A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

sábado, 21 de marzo de 2015

Elogio del ahorcamiento... Rafael Muci-Mendoza

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Elogio del ahorcamiento...

Rafael Muci-Mendoza

De acuerdo a Johannes Escotus Eriúgena (siglo IX, 810-877), ¨la sabiduría se
ilumina por su relación con la insipiencia, la ciencia por su comparación
con la ignorancia que es solo defecto y privación, la vida por la muerte, la
luz por la oposición de las tinieblas, por la ausencia de alabanzas las
cosas dignas; en resumen, todas las virtudes no sólo obtienen alabanzas de
los vicios opuestos, sino que sin esta confrontación no merecerían
alabanzas... En efecto, todo lo que está ordenado según los diseños de la
Divina Providencia es bueno, es bello, es justo. ¿Hay algo mejor que del
enfrentamiento de los contrarios se obtenga la alabanza inefable del
Universo y del Creador?¨.

Es la eterna lucha de los contrarios... Si lo sabremos los médicos que
vivimos y sufrimos tratando en tantos casos y sin éxito el calvario ajeno, y
luego, cuando la desnudez nos atenaza a veces no conseguimos quien nos ayude
a cargar nuestra propia cruz... El dolor y la desesperanza son muy profundos
en mi país y no hay peor sentimiento que el desaliento, hermano del
pesimismo, de la desmoralización y el desengaño, vía rápida a males mayores
y peores. Nos han golpeado hasta el hartazgo, se han mofado de nuestras
ideas, no han tenido compasión con nuestra congoja de padres y abuelos
separados de hijos y nietos, y más bien, desde un empíreo inventado, se
solazan presenciando nuestras penurias. Es increíble que tanta miseria se
acloque en el alma humana, que tanto odio aflore a la superficie del
prodigio de la creación, que no importe para nada la privación, el dolor
ajeno, el sumergir un ser humano en una ¨tumba¨,  celda de 3x2 m, sin
ventanas, sin luz del sol, sin afectos y con premeditada maldad, amenazas de
toda índole, luz artificial noche y día, intenso frío con hambre, bañándolos
con heces fecales y orina en medio del éxtasis gozoso del carcelero...

Un preso político, Rodolfo González de 64 años, llamado el aviador,
aprehendido y sepultado sin fórmula de juicio, es detenido e inducido a
suicidarse en ¨La Tumba¨. Aunque diga que  no lo dijo, el ilegítimo
presidente Nicolás Maduro expresó en cadena nacional que a "El Aviador"
debían enviarlo al Penal de Yare, tenebrosa comarca donde todo vicio cunde,
conocida y temida por albergar los presos comunes de la mayor peligrosidad
que haya parido la tierra. En su pureza de alma se sacrificó para llamar la
atención y evitar que otros compañeros de reclusión, la mayoría jóvenes,
corrieran el mismo destino que ya les había sido ofrecido. Una conmovedora
carta a su esposa entreveía sus intenciones. La ofrenda de su vida logró que
la miseria no tomara pasos de acción contra los estudiantes detenidos para
enviarlos a Yare... Última ofrenda de un alma noble...

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No más hace tres semanas, en plena sala de medicina interna del Hospital
Vargas de Caracas un paciente sin esperanzas y con dolores irredentos se
ahorca: una fístula enteral recalcitrante dicen fue la razón, y a juzgar por
una cura mal hecha sobre su epigastrio eso fue todo cuanto recibió; pero,
más que eso, fue el saberse malquerido, mal atendido, maltratado, sin una
entidad superior a la cual recurrir: Las estampitas pegadas en la pared del
doctor José Gregorio Hernandez, de las Siete Potencias, de El Negro Miguel o
del Arcángel San Gabriel no pudieron interceder para mitigar su dolor. Del
listón metálico que une las divisiones de los cubículos colgó una venda que
terciada en su cuello le sirvió de lazo asfíctico que le llevó de este mundo
injusto. Fue un ahorcamiento asimétrico e incompleto pues sus pies estaban
en tierra y atípico porque el nudo no estaba en el centro del cuello sino de
un lado. Aunque en el campo la gente se ahorca en un árbol en un sitio poco
concurrido y en las poblaciones se eligen los sitios retirados de las casas,
los graneros o el jardín, a veces la ahorcadura tiene un carácter
eminentemente exhibicionista, el sello de un mensaje sin destino cierto, un
¨cúlpese a todos de mi muerte...¨.


¿Pero qué importan estos detalles técnicos cuando de un humano se trata...?
Porque somos lerdos o displicentes es que desconocemos lo que los suicidas
sí conocen: Es decir, que aún en las ahorcaduras en que no actúa como fuerza
todo el peso del cuerpo, se origina una presión suficiente para originar
trastornos considerables de la circulación cerebral con anoxia o falta total
de oxígeno. Que sólo son necesarios 2 kg para obliterar las venas yugulares,
5 kg para cancelar la circulación por las arterias carótidas, 15 kg para
obstruir la tráquea y 25 kg para suprimir la permeabilidad de las
arterias...; así, que ni siquiera tenemos que colgarnos de un árbol ni caer
al vacío como peso muerto cuando se abre la trampa bajo nuestros pies para
entrar en los dominios de  Caronte, el barquero del Hades, el encargado de
guiar las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del
río Aqueronte ...

¡Qué horrible! Adentrarse en lo temido, en lo desconocido, cuando la muerte
tiene más el sabor de la miel, y la vida más el sabor de la hiel...

Como en el caso de muchos suicidas alguno supo de sus intenciones, pero no
lo tomó con seriedad... De entre sus compañeros y en el recinto, nadie dice
haberse percatado del colgante suicida, nadie oyó los estertores de su
agonía ni percibió las sacudidas convulsivas de su cuerpo pues en las noches
de hospital se acrecienta la soledad y el desamparo y los espectros de
tantos muertos acumulados en el tiempo, desfilan sus ayes de reclamo; total
son tan pobres como él, olvidados, molestosos, menesterosos de toda ley y
desechables; no habrá investigación, responsables ni culpables, no dejó una
carta porque era analfabeto, su única y última declaración de desabrigo fue
la propia inmolación, una bofetada a sus tratantes que le pelotearon de un
servicio a otro quizá aduciendo que la institución es un asco donde nada se
consigue, al hospital que le brindó falsaria acogida y al Estado criminal
que nadando entre prebendas, comisiones millonarias, ineptitud e
indiferencia, constituye el principal culpable. ¿Cuántos como él en tantos
hospitales olvidados y desguarnecidos de mi país? En Venezuela el
significado del vocablo ¨hospital¨ carece de todo sentido. La clase
dirigente, una estirpe bárbara y talibana, ayuna de humanidad, se ha trocado
en manada de perros de presa que ordenan tirar a matar a estudiantes
desarmados para ahorcar el sagrado don de la libertad...

De acuerdo al DRAE, el término hospital proviene de una voz latina,
¨hospitalis¨, que significa ¨afable y caritativo con los huéspedes¨, pues
los hospitales deben brindar ¨hospitalidad¨ o ¨virtud que se ejerce con los
menesterosos y desvalidos, dispensándoles buena acogida y recibimiento, y
prestándoles la debida asistencia a sus necesidades¨. Como si fuera poco, en
la práctica médica actual la técnica fragmenta fríamente y por
especialidades la indivisible humanidad, en flagrante ignorancia de que
ningún órgano existe en solitud de los demás, pues es influido por todos, y
todos son influidos por él. En clara conspiración cartesiana, en nuestra
práctica y en los nosocomios en los cuales malpasamos nuestros días, se
malentiende que sólo serán escrudiñados y tratados los cuerpos o somas en
descarada ausencia del individuo todo, su mente, su espíritu y el medio,
tantas veces áspero, en que se desenvuelve su ser total, muy especialmente
en esta ola creciente de pena y pobreza que a todos sin excepción nos abraza
pretendiendo asfixiarnos como lazo en cuello de ahorcado.

Entre tanto maltratado, todavía nos domina la influencia norteamericana del
ensamblaje en serie llevada a la atención del paciente, que desplaza con su
falsario canto de ¨ciencia con eficiencia¨ al hipocratismo de nuestros
maestros y que ha traído consigo el caso clínico, desdeñando al hombre
enfermo, o sencillamente al ¨enfermo¨. El caso clínico, como las
enfermedades, ejerce un poderoso magnetismo en nosotros los médicos; es un
necesario, simple o complicado relato del hecho físico, en ausencia del
hombre que lo sufre, un recuento pormenorizado de síntomas y signos, hechos
fisiopatológicos y bioquímicos, trozos de tejido diseccionados y hasta
biología molecular, imágenes maravillosas de toda ralea que ¨todo¨ pretenden
decirnos, y detalles del tratamiento, sin resonancia afectiva alguna... Bien
podría tratarse de la dolencia que aqueja a un noble bruto o a un primate
superior. Saber de enfermedades... es saber de medicina -se cree
erróneamente-; ¨Quien sólo de medicina sabe, ni de medicina sabe¨,
pontificaba don José de Letamendi y de Manjarrés (1828-1897), Catedrático de
Patología General de la Universidad de Madrid; así que se soslaya que el
juicio clínico se fragua, además, en el conocimiento de la situación
personal, familiar y de los valores intrínsecos al paciente. De esta forma
el verdadero ars médico induce a reconocer el patrón sintomatológico y sus
adjuntos, relacionarlo con las necesidades y recursos del enfermo y
traduciendo todo a términos de cuidado médico, no de manejo médico como
aludiendo a una máquina, término con el cual hoy día fríamente nos llenamos
la boca para estar a la moda.

Tanto se parece el ahorcamiento de las libertades al del ¨aviador¨ y al de
mí paciente del Hospital Vargas: nadie parece enterarse, a nadie le
interesa, nadie está dispuesto a denunciarlo por ese miedo tantas veces
servil disfrazado de indiferencia que sólo protege nuestros cotos
materialistas, olvidando que nada de lo que estamos viendo en esta otrora
tierra de gracia y ahora de desgracias, pertenece a la comarca de las
sociedades civilizadas. Sólo nos falta la autoinmolación a lo bonzo, forma
de inmolación y suicidio en el que el individuo se rocía con un líquido
inflamable y se prende fuego en público como forma de protesta,
desobediencia civil o gesto solidario guiado por algún motivo. Y es porque
el gobierno del ilegítimo Maduro realmente no es una amenaza para el Imperio
Norteamericano, allá ellos que disponen de dinero y herramientas para
defenderse, es una amenaza hecha realidad para todos los venezolanos que no
sabemos cómo, o no podemos defendernos...

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