A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

domingo, 30 de noviembre de 2014

El filósofo William James (1842-1910) afirmó que la más grande utilidad de nuestra vida era emplearla en algo que durara más que ella; es decir, en trascender. Por su parte, me decía el Maestro Félix Pifano (1912-2013), moviendo su dedo índice en gesto de predicador, mire Rafael, ¨nacemos, nos hacen, crecemos, nos hacemos y trascendemos...¨

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Elogio del reloj y el tiempo de Dios...

Rafael Muci-Mendoza


¨nacemos, nos hacen, crecemos, nos hacemos y trascendemos...¨

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Tengo un reloj pulsera Casio desde hace más de 20 años, es un reloj que
cálculos conservadores catalogarían como de medio pelo; siempre lo mantengo
en la hora llamando al 119, donde un señor muy serio y circunspecto, con
acento español, me indica tres veces seguidas la hora exacta con minutos y
segundos como si yo fuera estúpido; con una vez que me lo dijera me
bastaría. Es un ¨jog & walk calorie¨, ¨water resistent 100 M¨, lo que quiere
decir que puedo sumergirme en el mar a profundidades casi abisales sin que
se detenga o se inunde de agua; todavía no me he decidido a probar la
veracidad de este supuesto, pero les juro que me baño con él, lo enjabono y
lo seco cuidadosamente. Está rayado; a cada rato se me revienta la correa
plástica porque lo coloco de un lado de la muñeca y la tensión termina por
partirla; muestra microtraumas en su perfil que son las arrugas del tiempo
de los relojes. La correa vale Bs 1800, pero en el Centro, frente al Palacio
de la Academias, las venden y las colocan a un bajo precio y de paso, ayudo
a un ¨trabajador informal¨ porque seguro que buhonero no es. Pero lo amo
porque tiene un marca-pasos sonoro que activo mientras troto, me hace
mantener un paso acorde a mi capacidad y al final me dice cuánto tiempo me
tomó mi entrenamiento y cuántas calorías consumí. Sinceramente, creo que
esta información tampoco me ha servido de mucho, pero ahí queda. Es todo, mi
pobre reloj no se conecta a la Internet pero me lanza un pitido al marcar la
hora, que casi constituye para mí una prueba de agudeza auditiva por lo
quedo de su reiterada queja horaria... Ah, y también tiene alarma para
despertarme a las 2.20 A.M. hora de espantos y aparecidos, hora de oscuridad
y crimen, pero también hora de estudio y producción intelectual. Me
considero pues, muy afortunado de tenerlo conmigo; sin embargo, hay tantos
puntos de vista como seres humanos existimos... Otros consideran que mi
reloj es realmente una vergüenza y hasta digno de desprecio y repudio. En
días pasados un malandro trató de arrebatármelo, lo vio y con gran desprecio
me lanzó el brazo hacia abajo; menos mal que no me disparó la cacerina de su
pistola por andar tan mal trajeado, porque encontrándome cerca de la
Asamblea Nacional, vio a otro candidato, un asambleísta con un reloj que
daba envidia: Haimov HM14 "anti-imperialista" que cuesta US $62.000, y allá,
con decisión y apetencias se fue raudo y decido. De no ser por ello, no lo
estuviera contando; por ello, debo amarlo aún más...

El reloj de pulsera ya cuenta un siglo de antigüedad, tiene múltiples caras
y facetas, y su seducción hace parte de la cultura. Su significación difiere
para las diferentes personas y grupos de la sociedad. Para algunos
portadores de relojes como yo, su importancia se limita únicamente a la
visualización de la hora, del tiempo, ese inflexible dictador...; para
otros, constituye una codiciada pieza de colección; por el contrario, otros
lo ven como un accesorio complementario de la moda y culturalmente, un
símbolo del estatus, una declaración de poder, una oportunidad de
ostentación. Compañías como Casio, Seiko, Samsung, ya han sacado al mercado
sus primeros prototipos de relojes "inteligentes", capaces de funcionar a
modo de teléfono o de conectarse a nuestro celular. ¡El sueño de Dick Tracy
hecho realidad! Las marcas famosas como Rolex, Breitling, Jaeger LeCoultre,
IWC y Tag Heuer, están diseñador para mostrar poder económico, político o
social. Estos artilugios son sinónimo de lujo, de prestigio y de estilo de
vida. Antes los relojes de las mujeres eran diminutos y sutiles como sus
figuras; ahora, que las mujeres fuman, se echan palos, comen chatarra, dicen
groserías de alto calibre y exhiben grandes y poderosas razones implantadas,
son unos cebollones desechables que dan la impresión de pesar mucho y servir
de muy poco...

Anteriormente un ¨tierrúo¨ era una persona de bajo nivel económico que
poseía un vocabulario limitado, generalmente lleno de vulgaridades y
palabras soeces, un sujeto de pocas luces y conocimientos; quizá agresivo,
borracho, parrandero y jugador como Juan Charrasqueado: la culpa era de la
falta de oportunidades... pero, esta definición ha variado, hay ¨tierrúos¨
del cerebro y del comportamiento social, ¨elementos¨ qué prevalidos de su
poder, del poder que les da el partido rojo, exhiben relojes costosísimos
que obscenos, dejan ver cuando alzan sus brazos con el puño apretado,
sinónimo de revolución armada pero pacífica, en clara señal de amenaza y que
sin ningún recato hablan de pobres,  menesterosos, chupamedias y marginados
del capitalismo.

Presidentes, deportistas sufragados por el estado, ministros
revolucionarios, alcaldes rojos, cualquier bicho de uña que detente un
ministerio o un viceministerio, si se precia, debe lucir en su muñeca y de
vez en cuando replegarse el puño de la camisa para mostrar un Richard Mille
no "hecho en socialismo" que cuesta $ 110.000, o un  Haimov HM14
"anti-imperialista" que cuesta US $62.000, o aquellos de un viejo
revolucionario inventor de fatalidades, y descubridor de conspiraciones y
magnicidios en TV, que luce, según el caso, bien un Rolex Oyster Perpetual
Cosmograph Daytona de oro rosado de 18 quilates con correa de piel de
cocodrilo del Mississippi de módico precio: US $ 28.800 o un Bvlgari que
vale US $ 11.700. Otros abnegados servidores del pueblo llevan sin recato un
Panerai a un coste de US$ 14.900, o un Rolex de US de $ 9.475, o un reloj
U-Boat que cuesta US $ 6.150. Con los magros estipendios que reciben no
pueden comprarlos, ¨pero es que me lo regalaron¨ porque un reloj fino
siempre ha comprado una conciencia, un favor pues ... Entre nosotros parece
que la mano que roba no suele ser visible, pero la mano que gasta es
monstruosamente visible y hace tanto ruido como un taladro neumático
manifestado en las lujosas camionetas blindadas sin placas, en los viajes de
salud al exterior en aviones de la nación, mientras el paupérrimo se sume en
su desesperanza; en las mansiones en construcción en el Country Club y La
Lagunita en momentos en que un joven profesional debe vivir con sus padres,
no puede casarse y mucho menos comprar o aspirar a comprar un techo
provisional que su intelecto y trabajo le lleven a mejorar a cada tanto como
su sitio de vida...

Y es que el reloj de pulsera mide ese tiempo que es un bien, que se puede
invertir o gastar, pero que no puede ni debe guardarse o malgastarse porque
es la materia con que está hecha la vida, y debe ser empleado en bien de
todos, y cuando al ¨tiempo" nos referimos, recordamos dos palabras griegas:
Cronos y Kairós. El tiempo secuencial y cronológico deriva de cronos; no
otra cosa que el tiempo humano, vital, ese que en nosotros, los provectos,
va tocando a su fin, especialmente cuando presenciamos la partida de
familiares, amigos y contemporáneos. Pero Kairós  es el tiempo de Dios, y
significa el momento oportuno, ni antes ni después; un calendario divino que
controla los hechos de la vida, nadie sabe cuándo llega ni lo espera pero un
buen día se hace efectivo... Él tiene un tiempo para cada cosa y no
podríamos saber cuándo decide ejecutarlo, no podemos anticiparlo ni
forzarlo. El tiempo que vivimos, tan trágico y doloroso como es para los
venezolanos, también toca a su fin: No hay sino que mirar la destrucción, la
pena y los dolores no atendidos para husmear un tufillo a final fatal.

El filósofo William James (1842-1910) afirmó que la más grande utilidad de
nuestra vida era emplearla en algo que durara más que ella; es decir, en
trascender. Por su parte, me decía el Maestro Félix Pifano (1912-2013),
moviendo su dedo índice en gesto de predicador, mire Rafael, ¨nacemos, nos
hacen, crecemos, nos hacemos y trascendemos...¨


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