El gran discurso: La programación televisiva
“La programación televisiva es un espectáculo estrictamente difusional. Sus mensajes son de fácil asimilación para cautivar y entretener a la audiencia”
La programación televisiva es un gran discurso heterogéneo de géneros (telenovelas, seriales, unitarios, publicidad, propagandas), que carece de clausura debido a que las televisoras transmiten sus programas durante veinticuatro horas continuas. Este discurso, siguiendo la teoría del lenguaje de Roman Jakobson, trata de establecer contacto con la audiencia apelando a contenidos sencillos y apoyándose en recursos emotivos y expresivos. La programación televisiva es un espectáculo estrictamente difusional. Sus mensajes son de fácil asimilación para cautivar y entretener a la audiencia. El rasgo esencial del espectáculo posmoderno de la televisión reside en el “vaciado semántico de la realidad”, que opera a favor de la banalidad y los estereotipos.
La programación televisiva se construye sobre la base de criterios explícitos, que configuran, a su vez, la política difusional de las televisoras. Destacan los siguientes:
1. Jurídico. Leyes y reglamentos en materia de comunicación emitidos por instituciones del Estado prescriben la estructura de la programación según bloques horarios: todo usuario, supervisado por padres y/o representantes y dirigido exclusivamente a la población adulta. La Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión y Medios Electrónicos de Venezuela, determina que en el horario todo usuario “solo se podrá difundir mensajes que puedan ser recibidos por todos los usuarios y usuarias, incluidos niños, niñas y adolescentes sin supervisión de sus madres, padres, representantes o responsables. Este horario está comprendido entre las siete antemeridiano y las siete postmeridiano”. En ese horario, los canales deberían transmitir programas de corte cultural, educativo, recreativo y deportivo.
2. Económico. Gerentes y propietarios de televisoras, industria publicitaria y los anunciantes, negocian el tipo de publicidad que se insertará en la programación, según bloques horarios. En horarios de grandes audiencias (prime time), los canales obtienen importantes dividendos por concepto de publicidad.
3. Estratégico difusional. Las televisoras diseñan estrategias de comunicación para conquistar la atención de las audiencias y para que los anunciantes inviertan en la programación. Los canales esperan que el mayor número de personas vean sus programas y que a su vez conozcan los anuncios; ya que ello reportará beneficios económicos que serán distribuidos en salario del personal, infraestructura, adquisición de programas, equipos y tecnología.
4. Políticas públicas en comunicación. Requisito esencial es que la programación no sea gubernamental o del partido de gobierno de turno; que, además, atienda a demandas psicosociales; que sea garante de libertades, de opiniones divergentes y de diversidad cultural. En la programación pública no priva el lucro como sí ocurre con la televisión privada. No es que la rentabilidad económica no sea importante para la difusión pública, pero siempre y cuando apueste por una programación reforzada de valores humanos. Esto hasta ahora ha sido un tema álgido y difícil de entender, porque se suele creer que la programación pública es para la élite cultural, cuando debería sintonizarse con la audiencia; por lo tanto, temas y estructuras narrativas tienen que ser atractivas.
5. Mensajes oficialistas nacionales. Gobiernos y partidos políticos imponen su línea editorial y difusión de proselitismo político a los canales del Estado, desvirtuándose la doctrina de servicio público, consagrada en el ámbito internacional por la UNESCO. Dos de los segmentos que saturan la programación gubernamental venezolana son las propagandas oficialistas y las alocuciones presidenciales. El formato político ha impactado de manera negativa en la industria televisiva nacional ya que las audiencias prefieren migrar a la televisión paga o hacer otra cosa para no someterse a las interminables cadenas presidenciales que anulan la programación, la producción nacional, sus espacios ficcionales y la libertad de informar y de opinar.
6. Discurso publicitario. Los anuncios publicitarios conforman la matriz del discurso dominante de la televisión, que se repiten periódicamente en diferentes franjas horarias. La publicidad representa el fragmento rey de las televisoras en el ámbito internacional. Sus anuncios fraccionan los programas para ofertar bienes y servicios, atendiendo a criterios exclusivamente económicos. La meta es garantizar la máxima rentabilidad y beneficio a los anunciantes, los medios y las agencias de publicidad.
7. Los programadores de televisión. Deberían ser especialistas en comunicación, defensores de la libertad de expresión y de la diversidad cultural. Un programador diseña la llamada parrilla de la programación televisiva siguiendo un conjunto de criterios como el marco jurídico en materia de comunicación, pautas horarias, políticas comunicacionales (públicas, privadas y gubernamentales), mediciones de las audiencias que ofrecen una idea general de los niveles de aceptación o de rechazo de un programa.
En síntesis, la programación televisiva es un gran discurso heterogéneo de programas, cuyo ritmo, frecuencia y control de continuidad depende de los géneros televisivos, de los mensajes publicitarios, propagandas y promocionales así como de los criterios extradiscursivos de orden jurídico, económico, político, cultural y estratégico.