A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

viernes, 10 de julio de 2015

En otras oportunidades he señalado que muchas costumbres y prácticas de la Colonia se mantuvieron en Venezuela hasta bien avanzada la etapa republicana. Una de esas pervivencias tuvo que ver con los asientos en los templos católicos. Y es que, así como en los años de dominio español, en las décadas de formación del Estado nacional no había sillas ni bancos en las iglesias.

Asientos en la iglesia


En otras oportunidades he señalado que muchas costumbres y prácticas de la Colonia se mantuvieron en Venezuela hasta bien avanzada la etapa republicana. Una de esas pervivencias tuvo que ver con los asientos en los templos católicos. Y es que, así como en los años de dominio español, en las décadas de formación del Estado nacional no había sillas ni bancos en las iglesias.
Por esta razón, durante la Colonia estaba dispuesto que, a falta de asientos, podía usarse una pequeña alfombra. Pero no era para todos esta disposición. Tal beneficio estaba permitido solo a las mujeres poseedoras de bienes de fortuna (las llamadas mantuanas). Sin embargo, conviene precisar, estas privilegiadas no usaban sus manos para trasladar desde sus casas tan imprescindible objeto. Para ello disponían de una esclava: era esta propiedad la destinada a llevar el apreciable tejido. La pieza en cuestión se colocaba en el lugar que le correspondía: el suelo del templo. En ella, la trajeada dama se sentaba o arrodillaba, según fuera el caso.
Por el lado masculino, es cierto que, en los ritos de significación, estaban colocados asientos para la cúpula eclesiástica y de gobierno. Pero, en lo fundamental, los feligreses trataban de mantenerse el mayor tiempo de pie; pues cuando no quedaba una opción distinta a arrodillarse, los esperaba el duro suelo (en las zonas poco pobladas) o el áspero (y también duro) enladrillado en las ciudades principales.
Como se usaban los pantalones hasta la rodilla, el contacto con el piso solo podía ser amortiguado por el tejido de las medias. A mediados de la década de 1840 comenzó a usarse el pantalón largo. Pero tardaron varios años para que la nueva moda se instaurara en forma definitiva. De manera que, entre la piel y el ladrillo, solo se interponía la lana de la ropa interior. Claro está, era la experiencia de quienes usaban prendas de vestir debajo del pantalón, pues la mayoría de los hombres solo llevaba una sola pieza de ropa de la cintura para abajo.
Las mujeres llamadas del vulgo (aquellas que carecían de riqueza material) la pasaban un poco mejor, por cuanto las faldas y enaguas mermaban el contacto con la dura superficie que las acogía. Pero, en todo caso, la situación no era para suscitar envidias.
Todavía en los años setenta del siglo XIX la alfombra suplía la falta de asientos en las iglesias. Lo sabemos porque así lo consignó la hija del cónsul general y encargado de negocios de Francia en Venezuela. En efecto, Henry de Tallenay llegó a Venezuela en compañía de su familia en agosto de 1878. Su hija, Jenny de Tallenay, tuvo cuidado de tomar nota de lo que llamaba su atención en nuestro país.
Para ese año, era presidente Francisco Linares Alcántara, después de que Antonio Guzmán Blanco hubo concluido su primer gobierno, el conocido como el septenio. Los Tallenay permanecieron en el país hasta abril de 1881. Por esa coincidencia de fechas, cuando Guzmán y su familia regresan de Europa en 1880, pudieron conocerlo.
Para ese año puede asegurarse que todavía las casas destinadas al rito religioso no incluían asientos en el mobiliario. Lo sabemos porque, en sus Recuerdos de Venezuela (cuya primera edición, en París, es de 1884), Jenny de Tallenay vio en las iglesias a las "señoras sentadas sobre los rojos ladrillos, con la cola de su vestido envuelta alrededor de sus pies".
Muy probablemente, cuando Guzmán Blanco ordenó la reinauguración de la iglesia de Santa Teresa en 1881 (pues la primera inauguración había sido en 1876), eliminó la costumbre femenina de sentarse en el suelo. Lo señalo porque la autora francesa coloca en una nota a pie de página (lo que significa que recibió la noticia después de abandonar Venezuela) estas líneas que ofrezco: "Las señoras venezolanas ya no se sientan en el suelo en las iglesias, porque el presidente ha hecho colocar sillas y reclinatorios en las principales parroquias". Vale decir, la nueva práctica se estableció después de abril de 1881, fecha en la cual los franceses que menciono abandonan Venezuela.
Sin embargo, esta comodidad para los feligreses (hombres y mujeres) no se extendió de inmediato a todo el territorio venezolano. Todavía a comienzos de 1884 este beneficio se desconocía en Valencia. Cuando el presidente y su esposa Ana Teresa de Guzmán Blanco visitaron la región en febrero de este último año que indico, la dama principal envió una carta a la señora Rosa de Codecido, presidente de la Sociedad de Beneficencia de Valencia, para comunicarle una noticia de significación. La misiva comenzaba de esta manera:
"Hoy he encargado al señor doctor Delgado, vicario de Valencia, que reciba y distribuya en las seis iglesias de la ciudad mil sillas con sus reclinatorios, que por el próximo paquete se encargarán a Europa. Estas sillas cobrarán un centavo de alquiler a los que en cada ocasión las usen, y el venerable doctor Delgado, que me ha ofrecido hacer la recaudación, pondrá a disposición de esa junta, quincenal a mensualmente, los productos que se obtengan".
Es decir, los asientos se alquilaban. Ello significa que los habitantes carentes del centavo fijado como renta individual debían permanecer de pie y, en el momento de arrodillarse, agobiar las rodillas en contacto con el duro ladrillo del piso.

alcibiadesmirla@hotmail.com

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