A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

viernes, 13 de marzo de 2015

Así que por más que se trate de bajar el volumen, aun cuando persistan ominosos silencios amparados en la cómoda política de la no injerencia en asuntos internos, la verdad es que en Venezuela sí hay problemas: y son notables.

La ruidosa verdad

MIBELIS ACEVEDO DONÍS |  EL UNIVERSAL
lunes 9 de marzo de 2015  12:00 AM
Hace unos días, en Madrid, en mismo escenario donde a un tiempo un grupo de personas con banderas  y pancartas hechas a mano exhibía en plena calle su rechazo a la gestión del gobierno venezolano, se celebraba la expo "Venezuela, de verdad", presta a contar "amorosamente" los logros del país en estos 16 años. Allí, el ministro de Ciencia y Tecnología, Manuel Fernández Meléndez, revelaba que con el evento aspiraban a "bajar el volumen" a las críticas que el chavismo recibe en España. "No queremos el titular que hace daño, ni la estridencia", dijo, y sugirió a los españoles que no se quedasen únicamente con "el titular que nos agrede".

Pero ese noble ensayo de contar otra verdad, el afán por retar el "despiadado", ruidoso cuestionamiento que diarios de distintas tendencias políticas como ABC, El Mundo o El País ha expuesto en sus publicaciones, podrían quedarse cortos. Tras la detención del alcalde Ledezma y el asesinato de Kluiverth Roa, la opinión internacional  sobre nuestro país concurre en una misma conmoción expresada en muchos  idiomas: "Bekymring", suelta Borge Brende, ministro de Relaciones Exteriores de Noruega; En Italia miran con "Preoccupazione alla situazione in Venezuela" declara la jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Federica Mogherini; "Concerns about Venezuela", coinciden en su nativo inglés la secretaria de Estado para América Latina en EEUU, Roberta Jacobson, y el ministro de Asuntos Exteriores de Canadá, Rob Nicholson, al tiempo que Ban-Ki-Moon, secretario general de ONU apunta que "Venezuela needs to solve crisis peacefully" o el Papa Francisco dedica los rezos del Ángelus a un país "que está viviendo momentos de aguda tensión". "Preocupación", en fin, es hoy traducción simultánea en un mundo que enciende sus alarmas ante hechos insoslayables como las detenciones arbitrarias de funcionarios públicos, líderes de oposición o estudiantes; el atropello generalizado de derechos humanos o el uso excesivo de la fuerza por parte de cuerpos de seguridad del Estado. ¿O es que la violencia desbordada o el deterioro evidente del Estado de derecho en un país que se dice democrático no es razón para temer por la estabilidad política de propios y vecinos?    

Pero lo más llamativo de esa ola de diplomática alerta es que también avanza en países latinoamericanos donde tradicionalmente el chavismo enamoró -y financió- a sus mejores aliados. Y aunque hoy no sorprenda un Correa en Ecuador advirtiendo que "Esto (el golpe de Estado) ya lo ha visto América Latina; acuérdense lo que pasó con Allende, la misma guerra económica, la misma injerencia, el mismo ataque mediático...", nadie olvida que hace poco admitía que en Venezuela "se han cometido (...) errores económicos, por ello hay problemas y eso exacerba las contradicciones".  En tono similar -una crítica tímida y esquiva, pero crítica al fin, que va desnudando al otrora intocable gobierno venezolano- se manifestó el presidente de Perú, Ollanta Humala, indicando que cualquier problema en Venezuela "le va a afectar a toda la región".

Así que por más que se trate de bajar el volumen, aun cuando persistan ominosos silencios amparados en la cómoda política de la no injerencia en asuntos internos, la verdad es que en Venezuela sí hay problemas: y son notables. Incluso el  presidente Santos de Colombia, quien mantuvo hasta ahora una cauta neutralidad, afirmó que la idea de un supuesto complot para derribar al gobierno de Maduro en el que estuviera implicado su país "no tiene pies ni cabeza". A eso se suman las polémicas declaraciones del expresidente Mujica, quien amén de ventilar temores sobre un golpe de Estado de "militares de izquierda", reiteró que "no está bueno" que haya presos políticos. Mientras, en Brasil, el pleno de la Cámara de Diputados aprueba una moción de repudio contra el gobierno de Venezuela por "quebrar el principio democrático, con ofensa a las libertades individuales y al debido proceso legal", tras el vigoroso reclamo del presidente de la Cámara, Eduardo Cuhna, por el mutismo del gobierno de Rouseff: "¿Hasta cuándo Brasil se quedará callado sin reaccionar a esto?". También en el caso chileno, la presidenta del Senado, Isabel Allende, hacía similar demanda a Bachelet.

Pero si como dice Fernando Mires, "la solidaridad internacional lejos de ser una regla es más bien la excepción" que se otorga no "por altruismo sino por intereses muy concretos", es de esperarse que la respuesta de gobiernos afines al venezolano como el mismo Chile, Brasil o Argentina, no pase por ahora del precavido gesto de oferta de intermediación para el diálogo, tal como hace Unasur; y es que incluso un apoyo abierto de Latinoamérica no nos eximirá de afrontar nuestros problemas, aguas adentro. Aun así, no deja de ser atractiva la idea de que ese estimulante llamado a botón avalando la necesidad de un cambio, suba su volumen cuando el propio prestigio de los aliados comience a mermar, así como merma hoy la fuente de recursos que antes garantizó sus lealtades.

@Mibelis

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