A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

sábado, 8 de noviembre de 2014

El pasado mes de octubre de 2014 fue para mí uno de sentidas pérdidas afectivas, y el día 30, (casualmente fecha de cumpleaños de Aziz Efrain Muci-Mendoza), marcó la definitiva despedida de un ser muy especial, muy querido y en extremo admirado...

NOTA: Dado el tema que toca en este artículo el Dr. Rafael Muci-Mendoza

aprovecho a través de este texto rendir homenaje a la memoria de su hermano
Aziz Efraín, mi amigo y a quien está dedicado este blog.

"--------................nada reemplaza nunca, en efecto a un compañero perdido.

No es posible crear viejos camaradas. Nada vale tanto como el tesoro de tantos recuerdos comunes, de tantas malas horas vividas juntos, de tantas riñas, reconciliaciones, inpulsos del corazón. Aquellas amistades no se reconstruyen.
Si plantas una encina, bano será esperar cobijarse enseguida bajo su follaje. Asi , en la vida nos vemos primero enriquecidos por lo que henos plantado durante años, pero vienen los años en el que el tiempo deshace ese trabajo y tala., uno a uno los camaradas nos retiran su sombra y a nuestros duelos se mezcla en adelante la pena secreta de  envejecer..........."
 
Tomado de "Tierra de hombres"   Antoine de Saint Exúpery



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Mi Maestro, yo y mi libro... (2003)



Elogio de una vocación...

Doctor Herman Wuani Ettedgui, FACP (1929-2014),



Rafael Muci-Mendoza

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El pasado mes de octubre de 2014 fue para mí uno de sentidas pérdidas
afectivas, y el día 30, marcó la definitiva despedida de un ser muy
especial, muy querido y en extremo admirado... Durante el fin de semana, un
pálpito de tristeza se ahoga en cada tarea que intento emprender y siento
que algo me falta, que algo muy importante me ha abandonado... 85 años no
era una buena edad para morir sobre todo cuando a pesar de haber dado tanto
de tanto en la vida, todavía le quedaba mucho más por dar. Y es que
bondadosos maestros como Wuani son moldeadores de hombres y mujeres que de
modo eficaz aportan o afianzan en el comportamiento del alumno, buena parte
de todo lo recibido en el hogar y aún aquello que faltó; sus figuras señeras
suelen ser un faro en la niebla que previene del naufragio al navegante
desprevenido que boga costeando en mares procelosos; pero además, maestro no
es sólo aquel que enseña, sino el que nos da herramientas para formarnos,
despertando en nosotros inquietudes y conminándonos a ser cada vez mejores,
a saber pensar y cómo hacer, sin intentar modificar nuestra integridad,
única e irrepetible, saltando obstáculos para alumbrar nuestro camino toda
vez que sea necesario, y de hecho ser capaz de extraer, lo mejor de nosotros
para ayudarnos a ser exitosos y triunfar en la vida aportándonos lecciones
para transitar con responsabilidad y paso seguro por nuestras existencias...
Para mi fortunio, un día soleado encontré a Wuani de frente en la senda de
mi vida...

¿Qué es pues un maestro?, ¿Qué es pues un mentor?, ¿Quién fue en realidad el
doctor Herman Wuani Ettedgui? El término proviene del latín, mens: mente,
alma, mente divina. El mentor es aquel que la Biblia define como ¨un dador
feliz¨, aquel que en su bondad, todo y todo lo da, sin esperar nada a
cambio; un maestro es aquel que no regurgita el conocimiento porque lo ha
vivido y ha sido parte de él, que muestra con su praxis un modelo con el
cual el pupilo pueda identificarse; pero además, también proporciona a su
protegido la facultad para que piense, para que aprenda por sí mismo,
modifique el modelo presentado y por ende, crezca en lo personal, en lo
humano, en lo espiritual y en lo científico. Durante este proceso, tantas
veces tan doloroso, el mentor acompaña y protege a su pupilo. Una vez
completada su misión, lo deja solo para que eche raíces, se desarrolle,
florezca y dé hermosos y nutritivos frutos. A su partida y desde lo lejos,
el mentor mirará a sus alumnos con ojos atentos, solícitos y afectuosos, y
estará siempre dispuesto a prestarles ayuda, sea espontánea o solicitada. La
sabiduría del mentor permeará la vida de su pupilo, quien más tarde, él
mismo también podrá, si así lo quiere, devenir en mentor. Los principios
básicos de educación, honestidad ciudadana y científica, moral, ética,
disciplina y respeto, propenderán al crecimiento, y mediante su repetición,
se perpetuarán al través de las generaciones. Los buenos maestros, los
irremplazables mentores como Wuani son por tanto, como los padres:
irrepetibles e inmortales...

Pero, por un instante pasemos a conocer el fascinante y cautivador origen de
la figura del mentor, algo así como el sinónimo del personaje que nos
enluta...

François de Salignac de la Mothe-Fénelon, arzobispo de Cambrai, escribió en
1699 sus ¨Aventuras de Telémaco¨. Siendo el tutor de Luis, quien fue duque
de Burgundy, nieto de Luis XIV y sucesor al trono de Francia, el arzobispo
creó una secuencia particular a La Odisea en la cual el joven Telémaco sale
en la búsqueda de su padre, Ulises, quien había estado impedido de retornar
al reino de Ítaca después de la Guerra de Troya. El joven Telémaco no estaba
solo en sus peligros; viajaba con Mentor, un venerable sabio que en realidad
era la transfiguración de la diosa Minerva (Palas Atenea), hija de Zeus, a
quien igualaba en sabiduría, como también a Métis, personificación de la
astucia y a quien se atribuía la invención de la ciencia, el arte y la
agricultura. Mentor le garantizaría protección sobrenatural y sabios
consejos. Bajo su guía, Telémaco creció y alcanzó la madurez hasta que se
transformó en un rey justo y poderoso. Poco después que Telémaco encontrara
a su padre, Mentor sintió que su trabajo había terminado. Antes de
despedirse, Minerva se reveló a sí misma y le dijo, ¨Te dejo, hijo de
Ulises, pero mi sabiduría estará contigo por tanto tiempo como la necesites.
Ha llegado el momento en que continúes solo y por ti mismo¨.

El Maestro suele y debe tener una personalidad magnética que brinde
identidad; debe haber dejado en pos de sí una obra trascendente; debe poseer
una elevada carga de pasión que impregne todo lo que dice o hace para
concurrir al logro de su objetivo: enseñar con el ejemplo, al tiempo que
contagia y aporta directrices e ideas; debe suscitar respeto y admiración e
incitar a la emulación de los valores y modelos que su ejemplo brinda; debe
transmitir conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones de manera
que forme seguidores animados a reconocerlo como Maestro y continúen su
obra; debe constituirse en un abridor o señalador de caminos que propendan a
la mejor realización del alumno-hombre, de su comunidad, de su universidad,
del área de su experiencia en la disciplina que haya sido su quehacer...
vale decir, el calco de Herman Wuani.



A lo largo de esta esquela mortuoria intercalaré un fragmento de las ¨Coplas
por la muerte de un padre¨, una elegía escrita por el poeta castellano Jorge
Manrique (1440-1479), que reflexiona sobre la vida, la fama, la fortuna y la
muerte con resignación cristiana. El poeta, sin romper la unidad de tono,
filosofa sobre la inestabilidad de la fortuna, la fugacidad del tiempo, las
ilusiones humanas y el poder igualatorio de la muerte a lo largo de cuarenta
estrofas llamadas sextillas manriqueñas.

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Recuerde el alma dormida



Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.



Lo que el Maestro Wuani nos mostró -con mayúscula y con veneración igual que
a aquel otro Maestro que enseñaba la verdad a sus discípulos con santas y
doctas palabras-, fue el término consciente de una entrega sin plazos
asfixiantes ni réditos regordidos donde su generosidad no podría
cuantificarse o medirse. A poco de nuestra entrada como estudiantes de
medicina en el Hospital Vargas de Caracas, era imposible que escapáramos de
su benéfica influencia. Eran tres servicios y tres cátedras de Clínica
Médica repartidos en seis salas. Tres de hombres y tres de mujeres. Aunque
en lo particular no perteneciéramos a su servicio y cátedra, debíamos
hospitalizar en sus salas algunos de los pacientes que admitíamos y rendir
cuenta de nuestra labor como hacedores de historias clínicas, sobre nuestras
bases para el pronunciamiento de una impresión diagnóstica y sobre el esbozo
de una indicación terapéutica razonada; no eran tiempos de fríos ¨manejos¨
ni de flujogramas o algoritmos para alcanzar la solución del problema,  sino
de aprendizaje y cuidados a la cabecera del enfermo, principio y fin del
acto médico. Si estábamos dispuestos a seguirle, estaba él en disposición de
enseñarnos el tortuoso, áspero e inacabable camino del arte de la medicina.
Con rigidez afectuosa nos hacía ver nuestras faltas y corregía con justicia
nuestros yerros y omisiones.




Pues si vemos lo presente


Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

Mientras pasaba la revista médica podía oír de boca de un estudiante o
residente el relato de la historia clínica del paciente que le era
presentado, con palabra rápida y a veces atropellada, hacer comentarios
sesudos, preguntar por efectos colaterales de las drogas y al mismo tiempo
estar pendiente de todo cuanto ocurría en el perímetro de su sala. Como buen
maestro que era, nada pedía a cambio de lo que daba como no fuera
responsabilidad, constancia y esfuerzo. Cuanto había aprendido en las largas
noches de vigilia forzada que signaron su entrega a la vida médica, todo lo
daba en un segundo a quien lo pidiera, sin preguntar quién era, aun sin
conocerle y sin pedirle nada a cambio de compartir su don.


Nuestras vidas son los ríos


Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.






Fue el verdadero maestro que amó tanto a sus discípulos como a sus propios
hijos biológicos; pero estos discípulos predilectos e íntimos no fueron los
que definieron su verdadero rol de maestro. No lo serían nunca si hubiera
contado solo con aquellos que pudieran pagar su enseñanza con el amor de un
hijo. Su catadura de verdadero maestro tendría que verse desde lejos, en el
espacio y en el tiempo y extenderse hasta esos a los que él nunca pudo
conocer ni amar, y aún hasta aquéllos que acaso no supieran siquiera que
existió. Solo por ser él, quien fuera su discípulo tenía que amar al maestro
que eligió, pues sin el amor como catalizador, es imposible aprender. Es
menester pues, que ante todo pueda conocerle, aunque lejos viva, aunque haga
siglos que murió. Y es así como todos podemos elegir nuestros maestros, y
los elegimos entre los más insignes que viven o vivieron. Tuve la suerte de
ser su alumno, su colega, su amigo y aún su padrino cuando le nombraran
profesor emérito de nuestra Universidad Central de Venezuela. Con ánimo
festivo me recriminaba a cada encuentro que no cumplía mi rol de padrino
pues nunca le había regalado siquiera un realito...



Invocación:
                                                             Dejo las
invocaciones

Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
A aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.



Tolerando la frustración, acompañó en el duro camino a muchos pacientes con
hemopatías malignas cuando la terapéutica era exigua y menguada. Recuerdo
que un paciente suyo me expresó, ¨El doctor Wuani es un médico muy bueno y
compasivo, pero se le mueren todos sus pacientes...¨: ese era el sino de
enfermedades irredentas... El Maestro Wuani fallece luego de semanas de
sufrimientos e incertidumbres, con facies segura e inmutable, sin quejarse
de su suerte y sonriendo ante los pasajes jocosos que de nuestra vida en
común le recordara, pues quizá siéndole costumbre, había acompañado a muchos
en el mismo trance, entregándoles sus almas a Caronte, el barquero de Hades
y encargado de guiar de un lado a otro del río Aqueronte a las sombras
errantes de los recientes difuntos.



                                                                        Este
mundo es el camino


Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos al tiempo.



En el crisol que fue el Hospital Vargas de Carcas se mezcló en concordia y
fidelidad su vida como estudiante, médico, residente, profesor universitario
y maestro, internista, hematólogo, fellow del American College of
Physicians, puntal de la Escuela de Medicina doctor José María Vargas,
presidente de la Sociedad de Médicos y Cirujanos, miembro de la Comisión
Técnica, jefe del Laboratorio, jefe de posgrados de medicina interna, autor
de libros, capítulos de libros y trabajos científicos sobre muchos temas,
algunos de condiciones inéditas; intelectualmente inquieto, capaz de
balancear armoniosamente varias cargas por vez sin que le pesaran ni le
abrumaran; hombre sencillo y humorado, sin costuras ni dobleces, honesto,
sincero y mejor colega y amigo; siempre discreto no amó ni amasó riqueza,
antes bien capitalizó el bien máximo: el cariño y el reconocimiento de sus
innumerables alumnos. Ya jubilado y cansado, hasta no más hace escasos
meses, con su paso estrecho y a veces titubeante, continuaba sintiendo el
llamado de su vocación docente, iba los martes de cada semana a impartir
consejos sobre arte médico a los estudiantes de quinto año de medicina que
hoy sienten y lloran su partida, y a revisar su libro en dos tomos que ya
entraba en prensa, no un rimbombante tratado, sino simplemente humildes
¨Lecciones de medicina interna¨... En sus días postreros y ya en su casa,
para no dejarlos a la intemperie, recibió a sus queridos pacientes hasta
pocos días antes de su muerte brindándoles sin estridencias, apoyo, consejos
y solidaridad, pues para curar no necesitaba más que su benéfica
presencia...



¨Pero esa red que hilan los buenos maestros se ramifica, se extiende mucho
más allá de ellos mismos. El eco de las palabras se repite, y se multiplica
hasta el infinito... Quizás no lo sepan, pero son los hacedores del mañana¨
(Louis Guglielmi, ¨El mar persistente N° 2¨). Creo que Wuani lo supo, asumió
con decisión y gallardía su rol de exigente maestro y ductor de
generaciones...

Sea este un reconocimiento al paradigma del médico humilde, sabio y justo,
al formador de juventudes médicas, al abridor de caminos para la mejor
realización del hombre en su comunidad y de la medicina interna que fue su
pasión, que fue su quehacer y donde dejó obra trascendente... Le sobreviven
sus hijos Mónica y Eli Harari, sus nietos Moisés y Marc, y su hijastro
Jacques,  a quienes acompaño en su pena y me identifico con su dolor...



Descanse en la paz que ganada a pulso mereció y encuéntrese en un beso
eterno con su amada Marcell. Un hasta luego doctor Wuani, un hasta cualquier
momento, cuando volvamos a vernos y recordemos de nuevo con alegría
anécdotas de los viejos tiempos pasados y tal vez hasta se nos permita
seguir enseñando medicina y a su vez, nos dejemos enseñar con modestia por
esos ignotos predios de Dios...



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