera, trataban vanamente de sujetar y tranquilizar a un viejecito
que ya tenía cuatro días de operado e intentaba incorporarse de su cama.
Hacía enérgicos movimientos tratando de quitarse de encima algún invisible
ente. Sufría de alucinaciones visuales complejas, que describía como
culebras que salían de las cabezas de gentes ilusorias y de su propio cuerpo,
y aunque sabía que eran visiones imaginarias, intimidaban su ánimo.
Siempre el mismo tema, en vívido tecnicolor, en movimiento... Sólo el sueño
era capaz de abatir esas visiones inquietantes. Su estado mental, su
memoria, su pensamiento abstracto eran completamente normales;
igualmente, su condición emocional premórbida. Luego de mucho batallar
con el ancianito, los médicos decidieron retirar los apósitos que cubrían sus
ojos y de inmediato, a las encrestadas olas de aquel mar picado en medio de
la tormenta interior, sobrevino la calma chicha... Los galenos discutieron
sobre la condición del provecto. Los lugares comunes y sus titubeantes
comentarios no hicieron sino demostrar la superficialidad de sus
conocimientos, su ignorancia sobre el drama que acababa de producirse y
más triste y peor aún, ¡la poca curiosidad que en ellos el percance había
despertado! Quizá recordando la certitud del dicho criollo, que ¨en pelea de
burros no se meten los pollinos¨, mi hermano, tan versado como era en
tantas cosas, optó por guardar silencio, observó y finalmente miró hacia mí,
encontrándome boquiabierto, con los párpados desmesuradamente
retraídos, y muy sobrecogido por la situación que había presenciado. Con
disimulo se acercó a mi oído y en queda voz me dijo...
-¨Rafa, ¡Te presento a Charles Bonnet y su cortejo sintomático...!¨
Nacimiento | 13 de marzo de 1720 Ginebra |
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Fallecimiento | 20 de mayo de 1793 ibíd. |
Charles Bonnet (1720-1793), naturalista y filósofo suizo, en su “Ensayo
analítico sobre las facultades del alma” (1760) sostuvo que toda la actividad
mental era gobernada por factores fisiológicos. En dicho estudio, describió
las alucinaciones visuales experimentadas por su anciano abuelo, quien
gozaba de excelente salud, pero cuya visión había perdido por causa de unas
cataratas. El viejo veía personas, animales y otras formas inexistentes. Se
recreaba con las apariciones y en ningún momento las confundía con la
realidad. En una época donde muy poco se conocía sobre el asiento de los
sentidos en el cerebro, Bonnet especuló que las imágenes eran originadas
por la parte del cerebro a la que corresponde la visión... El oscurantismo
premió su osado pensamiento con epítetos de fatalista y materialista. Y por
fuerza del destino, más tarde él mismo se quedó ciego, debió abandonar la
historia natural y dedicarse con gran fructuosidad a la filosofía,
experimentando después, síntomas similares a los que aquejaron a su
abuelo...
Oliver Sacks en 2009 | |
Nacimiento | 9 de julio de 1933 (81 años) Londres, Inglaterra |
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Campo | Psiquiatría, Neurología |
Figura 3. el doctor Oliver Sacks famoso neurólogo y
filósofo hablando en un video acerca del síndrome que lleva el nombre del
naturalista.
http://www.youtube.com/watch?v=SgOTaXhbqPQ&list=TLbi6KzasPHIA
Desde aquel entonces, ha sido empleado el epónimo para describir
alucinaciones visuales de naturaleza placentera o neutra, que ocurren en
personas con claridad mental, sometidos a privación sensorial. Así, se le ha
descrito en prisioneros de guerra en aislamiento; sujetos perdidos; con
privación del sueño; que realizan largos viajes en automóvil o avión; o a
quienes se les vendan los ojos. Numerosas enfermedades visuales pueden
evocarlo al enceguecer al paciente: cataratas, nubes corneales, glaucoma,
desprendimientos de la retina y la atrofia bilateral del nervio óptico. Como
en el caso de nuestra Dulcinea, la degeneración macular relacionada con la
edad es capaz de inducirla hasta en 12% de los casos bilaterales.
El término alucinación puede ser definido como un síntoma en el cual una
persona afirma ver algo o se comporta como si viera algo que otros
observadores no pueden ver. Es posible que ocurra en personas sanas; así
entre los niños preescolares, las alucinaciones con forma son muy comunes,
y pueden llegar a ser tan sistematizadas, que el niño puede crear
compañeros imaginarios, humanos o animales. El sujeto esquizofrénico con
grave perturbación mental, siente que sus pensamientos son revelados y
comunicados en palabras por gentes invisibles, creyendo que realmente
existen perdiendo así, contacto con la realidad. A diferencia del sujeto
normal, el componente auditivo (voces tenebrosas) está a menudo presente.
Vivaz, mi querida Dulcinea Carialegre, en su sombrío drama de adquirida
ceguedad, descubrió, padeció y disfrutó el contrasentido del síndrome de
Charles Bonnet. Bondadosa y confiada, me obsequió su intimidad, sus
vaquitas, sus vírgenes y sus paisajes placenteros, señalándome de paso,
otro de los muchos privilegios de ser médicos, el de poder asomarnos
científica y humanamente a contemplar la compleja grandiosidad de la
imaginería cerebral almacenada en nuestras neuronas y evocada por una
forma de desprivación sensorial: La ceguera.
rafael@muci.com;
rafaelmuci@gmail.com
NOTA:
El Hospital Vargas o bien "Hospital Doctor José María Vargas ", es un centro de salud que tiene valor histórico y patrimonial localizado en elMunicipio Libertador del Distrito capital al oeste de la ciudad de Caracas, al centro norte de Venezuela.
Fundado el 16 de agosto de 18881 surge por iniciativa del entonces presidente Juan Pablo Rojas Paúl.2 En su construcción participó Calixto González quien fuese alumno del doctor Vargas. Los trabajos se extendieron hasta el 5 de julio de 1891 cuando se procedió a su inauguración formal
Aparte de sus funciones como centro de salud cumple funciones educativas mediante un acuerdo con la Universidad Central de Venezuela. Recibe su nombre del Doctor José María de los Dolores Vargas Ponce quien fuese un destacado médico, profesor, científico, escritor y político venezolano, que ejerció la presidencia de Venezuela entre 1835 y 1836.
Fundación Hospital Vargas de Caracas
– 16 AGOSTO 2011
Como profesor de anatomía, inauguró las disecciones de cadáveres, procedimiento que era sumamente novedoso para la época, lo que le confirió extraordinaria reputación como docente. En 1827 fundó la Sociedad Médica de Caracas, con la cual se comenzaron a practicar reuniones científicas en el país. Durante este período desarrolló además una amplia labor de investigación en el área botánica, que le llevó a establecer relaciones con hombres notables de esta ciencia en el mundo entero. Como ejemplo de esta circunstancia, tenemos que De Candolle, uno de los más grandes botánicos de la época, bautizó algunas plantas con el nombre de Vargasia en homenaje a los trabajos realizados en la materia por Vargas.
En 1829, al ser fundada en Caracas la Sociedad Económica de Amigos del País, Vargas fue designado su primer director. Una vez concluido su rectorado, Vargas se dedicó de lleno a la instrucción, fundando en 1832 la cátedra de Cirugía. Por otra parte, simultáneamente con sus actividades científicas y educativas, Vargas tomó parte en las actividades políticas, asistiendo al Congreso Constituyente de 1830, donde desplegó una gran actividad en las comisiones de trabajo, en las sesiones plenarias y en mucha oportunidades salvó su voto al estar en desacuerdo con algunos planteamientos del Libertador, lo que no obstante, no le impidió ser nombrado ese mismo año como albacea testamentario de Bolívar.
Con la salud quebrantada, se trasladó después a los Estados Unidos, recibiendo honores en muchas sociedades científicas. Murió en Nueva York el 13 de Julio de 1854. Sus restos reposan actualmente en el Panteón Nacional. La tierra donde nació convertida en estado, lleva su nombre, y la masonería venezolana, aun le rinde homenaje, por su acción cultural para impulsar el progreso de Venezuela.
El 16 de agostode 2011 se cumplen 123 años de la fundación del Hospital Vargas. Esto es motivo para recordarlo como el primer centro de salud donde se inició la enseñanza clínica de la Facultad de Ciencias Médicas.
Constituye, por otra parte, el núcleo de origen y la sede principal de la institución docente que todos conocemos con el nombre de ese insigne venezolano: José María Vargas. A este ilustre médico se le atribuye la reforma de los estudios médicos y la fundación de la Facultad Médica de Caracas.
Orgulloso de este insigne venezolano, un homenaje a este gran centro Hospitalario que rinde tributo a este Icono de Venezuela representados en cada uno de los médicos, enfermeros y personal que a diario con esfuerzo y ahínco luchan por cuidar la vida de otros seres.
Andrés Valenzuela
Periodista/Redactor
Iconos de Venezuela
miércoles, 11 de julio de 2012
Humillación del Vargas
Por Rafael Muci-Mendoza, 01/07/2012
En un sucucho, un espacio más para damnificados dignificados, deben operar los cirujanos…
121 años después... Y allí sigue medio en pie mi hospital, soportando la dura tormenta de olvido y vesania de manos de sus cuidadores, o tal vez llamémosles asesinos, que en esta nueva Venezuela del socialismo ignoran angustias, obligaciones y reclamos, y destruyen todo cuanto debía ser preservado, dejando yermo terreno como Othar, el caballo del inflexible Atila, sinónimo de crueldad y barbarie, Flagelum Dei... ¡Qué falta de humanidad! Los directores de hospitales son los Othar del dictador; todos poseídos de indiferencia rampante, todos olvidando que su deber ser es hacia el paciente y no hacia el destructor mayor.
El reciente grito de ayuda del anestesiólogo doctor Daniel Sánchez, que también decidió quedarse en el noble recinto, más parece un desgarrador lamento en el desierto: "Hace aproximadamente 5 años nos derrumbaron los quirófanos con la promesa de que en 8 meses volveríamos con unos quirófanos modernos e inteligentes". Como respuesta hoy les entregan una residencia médica sin agua y sin quirófanos. En un sucucho, un espacio más para "damnificados dignificados", deben operar los cirujanos. Tres de sus colegas han renunciado. Una tragedia como tantas. El Gobierno habla siempre en futuro nebuloso, habla de una dignidad que no posee; nada noble tiene qué mostrar en el presente.
Algunos médicos decidieron irse del hospital y del país; otros nos quedamos, pues seguro estamos que vendrán auspiciosos tiempos donde realmente se respete la vilipendiada dignidad del ciudadano, ahora disminuido y trocado en pordiosero por el poderoso con pies de barro.
El imperio de los hunos murió con Atila; "Atila, rey de los hunos y saqueador de las provincias de Europa, fue atravesado por la mano y la daga de su mujer", y los votos de esa mujer se llamarán Venezuela.
Publicado por:
Hospital Vargas de Caracas
Posted on 28 agosto, 2012 by Todos Unidos por Venezuela
Descubriendo la historia del Hospital Jose Vargas de Caracas HVC, baluarte de la mejor tradición de asistencia médica venezolana y cuna de la escuela de medicina J.M.Vargas de la Universidad Central de Venezuela, TODOS LOS QUE EN EL HOSPITAL VARGAS, FUIMOS ATENDIDOS O EDUCADOS, APOYAMOS AL HOSPITAL
Hospitales inhóspitos… por Dr. Rafael Muci-Mendoza
El hospital está militarizado, la ineficiencia se entronizó, la compasión no existe… De acuerdo al DRAE el vocablo “hospital” tiene origen en la voz latina “hospitalis”, que significa “afable y caritativo con los huéspedes”.
Los hospitales deben, pues, brindar “hospitalidad” o “virtud que se ejerce con los menesterosos y desvalidos, dispensándoles buena acogida y recibimiento, y prestándoles la debida asistencia a sus necesidades”.
Veinticinco siglos atrás, Platón (Atenas, 427-347 a.C.), en un notable pasaje de “Las Leyes”, describía dos tipos de relaciones entre médicos y pacientes; se me antoja adscribirla ahora a la relación del Estado y el enfermo: una que denominó medicina beneficiosa para los hombres libres, dechado de buen hacer; y la otra, la medicina de esclavo, empírica, con aires de conocimiento absoluto, brusca y dictatorial, donde la prisa domina y nunca se dan explicaciones.
Hemos caído en el profundo bache de la barbarie; sabiéndose a buen resguardo, los burócratas han mostrado profunda indiferencia ante el dolor humano.
Un caso es del Hospital Vargas de Caracas, oráculo de la medicina nacional. Hasta hace poco los pacientes agitados o en estado estuporoso morían dentro de las salas por fractura del cráneo al caer de camas sin barandales. Ahora también fallecen fuera de ellas.
Hace 4 años abrieron unas trincheras a todo lo largo de los patios centrales en la vertiente oeste de las salas de medicina y cirugía. Pocos días atrás un desventurado paciente, ya de alta, cayó en la zanja, tuvo una fractura de cráneo y falleció. La dirección parió una idea luminosa, prohibir a los internados salir de las salas…
El hospital está militarizado, la ineficiencia se entronizó, la compasión no existe, la responsabilidad es palabra inexistente, el compromiso con el paciente también lo es, sólo hay medicina de esclavo.
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