El abrazo de la serpiente por fin llegó al lugar idóneo
El filme, que tiene a Venezuela como productor minoritario, se basa en los diarios de dos exploradores que buscan en la selva amazónica la salvación a sus males
Desde hace meses se puede conseguir en los caminos verdes de Internet la película El abrazo de la serpiente, el premiado filme del cineasta colombiano Ciro Guerra.
Su estreno se pospuso por decisión de los productores, quienes no quisieran tomar el riesgo de presentarla en momentos de ahorro energético, cuando las exhibidores tuvieron que reducir el número de horarios.
Su estreno se pospuso por decisión de los productores, quienes no quisieran tomar el riesgo de presentarla en momentos de ahorro energético, cuando las exhibidores tuvieron que reducir el número de horarios.
Primero se iba a ver en marzo, pero luego se cambió para mayo. No son pocas las personas con expectativas desde entonces. El despliegue mediático en el primer semestre fue el pertinente a una producción nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera. En el país, además, se enarboló la participación minoritaria de Venezuela en el proyecto.
El filme está hecho para que ningún detalle se desperdicie en lugares que no sean los idóneos para su proyección. El abrazo de la serpiente es un trabajo de silencios y tenues sonidos con un planteamiento visual basado en el blanco y negro, contraste presentado como metáfora de la trama, inspirada en los diarios del etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg y el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes.
En el filme, Koch-Grünberg está enfermo, a simple vista no hay mucha esperanza para él. La poca que tiene la deposita en una milenaria planta llamada yakruna, que se cree desaparecida en la selva amazónica colombiana, lugar en el que se desarrolla la historia. En la búsqueda confía en el chamán Karamakate.
Cuarenta años después Evans Schultes emprende la misma misión para encontrar la planta. Acude nuevamente a Karamakate, a quien le cuenta su desespero por no poner soñar.
Diferentes dolencias, todas angustiantes. Dos realidades aparentemente distantes, pero que forman parte de un entorno, de un mundo diferente que a la vez es un todo en el que tres personajes se encuentran en distintos períodos. Todo acompañado de la música del merideño Nascuy Linares, quien sabe cómo respetar el discurso intrínseco de la selva amazónica, lo sonoramente agradable y contundente de la naturaleza protagonista.
En mayo de 2015, Diego Battle de La Nación de Argentina describió la película de Guerra como una de las “joyitas” de las secciones paralelas del Festival Internacional de Cine de Cannes, específicamente de la Quincena de los Realizadores. Desde entonces, la buena racha no paró para un trabajo que ganó como Mejor Película en el Festival de Cine de Mar del Plata y en los Premios Platino.
“No escribí sobre ella, pero me pareció magnífica porque representó para mí un descubrimiento cultural, histórico y visual hermoso. Está en mi top de las 25 mejores películas del año”, dijo en septiembre el crítico de cine de The New York TimesAnthony Oliver Scott, en entrevista con la revista colombiana Semana.
Español, alemán, portugués, latín, catalán, wanano, cubeo, tikuna y huitoto son los idiomas hablados en el largometraje.
La participación venezolana más visible es la del actor Luigi Sciamanna, quien interpreta a un extraño sacerdote a cargo de un hogar para niños indígenas a los que buscan evangelizar en medio de la selva.
En Caracas se realizó parte importante de la posproducción del sonido. La edición de diálogos y ambiente estuvo a cargo de Marco Salaverría, quien en la reciente entrega de los Premios Platino obtuvo el galardón al Mejor Sonido junto con Carlos García. Nascuy Linares ganó la estatuilla a la Mejor Música Original.
“Las imágenes en blanco y negro poseen una cualidad documental que añade una verosimilitud de la que es difícil sustraerse. Y, sin embargo, no es un documental, sino una historia ficticia que busca reconstruir, con elementos reales y fantásticos, dos relatos remotos”, escribió Ascanio Cavallo en El Mercurio.
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