A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

domingo, 31 de agosto de 2014

¡Cuán lejos estamos en Venezuela de la noción de la pradeia helénica y qué rápido nos hemos hundido en la barbarie donde la areté no existe...!


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Elogio del bárbaro...

Rafael Muci-Mendoza



¡Cuán lejos estamos en Venezuela de la noción de la pradeia helénica y qué
rápido nos hemos hundido en la barbarie donde la areté no existe...!

Los bárbaros son individuos que carecen o no de educación, que con una
costra de ínfimo conocimiento o no medran en los comederos de gobiernos
dictatoriales socialistas pudiendo desempeñar cualquier ministerio para los
cuales no están preparados; insinceros y descarados, ello les permite
también cambiar de un ministerio a otro, o ejercer dos cargos al mismo
tiempo sin pizca de rubor. Se emplea el término barbarie referido a un
estadio de evolución cultural en las sociedades humanas intermedias entre el
salvajismo y la civilización; entre nosotros tira más hacia el salvajismo,
hacia el mito del ¨buen salvaje¨; se expresa como una forma de crueldad
proveniente de la ignorancia, de la estupidez, del error, de la
superstición, de las preocupaciones, del resentimiento que niega la plena
humanidad de los demás; resumido, es parto de los montes ante la falta de
educación, instrucción y talento.

Para los antiguos griegos el proceso de crianza de los niños, era entendida
como la transmisión de valores (saber ser) y saberes técnicos (saber hacer)
inherentes a la sociedad; la tékhne iatriké, emparentada con la rosa de los
vientos, el astrolabio y el sextante señalaba el camino cierto y contenía
extraordinaria sabiduría al postular, ¨un saber hacer, sabiendo por qué se
hace, lo que se hace¨. El término pradeia en su acepción de formación o
educación y cuya máxima aspiración era llegar a construir un tipo ideal de
hombre marcado por la virtud o areté, siempre ligada al honor, que le hacía
apto para cumplir sus deberes cívicos a través de la adquisición de un
amplio conjunto de dones que englobaba gramática, retórica, poesía,
matemáticas, filosofía y gimnasia. Todo ello dotaba al ciudadano de
conocimientos y cuidado sobre su propia persona y sus expresiones.


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Cuán lejos estamos en Venezuela de la noción de laq pradeia helénica y que
rápido nos hemos hundido en la barbarie donde la areté no existe...

Tenía yo cerca de ocho años... Nuestra casa en Valencia tenía un amplio
jardín y a pesar de que los varones colaborábamos en su mantenimiento,
debíamos también dedicar largas horas al estudio pues esa era la prioridad
impuesta por nuestros padres. Era por ello que a tal fin siempre se empleaba
un muchacho necesitado proveniente de áreas pobres cercanas a la ciudad, uno
que pasaba a formar parte de nosotros, los ¨muchachos¨ de mi casa. Allí
conocí a Ismael..., tímido, buenote y bien mandado, lampiño y pálido,
esmirriado y de inteligencia limítrofe quizá por tanta malnutrición
almacenada, con caries dentales a la vista parcialmente ocultas tras el
grueso sarro de la ausencia de un cepillado dental. Apenas habrían
transcurrido dos días de su llegada a casa cuando presencié una tarde lo que
después conocí en mis estudios médicos como un ¨escalofrío solemne¨. Tirado
en una mullida alfombra persa que mi madre le extendió en el suelo pues no
toleraba la cama, en su pecho desnudo pude ver con exaltado asombro los
brincos del enérgico palpitar de su corazón, su inquietud, su temor a la
muerte, su ansiosa expresión facial, tiritando y sus dientes haciendo ruidos
como las castañuelas que solía tocar mi hermana Josefina, al tiempo que
hacía movimientos parecidos a convulsiones causados por contracciones y
relajaciones musculares rápidas -supe luego que era la manera como el cuerpo
genera calor cuando siente que hace frío-. Media hora después ardía en
fiebre de 41º C, pronunciaba incoherencias, le dolían cabeza y músculos y su
pálida cara se había sonrojado. Mi madre guariqueña, hija de sobrevivientes
de aquel clausurado pueblo de Parapara de Ortiz, mucho que conocía de casas
muertas, sufrimientos y de pérdida temprana de muy cercanos afectos; con su
presencia angelical y en su bondad infinita lo atendió... Sentada a su lado,
se sucedían las compresas frías de agua de tinajero en la frente, un guarapo
de tilo caliente con una aspirina de Hoffmann y una gruesa colcha era todo
cuanto podía prodigarle. Lo vi todo: El período frío, ese que inició el
drama; el período caliente con su intensa fiebre, donde la piel estaba seca
y la cobija de un lado; y por último, el llamado período de lisis con gran
sudoración, descenso de la temperatura, cansancio, somnolencia e invitación
a dejarse acunar en los diligentes brazos de Morfeo.  Era época en que
todavía había paludismo o malaria en las zonas aledañas a mi ciudad. Nuestro
médico de cabecera, el doctor José Sanda, mandado a llamar, de inmediato
confirmó el diagnóstico de mi madre: un paludismo terciano, y ese nombre al
igual que la crisis presenciada nunca más se borró de mi memoria. Sólo
estuvo seis meses Ismael en mi casa... Obedeciendo al llamado de su
querencia, con sus dientes reparados, ya haciendo palotes en el cuaderno que
mi mamá le había dispuesto, cepillo de dientes en mano y unos cuantos kilos
de peso de relleno, partió a su lar en la búsqueda de una segura
reinfestación palúdica...

Misia Panchita mi madre, la aspirina de Hoffmann y el agua fresca de
tinajero...

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Todo aquella malaria desapareció cuando las brigadas de dedetización a lomo
de mula casa por casa, el acueducto rural y la clausura de pantanos, echaron
en retirada al mosquito Anopheles bajo la mano milagrosa y enterada de
Arnoldo Gabaldón Carrillo (1909-1990), hombre iluminado en esa pradeia que
fue su hogar y que le llevó a absorber y actuar la areté helénica. Fue un
hombre de honor, un venezolano que comprendió su rol y su destino, un
adelantado a su tiempo porque llevaba el país en su corazón... Para 1950 la
tasa de mortalidad por malaria en mi país se había reducido a 9 x 100.000
habitantes erradicándose la enfermedad en un área de 132.000 km2. En 1955, a
los 10 años de iniciada la campaña, la tasa descendió a 1 x 100.000
habitantes y el área erradicada aumentó a 305.414 km2, y luego se extendería
aún más, 460.397 km2 del territorio nacional quedando confinada a ciertas
áreas de difícil control, vectores diferentes y escasa población. Entró pues
Venezuela en la senda de la modernidad. ¡Fuimos líderes en el mundo y muchas
naciones vinieron a beber el dulce néctar de nuestra ciencia...!

Pero en el presente volvemos al deshonor, a tiempos de escalofríos, fiebre,
anemia y depauperación, de paludismo terciano y cuartano, de fiebre
perniciosa, nombres olvidados en el diccionario del desarrollo, traídos por
la barbarie socialista del siglo XXI, guarida de espejismos...  El odio y la
envidia a la excelencia condujeron a la clausura por ¨obsolescencia¨ de la
Dirección de Malariología y Saneamiento Ambiental de Maracay, desaparecieron
los cursos de posgrado y los malariólogos fueron aniquilados como se
persigue a la peste y reemplazados por cubanos tirapiedras que ni de
enfermedades tropicales ni de nada, nada saben... Brasil y Colombia,
nuestros vecinos, redujeron la malaria en más de un 50%: En Brasil, de
606.067 casos en 2005 a 242.758 en 2013; y en Colombia, de 125.262 casos en
2007 a 60.179 en 2012.

Pero compare: según cifras oficiales, solo en 2014, se han infectado en todo
el país unas 45.000 personas. El año pasado la cifra llegó a 76.621... El
reto del programa ¨Hacer Retroceder el Paludismo¨, propuesto por la asamblea
de la Organización Mundial de la Salud, es disminuir para el año 2015, hasta
75% de los casos registrados en el año 2000 (OMS, 2008).  ¿Meticas del
Milenio a mí...? A cambio les ofrezco esta debacle ¨Hecha en socialismo¨...


José Félix Oletta, ¡La curva ascendente de la ignominia y el desamor...! y
Arnoldo Gabaldón.


<http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(14)61389-1/f
ulltext>

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Pero hay venezolanos que luchan comprometidos, que no soportan este estado
de cosas; que denuncian sin temor porque el miedo paraliza; que ofrecen
soluciones sabedores que serán desoídas; que gritan desgañitados en este
desierto mío donde nadie oye y todos mentimos, porque estamos anestesiados
por la cobardía, dejando hacer, dejando pasar; que son activistas de la
libertad y docentes del buen hacer. ¿A quién más podría estar refiriéndome
sino al doctor José Felix Oletta López? Alma y garra de la resistencia
médica venezolana, mi dilecto amigo y compañero de cátedra, clínico preclaro
y fino, estudioso, erudito, severo, caballo brioso que arrastra con
determinación el pesado carromato de la lucha justa, incansable y
determinada. El retorno de la malaria y del mosquito Anopheles que viene
reclamando sus fueros, que encuentra los atalayeros del régimen adormecidos
e indiferentes, ebrios de poder, inundados de crasa ignorancia, le urtica el
alma y nos obliga moralmente a acompañarle, a darle nuestra solidaria mano
agradecida...

La historia de Ismael, aquel considerado el primer hijo de Abraham, que
creía yo superada en Venezuela por el talento y el compromiso, es traída de
vuelta en decenas de miles de ¨Ismaeles¨, pero esta vez producto de la
barbarie y su acción destructiva. En las primeras 25 semanas de este año, en
Vargas se han importado 8 casos desde 4 estados con transmisión endémica:
Bolívar, Amazonas, Sucre y Delta Amacuro; además ya hay malaria en
Portuguesa donde el letal mosquito prolifera sin que nadie le ponga coto...

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