A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

domingo, 31 de agosto de 2014

¡Cuán lejos estamos en Venezuela de la noción de la pradeia helénica y qué rápido nos hemos hundido en la barbarie donde la areté no existe...!


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Elogio del bárbaro...

Rafael Muci-Mendoza



¡Cuán lejos estamos en Venezuela de la noción de la pradeia helénica y qué
rápido nos hemos hundido en la barbarie donde la areté no existe...!

Los bárbaros son individuos que carecen o no de educación, que con una
costra de ínfimo conocimiento o no medran en los comederos de gobiernos
dictatoriales socialistas pudiendo desempeñar cualquier ministerio para los
cuales no están preparados; insinceros y descarados, ello les permite
también cambiar de un ministerio a otro, o ejercer dos cargos al mismo
tiempo sin pizca de rubor. Se emplea el término barbarie referido a un
estadio de evolución cultural en las sociedades humanas intermedias entre el
salvajismo y la civilización; entre nosotros tira más hacia el salvajismo,
hacia el mito del ¨buen salvaje¨; se expresa como una forma de crueldad
proveniente de la ignorancia, de la estupidez, del error, de la
superstición, de las preocupaciones, del resentimiento que niega la plena
humanidad de los demás; resumido, es parto de los montes ante la falta de
educación, instrucción y talento.

Para los antiguos griegos el proceso de crianza de los niños, era entendida
como la transmisión de valores (saber ser) y saberes técnicos (saber hacer)
inherentes a la sociedad; la tékhne iatriké, emparentada con la rosa de los
vientos, el astrolabio y el sextante señalaba el camino cierto y contenía
extraordinaria sabiduría al postular, ¨un saber hacer, sabiendo por qué se
hace, lo que se hace¨. El término pradeia en su acepción de formación o
educación y cuya máxima aspiración era llegar a construir un tipo ideal de
hombre marcado por la virtud o areté, siempre ligada al honor, que le hacía
apto para cumplir sus deberes cívicos a través de la adquisición de un
amplio conjunto de dones que englobaba gramática, retórica, poesía,
matemáticas, filosofía y gimnasia. Todo ello dotaba al ciudadano de
conocimientos y cuidado sobre su propia persona y sus expresiones.


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Cuán lejos estamos en Venezuela de la noción de laq pradeia helénica y que
rápido nos hemos hundido en la barbarie donde la areté no existe...

Tenía yo cerca de ocho años... Nuestra casa en Valencia tenía un amplio
jardín y a pesar de que los varones colaborábamos en su mantenimiento,
debíamos también dedicar largas horas al estudio pues esa era la prioridad
impuesta por nuestros padres. Era por ello que a tal fin siempre se empleaba
un muchacho necesitado proveniente de áreas pobres cercanas a la ciudad, uno
que pasaba a formar parte de nosotros, los ¨muchachos¨ de mi casa. Allí
conocí a Ismael..., tímido, buenote y bien mandado, lampiño y pálido,
esmirriado y de inteligencia limítrofe quizá por tanta malnutrición
almacenada, con caries dentales a la vista parcialmente ocultas tras el
grueso sarro de la ausencia de un cepillado dental. Apenas habrían
transcurrido dos días de su llegada a casa cuando presencié una tarde lo que
después conocí en mis estudios médicos como un ¨escalofrío solemne¨. Tirado
en una mullida alfombra persa que mi madre le extendió en el suelo pues no
toleraba la cama, en su pecho desnudo pude ver con exaltado asombro los
brincos del enérgico palpitar de su corazón, su inquietud, su temor a la
muerte, su ansiosa expresión facial, tiritando y sus dientes haciendo ruidos
como las castañuelas que solía tocar mi hermana Josefina, al tiempo que
hacía movimientos parecidos a convulsiones causados por contracciones y
relajaciones musculares rápidas -supe luego que era la manera como el cuerpo
genera calor cuando siente que hace frío-. Media hora después ardía en
fiebre de 41º C, pronunciaba incoherencias, le dolían cabeza y músculos y su
pálida cara se había sonrojado. Mi madre guariqueña, hija de sobrevivientes
de aquel clausurado pueblo de Parapara de Ortiz, mucho que conocía de casas
muertas, sufrimientos y de pérdida temprana de muy cercanos afectos; con su
presencia angelical y en su bondad infinita lo atendió... Sentada a su lado,
se sucedían las compresas frías de agua de tinajero en la frente, un guarapo
de tilo caliente con una aspirina de Hoffmann y una gruesa colcha era todo
cuanto podía prodigarle. Lo vi todo: El período frío, ese que inició el
drama; el período caliente con su intensa fiebre, donde la piel estaba seca
y la cobija de un lado; y por último, el llamado período de lisis con gran
sudoración, descenso de la temperatura, cansancio, somnolencia e invitación
a dejarse acunar en los diligentes brazos de Morfeo.  Era época en que
todavía había paludismo o malaria en las zonas aledañas a mi ciudad. Nuestro
médico de cabecera, el doctor José Sanda, mandado a llamar, de inmediato
confirmó el diagnóstico de mi madre: un paludismo terciano, y ese nombre al
igual que la crisis presenciada nunca más se borró de mi memoria. Sólo
estuvo seis meses Ismael en mi casa... Obedeciendo al llamado de su
querencia, con sus dientes reparados, ya haciendo palotes en el cuaderno que
mi mamá le había dispuesto, cepillo de dientes en mano y unos cuantos kilos
de peso de relleno, partió a su lar en la búsqueda de una segura
reinfestación palúdica...

Misia Panchita mi madre, la aspirina de Hoffmann y el agua fresca de
tinajero...

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Todo aquella malaria desapareció cuando las brigadas de dedetización a lomo
de mula casa por casa, el acueducto rural y la clausura de pantanos, echaron
en retirada al mosquito Anopheles bajo la mano milagrosa y enterada de
Arnoldo Gabaldón Carrillo (1909-1990), hombre iluminado en esa pradeia que
fue su hogar y que le llevó a absorber y actuar la areté helénica. Fue un
hombre de honor, un venezolano que comprendió su rol y su destino, un
adelantado a su tiempo porque llevaba el país en su corazón... Para 1950 la
tasa de mortalidad por malaria en mi país se había reducido a 9 x 100.000
habitantes erradicándose la enfermedad en un área de 132.000 km2. En 1955, a
los 10 años de iniciada la campaña, la tasa descendió a 1 x 100.000
habitantes y el área erradicada aumentó a 305.414 km2, y luego se extendería
aún más, 460.397 km2 del territorio nacional quedando confinada a ciertas
áreas de difícil control, vectores diferentes y escasa población. Entró pues
Venezuela en la senda de la modernidad. ¡Fuimos líderes en el mundo y muchas
naciones vinieron a beber el dulce néctar de nuestra ciencia...!

Pero en el presente volvemos al deshonor, a tiempos de escalofríos, fiebre,
anemia y depauperación, de paludismo terciano y cuartano, de fiebre
perniciosa, nombres olvidados en el diccionario del desarrollo, traídos por
la barbarie socialista del siglo XXI, guarida de espejismos...  El odio y la
envidia a la excelencia condujeron a la clausura por ¨obsolescencia¨ de la
Dirección de Malariología y Saneamiento Ambiental de Maracay, desaparecieron
los cursos de posgrado y los malariólogos fueron aniquilados como se
persigue a la peste y reemplazados por cubanos tirapiedras que ni de
enfermedades tropicales ni de nada, nada saben... Brasil y Colombia,
nuestros vecinos, redujeron la malaria en más de un 50%: En Brasil, de
606.067 casos en 2005 a 242.758 en 2013; y en Colombia, de 125.262 casos en
2007 a 60.179 en 2012.

Pero compare: según cifras oficiales, solo en 2014, se han infectado en todo
el país unas 45.000 personas. El año pasado la cifra llegó a 76.621... El
reto del programa ¨Hacer Retroceder el Paludismo¨, propuesto por la asamblea
de la Organización Mundial de la Salud, es disminuir para el año 2015, hasta
75% de los casos registrados en el año 2000 (OMS, 2008).  ¿Meticas del
Milenio a mí...? A cambio les ofrezco esta debacle ¨Hecha en socialismo¨...


José Félix Oletta, ¡La curva ascendente de la ignominia y el desamor...! y
Arnoldo Gabaldón.


<http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(14)61389-1/f
ulltext>

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Pero hay venezolanos que luchan comprometidos, que no soportan este estado
de cosas; que denuncian sin temor porque el miedo paraliza; que ofrecen
soluciones sabedores que serán desoídas; que gritan desgañitados en este
desierto mío donde nadie oye y todos mentimos, porque estamos anestesiados
por la cobardía, dejando hacer, dejando pasar; que son activistas de la
libertad y docentes del buen hacer. ¿A quién más podría estar refiriéndome
sino al doctor José Felix Oletta López? Alma y garra de la resistencia
médica venezolana, mi dilecto amigo y compañero de cátedra, clínico preclaro
y fino, estudioso, erudito, severo, caballo brioso que arrastra con
determinación el pesado carromato de la lucha justa, incansable y
determinada. El retorno de la malaria y del mosquito Anopheles que viene
reclamando sus fueros, que encuentra los atalayeros del régimen adormecidos
e indiferentes, ebrios de poder, inundados de crasa ignorancia, le urtica el
alma y nos obliga moralmente a acompañarle, a darle nuestra solidaria mano
agradecida...

La historia de Ismael, aquel considerado el primer hijo de Abraham, que
creía yo superada en Venezuela por el talento y el compromiso, es traída de
vuelta en decenas de miles de ¨Ismaeles¨, pero esta vez producto de la
barbarie y su acción destructiva. En las primeras 25 semanas de este año, en
Vargas se han importado 8 casos desde 4 estados con transmisión endémica:
Bolívar, Amazonas, Sucre y Delta Amacuro; además ya hay malaria en
Portuguesa donde el letal mosquito prolifera sin que nadie le ponga coto...

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viernes, 29 de agosto de 2014

Todos sabemos de las carencias de medicamentos, que hasta los oficialistas padecen. Algunos saben además de la falta de insumos para tratamientos de diálisis y quirúrgicos, como las anestesias, las lentes intraoculares, los stent, las prótesis, catéteres, bolsas de colostomía, etc. Los menos, saben de la ausencia de repuestos y equipos nuevos. Las autoridades gubernamentales, culpables definidos de las actuales carencias esquivan sus responsabilidades y la toma de decisiones con argumentaciones sin peso específico y palabras vacías

La salud en un brete

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Me ha impresionado en estos últimos días la distancia que han puesto de por medio los ciudadanos de este país respecto de los problemas de salud que nos aquejan. El gobierno, ya lo sabemos, se enreda en sus propios tejidos de dimes y diretes y al final no resuelve nada y lo poco que hace se tranca en un enredo burocrático que parece un ovillo del cual sacar un hilo es apretar el resto y terminar en un nudo insoluble o gordiano, como gusta definirlo José Rodríguez Iturbe.
Todos sabemos de las carencias de medicamentos, que hasta los oficialistas padecen. Algunos saben además de la falta de insumos para tratamientos de diálisis y quirúrgicos, como las anestesias, las lentes intraoculares, los stent, las prótesis, catéteres, bolsas de colostomía, etc. Los menos, saben de la ausencia de repuestos y equipos nuevos.
Las autoridades gubernamentales, culpables definidos de las actuales carencias esquivan sus responsabilidades y la toma de decisiones con argumentaciones sin peso específico y palabras vacías. Muchos hemos venido dando alertas por la prensa y en nuestras columnas de opinión, repetidamente y con creciente mortificación. De nada ha valido. Ya no sabemos que lenguaje utilizar, a que Santo rezar ni cual panorama pintar.
Ha sido inútil la mortificación; el camino del desastre en la atención médica ya se inició. Desafortunadamente las estadísticas son números que no piensan ni se pueden esconder. No afrontar los problemas de salud a tiempo y con constancia hace que el incremento de los mismos sea exponencial. Lo que hoy es curable, mañana no lo será y flagelos casi desaparecidos como el paludismo y la tuberculosis han reaparecido y otros regresarán con más fuerza y mayor inquina. Las invalideces por enfermedad se incrementarán y un país joven, hoy con pocos inválidos, verá aumentar la necesidad de una asistencia social más extendida que cubra esas necesidades, cuando apenas nos iniciábamos en las coberturas de desvalidos, inválidos, enfermos crónicos y enfermedades catastróficas.
Nuestro futuro de asistencia sanitaria, a todos los niveles, de angustioso y gris pero lleno de esperanzas, se ha tornado en triste, oscuro y desesperanzado, que en este caso significa regresar a las cifras estadísticas de salud de los primeros 50 años del siglo XX. Cuando otros países, al igual que nos tocó a nosotros hacerlo en su momento, rozan las estadísticas maximizadas del siglo XXI, aquí por descuido, enredo, negligencia, sordera y maldad, vamos para atrás.
Nuestra capacidad de atención médica tan excelente en el pasado y tan desilusionante hoy, representa una frustración más para el venezolano que había logrado aceptar y comprender la medicina moderna, con sus sofisticados procedimientos diagnósticos y terapéuticos y con medicinas maravillosas de probada efectividad que habían desplazado la charlatanería, el chamanismo, la brujería y competían con ventaja con algunas de las otras medicinas alternativas. Ahora, para desgracia colectiva, nos vemos relegados a esperar para ver, rezar y pedir auxilio a santos milagrosos, a aguantar callados y a pensar de forma determinista que es un destino del que no podemos escapar.
Estamos demasiado callados. Demasiado quietos. La inercia de todos es conmovedora. Estamos paralizados. La desgracia nos embarga paulatina e implacablemente y aquí estamos: quejándonos y buscando y haciendo colas para ver si conseguimos algún remedio igual o parecido al prescrito por el médico y no es muy tarde para continuar el tratamiento interrumpido.
¡Qué pasividad más absurda! Todos somos culpables, unos por no haber hecho lo que debían y otros por haber aceptado esta situación.
@arequena 

La renuncia formal e irrevocable de FERNANDO OCHOA ANTICH a su columna semanal en el Diario EL UNIVERSAL.

Así está EL UNIVERSAL, comprado por el destructor del sistema financiero nacional y del banco Latino,
GUSTAVO GOMEZ LOPEZ y dirigido por uno de sus cómplices JESUS ABREU ANSELMI, el "Morocho
Abreu". 


RENUNCIA AL DIARIO EL UNIVERSAL

La renuncia formal e irrevocable de FERNANDO OCHOA ANTICH a su columna semanal en el Diario EL UNIVERSAL.
Caracas, 2 de agosto de 2014
Señor ingeniero
Jesús Abreu Anselmi

Presidente de El Universal
Presente
Me dirijo a usted públicamente con la finalidad de informarle que en carta dirigida al licenciado Miguel Maita, editor de opinión de EL UNIVERSAL, hice formal e irrevocable renuncia de mi columna semanal que, durante casi dos décadas, escribí en dicho diario. Lo hago, porque ayer se cuestionó mi artículo semanal por no coincidir su contenido con la nueva línea editorial establecida por usted y los nuevos propietarios de tan importante diario venezolano. Creo de interés para la opinión pública manifestar mis observaciones sobre su cuestionable conducta y la nueva orientación editorial de EL UNIVERSAL. 
El contenido de mi artículo se refería a los recientes e inaceptables hechos ocurridos en el Centro Penitenciario Militar de Ramo Verde con los detenidos políticos Leopoldo López. Enzo Scarano, Daniel Ceballo y Salvatore Luchesse al ser golpeados por una comisión de funcionarios encapuchados de la Dirección de Inteligencia Militar durante una requisa a sus celdas que no cumplía los requisitos establecidos reglamentariamente. También señalé la injusticia que significa la detención del general en jefe Raúl Isaías Baduel, del comisario Iván Simonovis y los demás agentes de la Policía Metropolitana 
Establecer una línea editorial que limite la denuncia sobre un hecho tan irregular como el que narré en dicho artículo lo único que muestra es un claro interés, de usted y los nuevos propietarios de EL UNIVERSAL, de evitar cualquier crítica que se haga al régimen de Nicolás Maduro, obligando a los columnistas de EL UNIVERSAL a autocensurarse permanentementeEse tipo de actitud, de la cual usted es responsable, 
 es  un  paso más  dado  por  el actual gobierno para limitar la libertad de prensa en Venezuela. EL UNIVERSAL había tenido la fortaleza de resistir las presiones del régimen chavista al mantener un sentido pluralista en su orientación periodista. Por lo que se ve, esa orientación terminó. 
La historia de Venezuela, ha sido siempre una permanente lucha entre la libertad y la opresión. Los medios de comunicación nunca dejaron de ser factores fundamentales en la defensa de los derechos ciudadanos. Es muy triste, que usted y los nuevos propietarios de El Universal, no hayan tenido la entereza para oponerse a las presiones que claramente están recibiendo del actual gobierno para limitar la capacidad de crítica de sus colaboradores y columnistas.Tenga usted por seguro que nuestro pueblo no olvidará tan deplorable actuación, y recordará con dolor que entre los medios que se doblegaron ante el régimen chavista estuvo El Universal, dirigido por usted.
Fernando Ochoa Antich.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Elogio de los tiempos...Ya no podré tener a mi vera algún alumno que con su cuidado me dé la última despedida, la última lágrima agradecida...

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Elogio de los tiempos...

Rafael Muci-Mendoza


Ya no podré tener a mi vera algún alumno que con su cuidado me dé la última
despedida, la última lágrima agradecida...

Eran aquellos mareados y ya sepias tiempos... Vivíamos libres y a plenitud
como el río que corre en pendiente, incansable, incesante, erosionando las
piedras en su curso convirtiendo sus excrecencias en lajas que hablaban del
efecto pisa pasito y paciente de los años, de vivencias alegres y amargas y
de la resistencia con la que soportamos sus embates, quizá heredada de
antiguos nautas fenicios de mi sangre, de recio espíritu que a vela
desplegada y decididos, viajaban triunfales en medio de mares procelosos
llevando el ábaco, el abecedario y la letra de cambio, el cedro libanés,
espejos de metal, telas, estatuillas, peines, joyas de oro y plata, armas de
bronce, objetos de cristal...; es el correr del tiempo aprovechado que
templa el espíritu para la lucha, dejando en sus meandros improntas que como
pátina de color amaranto, expresan  la denuncias en canicie, en arrugas y en
el peso de tanta mundología para compartir. Eran aquellos tiempos en que en
suerte de rebaño gritón inundábamos pasillos de mi hospital, todos jojotos,
todos asustados ante el reto pero felices, aprendiendo a trompicones a
abrazar con el corazón su historia..., la historia de viejos maestros
devenidos en los que habían heredado sus saberes para depositarlos en
nosotros, ¡Ah!, sin mucho convencimiento de que asiríamos sus maneras, las
haríamos nuestras, las transformaríamos y las pasaríamos a otro clan
vocinglero para que continuara la tradición ancestral. Eran tiempos de
admiración por el maestro, de respeto por el mayor, de deslumbramiento por
el conocimiento adquirido en largas e insomnes madrugadas comprendiendo e
introyectando cómo se teje la trama que enferma al unísono el espíritu y el
cuerpo, harinas de un mismo costal. Eran tiempos en que pasados terribles
exámenes de rigor asíamos incrédulos y bajo las Nubes de Calder el terco
pergamino, orgullo del esfuerzo realizado, apenas el inicio de un largo
camino; éramos respetados médicos cirujanos venezolanos, ¡no cabía otra
designación!, muchos colegas venidos de otras latitudes se fundieron a
nuestras costumbres, porque Venezuela no había sido para ellos una
conquista, era, efectivamente, el regazo de una buena madre supletoria, teta
nutricia pletórica de bondad que no discriminaba ni echaba de lado...



Eran tiempos en que no podíamos atisbar ni aún imaginar la aberración de
tiempos futuros, estos de traición infinita, de fraudulenta conquista por
muchedumbres de médicos extraños usados como mercancía para el trueque, de
saber superficial y desordenado, inmiscibles con los legítimos herederos del
saber de Vargas y Razetti, portadores de una pseudo-ciencia tenida por
ciencia pero nunca aplicada a los hijos de los traidores que aún recurrirán
sin escrúpulos a nosotros a los que ellos en secreto continúan considerando
los genuinos. Una pseudo-ciencia de alto coste y poco valor para ese
creciente lumpen o perraje que hay que mantener inane, esclavo y palurdo
para poder manejarlo al antojo de los comisarios y militarotes de pocas
luces, lamebotas de los Castro: odiosa decrepitud. Eran tiempos donde se
respetaba esa hoja de vida rellenada con el duro quehacer constructivo de
cada día; no eran estos tiempos donde el prontuario delictivo pesará más en
la balanza que la excelencia...

Eran tiempos de recogida admiración por los maestros, de deseos de
emulación, de reverenciar a aquellos que nos hicieron saber de nuestras
deficiencias y virtudes, que nos llamaron al orden cuando fue justo, que nos
reprobaron cuando fue necesario, que nos descorrieron el velo de la
ignorancia para ver tantas verdades cuando todo parecía tan monótono y
uniforme, a llenar los ojos de certitudes, a identificar esa única y antigua
gárgola del ala sur del Hospital Vargas que no se parece a ninguna de las
demás, esos que llevaron nuestra mano al abultado abdomen del paciente para
que palpáramos con suavidad el enorme bazo del antiguo Banti bilharziano, en
aquellas épocas cuando todavía había ríos infestados de caracoles con
cercarias, hoy secos o esmirriados por la tala inclemente y el basurero en
que se han transformado los ríos del país; o nos colocaron el estetoscopio
en el sitio exacto para que auscultáramos el frote esplénico de la
periesplenitis de una leucemia, o el soplo piante, audible a la distancia de
una desprevenida válvula cardíaca hecha jirones por la furia bacteriana.

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Pero, son otros los tiempos... son otros estos tiempos de abyección por
todos tolerada, por todos aceptada, de podredumbre maloliente expuesta al
ojo ya invidente por la costumbre o al olfato de insensible pituitaria,
donde el retruécano de Niccolò Ugo Fóscolo (1778-1827) adquiere
extraordinaria vigencia; sabias palabras tan lejos en el tiempo pronunciadas
y que parecieran escritas ayer para juzgar la realidad que nos envuelve, que
nos embarga el ánimo, que nos estruja el corazón...

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Para el médico revolucionario no hay otro maestro que el Che, segador de
vidas por odio y constructor de vidas resentidas, envidiosas del saber ajeno
y el resentimiento íntimo por no haber aprovechado los dones que les fueron
confiados, terribles sentimientos que operan siempre a la vera del
triunfo... ¿Es que hay amor en ese paredón de fusilamiento que fue su
legado...? Ya no es una patria donde todos los médicos somos parte de una
grey: la de la medicina para el hombre: soma, mente, espíritu, ambiente
imbricados: microcosmos en medio del macrocosmos que lo incluye todo. Por un
lado los consentidos del régimen, también médicos para alquilar que serán,
comprometidos hasta los tuétanos, no con los pacientes, sino con sus amos y
señores; por el otro, la generación de relevo forzada a emigrar a rumbos
ignotos, a llevar el candor del humilde hospital venezolano expresado en
buena formación comprometida, a crear con nostalgia de viejos tiempos una
nueva querencia..., a echar raíces en una nueva realidad que no siempre les
da la bienvenida, donde la desconfianza al extranjero campea, donde se saca
avaricioso provecho del que emigra sin concederle reconocimiento ni buena
paga a su labor, siendo posible que hasta pueda vivir en un gueto con otros
miembros de su ciudadanía para sentir el hálito del país lejano y ya
perdido... Ya no podré tener a mi vera algún alumno que con su cuidado me dé
la última despedida, la última lágrima agradecida... ¡No hay derecho, no hay
razón!

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¡Aquella historia de mis cadillos...! Elogio de la sugestión

Academia Nacional de Medicina. Boletín virtual. Editorial. Septiembre, 2014

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¡Aquella historia de mis cadillos...!

Elogio de la sugestión

Rafael Muci-Mendoza

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La verruga vulgar, llamada coloquialmente en nuestro país, ¨cadillo¨, es un
crecimiento cutáneo no canceroso que se presenta cuando un virus designado
como virus del papiloma humano (HPV, por sus siglas en inglés), infecta la
capa superficial de la piel. En la mayoría de los casos, las verrugas tienen
un aspecto repugnante, una superficie áspera como la lija, se elevan como un
tepuy y exhiben un borde claramente definido. Comúnmente ocurren en los
dedos de las manos, brazos, planta de los pies y genitales, pero pueden
presentarse en casi cualquier parte del cuerpo. La verrugas en las plantas
de los pies se llaman verrugas plantares, en tanto que las que ocurren en el
área genital se llaman verrugas genitales. Por lo general las verrugas no
son dolorosas. Sin embargo, cuando aparecen en zonas en las que están
sujetas a presión o fricción, como la planta del pie, pueden volverse
extremadamente sensibles. Con frecuencia, las verrugas se ¨auto limitan¨ y
desaparecen por sí solas, es decir, cuando el cuerpo y su sistema
inmunológico adquieren sabiduría y deciden establecer una respuesta ofensiva
para eliminarlas, lo que a menudo suele ser exitoso. Pero también, las
evidencias indican que el cuerpo puede ser incitado a desplegar una ofensiva
a través del uso del poder de la sugestión.

¿¡Sugestión en medicina...!? Médico que se precie, aunque las evidencias lo
abrumen, no creerá en nada que no esté en el Manual Merck o en la Medicina
Interna de Harrison. Lo he reiterado... al entrar en la facultad de medicina
nos alisan las neuronas con un cepillo de dura cerda, así que perdemos toda
la candidez que traíamos de nuestras casas, y por ello, las creencias y
supuestos, tienen que pasar al través del fino tamiz de la ciencia, no
dispuesta a pactar con necedades ni hechos no comprobados. La hipnosis
médica podría considerarse como el uso deliberado del poder de la sugestión
para beneficio terapéutico, y vea usted, en estudios controlados que
incluyeron a un total de 180 personas con verrugas, el uso de la hipnosis
provocó el retroceso de las verrugas a un grado significativamente mayor que
ningún otro tratamiento tópico, placebo o ácido salicílico local. Otro
estudio encontró que el falso tratamiento con una máquina de rayos X, pudo
provocar que las verrugas en niños desaparecieran...



¨No te intimides por médicos y enfermeras, pues aún

cuando te encuentres hospitalizado, todavía eres un ser humano¨.

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Hay situaciones impactantes en nuestra niñez que suelen grabarse a hierro y
fuego en el dúctil cofre de nuestra memoria. Son especialmente aquellas que
nos produjeron vergüenza o dolor. Creo que fui el único de mi familia de
nueve hermanos donde los cadillos hicieron nido; los dedos de mis manos y
particularmente el extremo distal de mis dedos, cerca de las cutículas en la
base de las uñas, el sitio escogido por las malhadadas excrecencias para
tomar asiento a sus anchas. Me producían bochorno y alejamiento. Mantenía
las manos en mis bolsillos o me sentaba sobre ellas para que no me las
vieran. A veces las rebanaba con una hojilla de afeitar ignorando que la
sangre que manaban transportaba el virus trasmisible. Entre tanto tapujo y
haceduras de loco, un día mi madre me hizo mostrarle las manos a ver qué
secreto tan particular escondía en ellas...


El virus asemeja un ramillete de flores. Las verrugas vulgares o cadillos de
mis tormentos...

¨¡Ah... si son cadillos! Nada que mate o quite el sueño¨, exclamó con dejo
de indiferencia. Comenzó la quema infructuosa con lápices de nitrato de
plata... Era entonces imperativo enviarme a un dermatólogo, y un ¨baisano de
la misma buebla¨, el doctor David Saer, debía conocer de mis granujos y
tomar acciones contra ellos. Con una inyectadora de insulina y una fina
aguja harto hervida y con punta de anzuelo, colocaba en el insignificante
espacio periungueal anestesia local: procedimiento por cierto muy doloroso
que ni un pujido me sacaba, pero mis ojos se inundaban de lagrimones
denunciantes; y aún más doloroso cuando eran muchas verrugas al tiempo;
luego, las fulguraba con un artilugio enchufado a la red eléctrica que
colgaba de su pared; un ruido como de chisporroteo, humo, olor a carne
quemada, escara necrótica y al cabo de un tiempo se caía el tejido muerto...
pero no siempre el tratamiento era exitoso... y las execrables carnosidades
volvían por sus fueros y territorios ya dominados... De tanto ferrete y humo
mis dedos quedaron deformes hasta el presente; no obstante, mi madre
insistía una y otra vez en que volviera pero ni con amenazas lograba
llevarme de vuelta a mi inquisidor y verdugo.



¨Acepte el dolor y el desencanto como parte de la vida¨.



Ya yo me había resignado a mi suerte..., viviría con aquellos malos vecinos
y su repulsivo aspecto por lo que me quedara de vida. ¡El vaso medio vacío
de la adolescencia...! Pero Dios da el frío y da la cobija: en una ocasión,
acompañando a mi madre al Mercado Principal de Valencia, nos topamos con una
amiga de ella con quien se trenzó en amena conversa; la misia observó de
soslayo mis dedos quemados y al enterarse de que todo aquel estropicio era
debido a la fulguración de mis cadillos, sugirió a mi madre un simple
tratamiento que ¨nunca fallaba¨. Mi madre sonrió, no le creyó y luego me
dijo que ella, ¨no creía en fantasmas, aparecidos ni gatos enmochilados¨.
Así que, o iba donde el ¨baisano¨ a repetir mi sufrimiento, o me quedaba con
mis cadillos. Yo había escuchado con especial atención la conseja herética,
las prácticas recomendaciones de la doña y decidí por mi cuenta, ponerlas en
práctica.

Me fui a la pulpería del señor Francisco García Maya impregnada de olor a
pescado salpreso, que quedaba subiendo por la Avenida Bolívar a dos cuadras
de mi casa. Él se encontraba matando moscas en el mostrador con un
lanzallamas casero: una lata del insecticida Fleet a la que se colocaba
sobre el extremos distal del tanque del veneno, un cabo de vela encendida
precisamente en el trayecto del líquido de aspersión; cada vez que impulsaba
el pistón, salía un chorro de candela que tomaba por sorpresa a la legión de
Musca(s) domestica(s) que pateándolo todo, festejaban con alborozo. A mis
ojos atónitos, ¡Aquel lanzallamas era fascinante...!  Y podría estar todo el
día presenciando y rememorando aquella faena, pero no..., no debo distraerme
de mi relato.





La lata de Fleet devenida en laza llamas, el mosquero y los cristales de sal
marina...

Le pedí a su madre, misia Cora, una viejita poco amable con cara de perro
pequinés, que me regalara un cristal de sal marina. Afortunadamente, sin
preguntar para qué la quería, me acercó una bolsa y yo retiré uno como de un
centímetro de diámetro. Fui a mi casa y me dirigí a la máquina de coser
Singer de mi mamá. En unas primorosas gavetas con arabescos dispuestas en
línea vertical y a la derecha del artefacto, sabía que guardaba cintas de
colores. Escogí una delgada y roja. Con ella, até firmemente el cristal de
forma tal que no se saliera y dejé un largo cabo sobrancero... Subí por la
calle canturreando mentalmente y me devolví por la misma avenida, y sin
voltear la mirada hacia atrás, dejé caer distraídamente el cristal y su
señuelo rojo en la certeza de que alguien, atraído por su aspecto, lo
tomaría del suelo. Allí precisamente radicaba la magia y la contra; aquél
mortal que lo cogiera en sus manos recibiría mis cadillos al tiempo que
desaparecerían de las manos mías...  Egoísta tratamiento, ese de tirarle a
otro nuestro sufrimiento. No es que mucho me interese y puede que usted no
me crea, pero en pocas semanas las excrecencias se habían ido de mis manos
para siempre quedando sólo las deformes cicatrices que las fulguraciones
previas que el ¨baisano¨ me había regalado... No me pregunte por favor por
el otro cristiano que recogió el señuelo; con dos padre nuestros y un
avemaría rezados con fervor infinito, había yo ya quedado exento de culpa.
Cuando entré en la facultad de medicina ni se me ocurrió comentar mi
experiencia al pasar por la Cátedra de Dermatología ni proponer tan
primoroso tratamiento; era sitio donde tanta ciencia flotaba en el ambiente,
extraños e impronunciables nombres de patologías de la piel y sus faneras
surgían como diagnósticos diferenciales y donde lo que no curaba la
cortisona, era cáncer...



¨Nunca cortes lo que puede ser desatado¨

¿Por qué será que los médicos no podemos tener comportamientos naturales
como las demás gentes?, tal vez porque como antes dije, se piensa que
nuestras creencias son artículos de fe y deben ser tamizadas a través de los
poros ultramicroscópicos de la ciencia. Lo que no pasa, no puede ser
aceptado. Nos sentimos suerte de clase ¨suprahumana¨ y científicos a
ultranza; no nos andamos por las ramas de la superchería, de las gallinas
negras, de los conjuros, de los despojos ni del mal de ojos. En la mocedad
de mi ejercicio médico me avergonzaba pensar que mis profesores pudieran
sospechar que ¨alguna que otra vez¨ usara placebos, no otra cosa para mí,
que vergonzosos engaños; pero me confortaba saber que mis pacientes
mejoraban con ellos. Entonces no alcanzaba a intuir que envuelto en ese
placebo iban mis fervientes deseos porque el ser humano que tenía enfrente y
me empeñaba en conocer, mejorara, pues como es sabido la mayoría de las
veces el paciente sufre de temor al dolor y a la incapacidad, al miedo y a
la muerte, y de allí, el efecto terapéutico de mostrarles que se encuentran
bien y que sus angustias muchas veces sólo son creaciones fantasmales de la
infancia. Basta con oírlos atentamente, realizarles un buen examen físico,
tratar de entender la envergadura de lo que trae, darles una explicación
sencilla y despedirlos con una sonrisa que a la vez promueva en ellos otra
similar... No en vano decía Michael Balint (1896-1970), psicoanalista y
bioquímico británico de origen húngaro, ¨La droga que más frecuentemente
utiliza el médico en su práctica general, es con mucho, ¡su propia
persona!¨. Y no es que el médico no deba formarse e informarse de manera
cabal y suficiente en cuestiones de ciencia para atender a sus pacientes;
ello es necesario pero no suficiente; debe además, conocer que existen
imponderables en su práctica que van más allá de la ciencia y están más acá
de la persona del paciente...



El 14 de febrero de 1993 en mi desaparecida columna ¨Primum non nocere¨ del
diario El Universal de Caracas escribía a mis inexistentes alumnos María y
Pedro, ¨Todos los pacientes, académicos y analfabetas creen en magia. Casi
todos lo negarán, pero magia esperan de ustedes.  Por fortuna para ellos, la
magia no requiere de medicinas peligrosas ni de cirugías radicales, y
efectivamente todos, nos guste o no, llevamos un mago por dentro...
¡descúbranlo y aprendan cómo usarlo sabiamente y en el momento apropiado, y
siempre, anteponiendo el mejor interés del necesitado...!¨, pues sabido es
que el hecho de enfermar es una categoría de la vida humana. ¡NO es el
órgano sino el individuo en su totalidad quien enferma...!

Hasta hace pocos años el atrevimiento de mencionar estos problemas en
ambientes académicos nos exponía a ser considerados como charlatanes o
imbéciles; y tal vez todavía ocurra igual. Los médicos que abrazamos la
clínica para ayudar a nuestros enfermos debemos romper con las ataduras del
positivismo que hace que lo visible, objetivo, comprobable y cuantificable
sea ley única de nuestra cofradía, pero también en menester que, para que
podamos percibir la sutil trama de la vida humana, invisible, subjetiva, no
siempre comprobable ni cuantificable, debemos acceder la médula del otro
mediante el contacto humano sincero y empático.

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Lo que cuelga del cuello de mis pacientes...

Del cuello de mis pacientes y del mío propio, he visto colgar medallas de
vírgenes y connotados santos coexistiendo con el ojo que todo lo mira, la
mano de azabache o un trozo de coral, intentos quizá vanos de alejar los
malos entes que nos rodean. Y eso ¿por qué...?  Invitado con ocasión de la
XXVI Reunión de Egresados del Postgrado de Cardiología del Hospital
Universitario de Caracas el 24.11.2001, realicé una pequeña encuesta antes
de iniciar una conferencia intitulada, ¨¿Tiene la esperanza efectos
curativos...?¨ Y he aquí las preguntas con sus respuestas de los veinte
asistentes al evento, (1). ¿Lleva consigo alguno de los presentes algún
amuleto, medalla, moneda pitadora, etc...? Sí: 50%: No: 50%. (2). ¿Tiene la
esperanza efectos curativos...? Sí: 85%; No: 15%. (3). ¿Tiene la esperanza
efecto placebo...? Sí: 78%; No: 22%.  (4). El beneficio del placebo es
debido... A. Al efecto placebo propiamente dicho: 68%. B. Al médico que
suministra el placebo: 32%.Oculto por detrás de las fachadas de sus caras se
encontraba magia benefactora.

Luego diserté sobre cómo habíamos subsistido evolucionando para ser los
hombres que hoy día somos en un proceso de más de cuatro millones de años,
desde el Australopithecus ramidus, el Homo erectus, el Homo habilis y el
Homo sapiens hasta el Australopithecus afarensis con Lucy que vivió hace
entre 4  y 2.7 millones de años en el Valle del Rift, y el Cráneo de Dali,
datado 209.000 años hallado en 1978 por Shungtan Liu en la Comarca de Dali,
Provincia de Shaaki, China. Entonces, nuestros ancestros vivían en un medio
lleno de peligros y el sentimiento de temor e inseguridad era constante.
Fenómenos naturales como el rayo y la lluvia, el fuego, catástrofes
diversas, presencia de animales inmensos y feroces, tribus enemigas, hambre
y penuria, temor de inminentes riesgos los llenaban de agitación y congoja.
Un buen día, aprendió a hacer fuego, controlarlo y tenerlo como herramienta
de trabajo; fue aquella la primera relación del hombre con la luz y el
calor. Todo pues estaba preparado para que surgiera de entre ellos un ser
superior: ¿En qué momento pues, surge el médico...? Quizá en aquella
circunstancia especial durante un lance de caza donde uno de la horda cayó
herido; todos corrieron a salvar sus vidas, pero aquél, compungido se
devolvió a recoger al descalabrado: allí nació el primer médico... Más
luego, alguno, con vocación de servicio se auto escoge, emerge entre el
gentío y es aceptado por la tribu. Lo hizo en la figura del chamán, y lo
comprendió como una ingente necesidad de aliviar el dolor y evitar la
muerte. El saber y no la fuerza serían los fundamentos de su poder. Los
enfermos y la tribu depositarían en él su albedrío y ello fue suficiente
para movilizar procesos orgánicos estabilizadores y de reparación. Aquellos
primeros curadores derivaban seguridad; conocían lo desconocido; tenían el
poder de curar, reanimar la vida y alejar la muerte. Revestidos de poder
mágico y curativo, mediaban entre los hombres y las fuerzas de la naturaleza
o las divinidades benignas o malignas que merodeaban por los meandros de las
mentes primitivas. Curaban porque conocían por intuición lo que muchos
siglos más tarde comprenderíase mejor bajo el término de psicoterapia.
Curaban y la vida seguía adelante en el desarrollo del hombre y la sociedad
humana. ¿Alguna diferencia con el médico actual...?
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Con Apolo, inventor de la Medicina, Dios de la poesía y la música: ¨nada en
exceso¨ y ¨conócete a ti mismo¨, y favorecido por su hijo, el Dios Asclepios
-Esculapio-, el empleo de la palabra con propósitos curativos surge con
fuerza de primavera en la Grecia clásica en tres formas: plegaria, ensalmo
mágico y conversación placentera. El tiempo sigue sin detenerse y es
Hipócrates (460-¿356?), quien arranca la medicina de las manos de los dioses
para entregarla a la responsabilidad de los hombres. Aleccionadoras sus
palabras: Corta es la vida, el camino o arte es largo, la ocasión fugaz,
falaces las experiencias, el juicio incierto, la decisión difícil. No basta,
además, que el médico se muestre como tal en tiempo oportuno, sino que es
menester que el enfermo y cuantos lo rodean coadyuven a su obra. Surge en
sus albores la tekhne u observación de la vida del enfermo conjuntada con la
naturaleza, noción que permite establecer un sabio mandato vigente aún en
nuestros días, la téhkne iatriké: ¨Un saber hacer, sabiendo por qué se hace,
lo que se hace¨. El asclepiade o médico hipocrático como el piache curaban,
y el humilde sobador aún cura...

El hombre trasciende la medicina y sus preceptos, hay mucho por aprender y
más por descubrir, pero es necesario que nos despojemos de la inventada aura
de sabiduría y ciencia que creemos poseer. Cualquier médico, aun cuando esté
en posesión de una elevada postura científica, quiéralo o no,  está imbuido
de poderes mágicos otorgados por su paciente...


De que la magia nos ha acompañado a lo largo de los tiempos da cuenta el
siguiente hecho histórico: En 1776 a Benjamín Franklin, John Adams y Thomas
Jefferson les fue asignado el proyecto de crear lo que se llamó, "The Great
Seal of the United States".  Cinco años después el Congreso aprobó el sello
que se halla en el reverso del billete de un dólar norteamericano... El Ojo
de la Providencia está representado por un triángulo radiante que
representa, ¨El-Ojo-Que-Todo-Lo-Ve¨, y la frase annuit coeptis significa
¨Dios favoreció nuestro empeño¨; la frase novus ordo seculorum escrita
debajo del triángulo significa, ¨nuevo orden secular¨. En 1945, Franklin D.
Roosevelt dio la aprobación final para la inclusión del Gran Sello en el
billete de un dólar.  Es harto conocido ahora más que nunca, que los Estados
Unidos de América fue fundada en gran medida por hombres con una filosofía
basada en el ocultismo: a saber, los miembros de la masonería y otras
sociedades secretas, quienes vieron en los Estados Unidos una potencial
"Nueva Atlántida" o "Nueva Jerusalén". Ellos previeron el futuro de la gran
nación como un faro para el resto del mundo, guiando a las naciones hacia la
formación de un  <http://www.bibliotecapleyades.net/esp_sociopol_nwo.htm>
Nuevo Orden Mundial de paz, democracia, e iluminación. Hoy mucha gente
estaría de acuerdo en que los Estados Unidos es, en efecto, de varias
maneras, el desiderátum de esta función.

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La magia en el billete de un dólar norteamericano...

Guiados por sentimientos opuestos de odio, dominación y esclavitud, se ha
erigido el Socialismo del Siglo XXI, y se ha repetido muchas veces que los
billetes venezolanos en el reverso traen parte de una estrella de cinco
puntas; si se unen los billetes, la estrella se configura por completo; se
asegura que es la Estrella Satánica de Cinco Puntas o estrella al revés,
símbolo del macho cabrío. Se murmura que los babalawos asesores de Chávez le
ordenaron otro pacto relacionado con el culto a María Lionza, para rechazar
espiritualmente todo intento de relevarlo del poder y así perpetuarse en él.
De esa forma, la imagen de los seguidores del demonio es llevada por cada
ciudadano en su bolsillo en los billetes de cualquier denominación y además,
las figuras escogidas simbolizan la Corte Negra: Negro Primero, el guía de
la Corte Negra, la heroína Luisa Cáceres de Arismendi representa a María
Lionza y el Indio Guaicaipuro, líder de la Corte India: El parecido de las
fotos de las Tres Potencias con estos tres billetes es enorme; difícil creer
que sea una coincidencia, pero mientras no se demuestre lo contrario queda
el beneficio de la duda. Aunque mi solidaridad no se encuentra empeñada en
lo que relato, sólo quiero enfatizar que la magia, querámoslo o no, se
encuentra entre nosotros...

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¿Llevan los billetes venezolanos la impronta satánica?

Por otra parte, las frases ¨mal de ojos¨ y ¨bien de ojos¨ señala dos tipos
de mirada: La primera, una mirada intensa cargada de odio o envidia: la
gente se protege llevando amuletos de protección ¨trabajados¨ para librar a
su poseedor; la segunda es otra opuesta, aquella que es trasunto de
generosidad de espíritu: la mirada médica, una mirada intensamente cargada
de amor que nos convierte en una batería de energía positiva.
¡Aprovechémosla!

Este párrafo se refiere al intento decidido y melancólico de muchos
pensadores y médicos a lo largo de los tiempos, de tratar de incorporar la
persona del enfermo tanto tiempo ausente en el ámbito de la consulta médica:
su subjetividad, en la relación médico-paciente. Decía Baltazar Gracián
(1601-1658), ¨Visto un león, están vistos todos, vista una oveja, están
vista todas, pero visto un hombre, sólo está visto uno, y además mal
conocido¨, y Armand Trousseau (1801-1867), hizo célebre la frase, ¨No hay
enfermedades, solo enfermos¨. ¨¡Mucho de rana, poco de hombre!¨, proclamaba
desesperado, don José de Letamendi y Manjarrés (1828-1899), el mismo que
dijo, "De quien te diga que de medicina sólo sabe, ten por seguro que ni de
medicina sabe", y que aludía a lo poco que estaba presente la subjetividad
del hombre enfermo en los estudios médicos. Ludolf Krehl (1861-1937) famoso
internista expresó, ¨Si con nuestras débiles fuerzas no colaboráramos en el
ulterior avance de la medicina, el cual consiste en el ingreso de la
personalidad del paciente en el quehacer del médico como objeto de
investigación y estima, es decir, en la restauración de las ciencias del
espíritu y de las relaciones de la vida entera como el otro de los
fundamentos de la medicina, y en igualdad de derechos con la ciencia
natural¨. Y es que hoy día ya no parece importante ¨escuchar con la tercera
oreja¨, como insinuaba Theodor Reik (1888-1969). Nos hemos transformado en
robots y todo cuanto hacemos es mecanístico.

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Viktor von Weiszäcker (1886-1957) en su libro "El hombre enfermo.
Introducción a la antropología médica", asienta, ¨El ritmo uniforme de la
cotidianidad se perturba fácilmente por circunstancias que la mayor parte de
las veces son ignoradas por el individuo¨, y de seguidas, hace la siguiente
pregunta, ¨¿Por qué hoy?¨, por qué no nos enfermamos ayer o mañana, por qué
específicamente el día de hoy. Pide entonces imponer la adopción de una
concepto holístico del humano enfermo desde una perspectiva antropológica
que considere al hombre, su circunstancia y el entorno en el cual se
inscribe. No olvidemos que somos viajeros extranjeros en nuestro propio
cuerpo, sin dudas nos damos cuenta de que existe con él una comunicación por
medio de un lenguaje, pero al mismo tiempo somos incapaces de traducir, ese,
nuestro lenguaje corporal, ¨¿Por qué hoy...?¨¿Qué decir del amplio catálogo
de ¨hiel¨ qué ocurre durante las lunas de ¨miel¨?, donde no faltan
resfriados, trombosis hemorroidarias, diarreas y hasta apendicitis agudas...
¿Cómo explicar el alivio que inducía el aceite alcanforado tibio que la mano
solícita y amorosa de nuestras madres nos aplicaba en la ollita del cuello
haciendo desaparecer el dolor de garganta y la carraspera, o la imposición
de manos de reyes y poderosos en la antigüedad, no más ayer?, ¿Nos hablan
los infectólogos o los epidemiólogos por qué los ejércitos derrotados son
más susceptibles a las infecciones que las victoriosas...?, ¿Puede alguien
morir por convencimiento o por terror?, ¿Cómo se explica la muerte por vudú?
Nuestra mente funciona con base a creencias; la ciencia, la religión, el
arte, todas las formas de conocimiento se basan en creencias. De esa forma,
cuando por ejemplo usamos ácido acetilsalicílico o aspirina para aliviar un
dolor de cabeza, asumimos que funciona porque se nos elimina el dolor de
cabeza. De esta forma creamos nuestras creencias con base a una relación
causal. Cuando una causa (tomar la medicina) trae aparejada una consecuencia
(curarse), entonces creamos una relación en la que creemos (la medicina
cura). El problema es que solemos establecer el sujeto de la acción en el
objeto (medicina) al que otorgamos unas propiedades intrínsecas (curar); y
esto no tiene por qué ser así en absoluto, incluso no suele ser así.



Colofón (2)Colofón

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El ser humano desvalido y echado por tierra, hoy día es visto como una
máquina a reparar, tanto a nivel macro como a nivel genético; el médico ya
no sabe para qué existe y se transforma en mecánico de seres humanos, siendo
que el hospital es visto como un taller de reparaciones.



¿Cuáles son pues los límites de la explicación científica de la enfermedad
humana...?, ¿Qué significa saber medicina...?, ¿Qué entraña el término
curación por la fe...?, ¿Por qué los placebos avergüenzan a la ciencia si al
mismo tiempo ella demuestra tanto interés en ¨controlarlos¨ y mantenerlos
alejados de sus cotos de caza...? El reduccionismo del hombre llevado a un
nivel molecular que promueve la revolución tecnológica, ignora el mundo
interno y la espiritualidad del ser, entrañando igualmente el más grande
desafío moral que hayamos enfrentado los médicos alguna vez...

Michel Balint (1896-1970), psicoanalista de la Clínica Tavistok de Londres,
a quien mencionamos en párrafo anterior introdujo el concepto de la ¨falta
básica¨, donde la enfermedad es el resultado de factores ambientales
tempranos productoras de desamparo. Destacó igualmente la importancia del
¨amor primario¨ y la importancia de la regresión durante el tratamiento. En
su libro ¨El doctor, el paciente y su enfermedad¨ (1957), escribe y
repetimos, ¨La droga que más frecuentemente utiliza el médico en su práctica
general, es con mucho... ¡su propia persona!¨


Michel Balint y la necesidad del acercamiento al paciente en su íntima
soledad considerándolo como persona y no como enfermedad...

La historia del placebo es la historia de la terapéutica médica hasta
tiempos muy recientes, y nos recuerda la unidad del ser en sus vertientes
corporal, emocional, ambiental y espiritual. En los ensayos doble-ciego, se
considera la respuesta al placebo como un ¨simple contaminante¨ o como ¨un
ruido en el sistema¨; sin embargo, son los placebos los fantasmas que
pueblan la objetividad biomédica, suerte de almas en pena que surgen de la
más espesa umbra del primitivismo, ayes lastimeros que exponen las grietas y
paradojas de los parámetros creados por nosotros para definir los efectos
activos y reales de los ¨verdaderos tratamientos¨...

¿Será que sus efectos denuncian el dualismo persistente en medicina: la
escisión de mente y cuerpo...?

Mis glamorosos cadillos, fantasmas materializados que se curaron con
fantasmas, dieron pie a estas reflexiones que espero sean tomadas con
benevolencia...

 rafaelmuci@gmail.com