Es junto a Arturo Michelena, uno de los más importantes pintores del siglo XIX venezolano. Fueron sus padres el médico Cristóbal Rojas y Alejandra Poleo. Los primeros estudios los realizó bajo la tutela de su abuelo José Luis Rojas, quien estimuló su vocación para el dibujo. Al fallecer su padre y debido a su condición de hijo primogénito, se vio en la necesidad de entrar a trabajar en una fábrica de tabaco para ayudar económicamente a su familia (1870). Como consecuencia del terremoto que en 1876 asoló la región, Cristóbal y su familia se dirigieron a Caracas en donde no obstante prosiguió sus estudios de pintura. Durante este tiempo asiste a las clases de José Manuel Maucó en la Universidad Central de Venezuela. En 1881, realiza sus primeros óleos Ruinas de Cúa y Ruinas del templo de la Merced, los cuales representan el desastre sufrido por Cúa en 1876. Ese mismo año, conoce a Antonio Herrera Toro, quien le ofrece un trabajo como ayudante en la decoración de la catedral de Caracas.
En 1883, la presentación en el Salón del Centenario de su lienzo La muerte de Girardot en Bárbula, le hace merecedor junto a Arturo Michelena de la medalla de plata. Además de este galardón, el gobierno le confirió una pensión de 50 pesos al mes, para estudiar en Europa. A mediados de 1884, entabla amistad en Párís con Emilio Boggio, por cuyos consejos se inscribe en la Academia Julian. Un año después se le une en la capital francesa, Arturo Michelena. Inspirado en las obras que descubre en sus continuas visitas al museo de Louvre, Rojas ambiciona alcanzar la maestría de los clásicos. No obstante, los grandes lienzos elaborados para el Salón Oficial de París, pese a que consumen todo su tiempo, se suceden sin que se de por satisfecho y sin el éxito que esperaba. Entre los mismos se encuentran: La miseria y el violinista enfermo (1886); La taberna (1877); El plazo vencido (1887); La primera y última comunión (1888); El bautizo (1889). A partir de la última obra, se observa un cambio de estilo en su pintura, el cual se caracterizó por una percepción más aguda de la atmósfera cromática, lo que lo diferenció de los sombríos acentos del claroscuro de los holandeses. Un ejemplo de esta tendencia se puede apreciar en Dante y Beatriz a orillas del Leteo (1889), obra de corte simbolista donde se aprecia la influencia de los nabis, que Boggio le había hecho comprender.
En 1889, Rojas abandona la pintura de efectos dramáticos que era costumbre enviar al Salón Oficial y aborda el paisaje y la figura, con un colorido próximo al de los impresionistas. En 1890, minado por la tuberculosis regresa a Venezuela una vez que su pensión había sido suspendida en 1887 por orden de Antonio Guzmán Blanco. Entre las obras que trajo consigo, figuraban El Purgatorio (1890), la cual había sido encargada por el Cabildo Eclesiástico y un retrato del presidente Juan Pablo Rojas Paúl. Al poco tiempo de su regreso al país, fallece. La actual Escuela de Artes Plásticas de Caracas lleva su nombre. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 27 de diciembre de 1958.
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