Elogio del bolero...
Rafael Muci-Mendoza
Cincuenta años no es nada...
A Graciela: de su rendido admirador y amante,
Rafael
· ¨Aquí dio un gran suspiro Don Quijote, y dijo: -Yo no poder afirmar
si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo;
sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que
su nombre es Dulcinea; su patria, El Toboso, un lugar de la Mancha; su
calidad, por lo menos ha de ser princesa, pues es reina y señora mía; su
hermosura, sobrehumana pues en ella se vienen a ser verdaderos todos los
imposibles y quiméricos atributos que los poetas dan a sus damas: que sus
cabellos son de oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo,
sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes,
alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y
las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo
pienso y entiendo, que solo la discreta consideración puede encarecerlas, y
no compararlas¨. (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Libro I,
capítulo XIII, 1605-1615).
Precisamente hoy se cumplen 50 años de un juramento de amor, que ha sido
también de respeto, comprensión y cercanía. En la iglesia de la Parroquia de
San José en Valencia, la ciudad natal de ambos, el padre Joaquín Barreto,
tío de Graciela nos dio la bendición nupcial, selló nuestro acuerdo y nos
concedió visa ilimitada para que emprendiéramos la escarpada ruta de la
vida, ruta aún inconclusa... Desde nuestros hogares íbamos bien
apertrechados con los valores trascendentales que solo pueden aportar los
hogares estables, además, brújula, astrolabio y sextante, así que pudiéramos
orientarnos y no perder el rumbo cuando los tiempos se hicieran oscuros, se
encresparan las olas y los vientos se convirtieran en huracanes. Hicimos un
pacto privado de amor sin registro ni registrador que ya venía desde muy
lejanos tiempos, como que ya, por seguro, nos conocíamos a lo largo de
muchas vidas pasadas. Como un designio, parecía estar su familia siempre muy
cercana de la mía, incluso antes de ambos nacer. Los Barreto-Arocha, sus
abuelos maternos, vecinos de mis padres no más llegada mi familia desde
Guayabal a Valencia, de entrada les acogieron como suyos con esa sencilla
bondad pueblerina hacia los extraños; y más tarde al cambiar de domicilio
algunos años después, los Facchin-De Boni sus abuelos paternos, puerta con
puerta, fueron también sus leales vecinos. En una fotografía premonitoria de
lo que habría de ser, frente a la casa de sus abuelos paternos y al fondo el
Cine Camoruco, aparece Graciela de unos cuatro años, linda niña, de
minifalda y con hermoso lazo sobre su cabeza y con sus tíos Manolo, Irma,
Mary y Olga y más impresionante aún, a un costado, casualmente mi padre
vistiendo su tradicional sombrero Borsalino, cuando regresaba de la tienda a
almorzar al mediodía ... Existía ya desde antaño ese amor, pues, no me cabe
duda que los arcanos venían preparando una persecución de bienquerer que
ambos desconocíamos, una conspiración de felicidad que el destino nos
planteó sin aviso y que nosotros sin titubear aceptamos.
La foto premonitoria, tres docenas de rosas rojas y ¨simva¨...
Me cuentan que era tan arisca como un beso volado, como intentar empatar los
eslabones de un sueño, como evitar un suspiro o como asir el agua
incontenible entre los dedos: varios jóvenes habían tocado a su puerta
buscando sus favores y a todos, felizmente los rechazó, simplemente, porque
me esperaba...; hasta se decía que nunca se casaría porque ningún muchacho
le acomodaba y para librarse de sus pretensiones les hacía maldades, como
azuzarle los perros de la casa... En mi favor, yo desconocía esas tendencias
que nunca se manifestaron en contra de mi persona... Bastó un ramillete de
rosas rojas dejadas al desgaire en el porche de su casa para que
comprendiera que iba muy, muy en serio y apurado... Desde que la conocí supe
que ya era presa del ¨mal de amores¨, la llamada febris amatoria o icterus
amantium, definido por Boissier de Sauvages famoso médico de Montpellier del
siglo XVIII, como "enfermedad que se presenta entre los jóvenes de ambos
sexos, con delirio en relación con el objeto amado y un vivo deseo de unión
íntima honesta"; diría que mi caso fue una forma verdaderamente atípica pues
su descripción no cuadraba enteramente con mis síntomas, entre otras cosas
porque los míos no eran unos amores contrariados: "Estado de febrícula
variable o continua que se manifiesta con palidez, inapetencia, melancolía y
deseo de soledad. Se le llama fiebre blanca a causa del color de los
enfermos, fiebre amorosa o fiebre de las jóvenes porque afecta sobre todo a
las jóvenes enamoradas y se acompaña de palpitaciones, síncopes, etc.", si
bien perdí el apetito, estaba como lelo y mi peso se redujo, no me puse
pálido, ni tuve palpitaciones ni vahídos, ni deseos de estar sólo; antes
bien anhelaba estar junto a ella, por eso considero que fue una variante
atípica e incompleta... ¡Esas cosas tontas de enamorados...!
La boda se acordó, adelantamos tres veces la fecha y la locura se
materializó cuando apenas había transcurrido algo más de seis meses. Y muy
pronto vinieron los hijos, los dos primeros varones, Rafael Guillermo y
Gustavo Adolfo, apenas un año de diferencia entrambos y cinco años más
tarde, ¨la niña de nuestros ojos¨, Graciela Cristina (Chelita). Graciela los
amamantó casi como única alimentación durante un año. Crecieron sanos y
fuertes. Todos profesionales exitosos, casados con buenas parejas fundando
hogares estables: Claudia Briceño, Gabriela Sierraalta y José Miguel Smith
pasaron a formar parte de nuestras vidas. Han sido buenos hijos, amorosos y
respetuosos. Nos piden la bendición y nos abrazan y besan con gran afecto.
Los seis nietos que nos han dado, son alegría de nuestras vidas, buena
semilla y promesa de buenos ciudadanos: Fabiana y Juan Muci Briceño;
Federico Muci Sierraalta; Valentina, Matías y Joaquín Smith Muci; tres
docenas de rosas rojas, una por cada hijo adornaban nuestra sala cada
viernes, pero la pulverización del signo y la inflación hicieron ya
imposible su presencia, pero ella sabe que siempre están allí cada fin de
semana como desde siempre fue...
Y pasaron aquellos tiempos de la inseguridad en el amor del otro, de los
celos que nunca alcanzaron cotas de enfermedad pues fueron encelamientos
benignos, saludables y pasajeros pues sin duda alguna, se cela aquello que
se quiere; pero, qué más demostración de lealtad y cariño que 50 años bien
vividos, de necesidad mutua, de soporte indeclinable durante los cuales no
hemos tenido atajaperros, sangre corriendo hacia el río ni maltratos mutuos,
y tampoco hemos tenido por que esconder nuestra felicidad ni arrepentirnos
absolutamente de nada, ¿Qué más puede pedirse...?
¨En la vida hay amores... Una tarde de boleros¨: Hace meses asistí con
Graciela a este espectáculo organizado por César Miguel Rondón. Debo
confesar que yo, siendo renuente a la distracción, asistí tres veces a este
extraordinario show... Mientras disfrutábamos de aquella ristra de boleros
interpretados por Betsayda Machado y Andrés Barrios sin desear que
finalizaran, lágrimas de añoranza saltaban de mis ojos desprevenidos y
desacostumbrados, no pareciéndome vergonzoso porque creo que otras parejas
estaban sufriendo de lo mismo... Fue ese un nuevo y renovado encuentro con
el primer amor, ese que nunca se olvida; era el escarceo amoroso con la
mujer que amé y que aún sigo amando luego de cincuenta años... Nos hemos
sido fiel el uno al otro, compañeros, confidentes y amantes, pues fuimos
tejidos con una misma urdimbre, apretada y resistente salida del telar de
los dioses: el uno para el otro. Recuerdo aquellos cambios de guardia de los
sábados en el Hospital Vargas de Caracas para viajar a Valencia y estar
junto a ella; recuerdo que siendo muy obsesivo en la preparación de las
historias de mis pacientes, usaba tinta china para redactarlas y tintas de
tres colores para resaltar hechos significativos de la historia o de los
exámenes complementarios del paciente; el comentario que le atribuyeron a mi
maestro Otto Lima Gómez al conocer de mi noviazgo fue, ¨¡Esa novia de Muci
debe estar resaltada con tinta de tres colores...!¨. Nada qué reprocharle,
era la propia verdad, tenía ella que ser la más vistosa, la más
sobresaliente, la más celebrada, la más hermosa y la más querida...
Cuando bailábamos un bolero, muy juntitos y apretados, sentíamos que el amor
nos transportaba y así, bailando lentamente en una sola baldosa, levitábamos
haciendo abstracción de todo cuando nos rodeaba; y si era merengue o
chachachá, me acompañaba y todavía me acompaña, como si hubiéramos aprendido
juntos el son y los pasos, uno tras del otro, sin mostrar fastidio ni
fatiga... ¡Ah! Pero no queremos saber nada del tecno-merengue ni del
monótono tóm-tóm-tóm de la estridente música actual donde no hay cercanía y
donde cada cual anda por su lado...; pero, si bien es cierto que el tiempo
aplaca esos hervores, todavía siento el mismo amor y respeto por ella que
cuando la conocí sintiendo que ¨me saqué el gordo¨ de la vida, y ahora,
aderezada con esa suave pátina del tiempo que es mi rendida admiración por
ella y la suya por mí...
Graciela, un bondadoso ángel hecho mujer, me ha acompañado con decisión en
cada acto de mi vida, confiadamente, activamente, sin pequeñas envidias, en
éxtasis hemos estado el uno al lado del otro, y si alguna vez me asaltó el
deseo de serle infiel, la sinceridad y entrega total de su amor hizo volar
aquel deseo como brizna de paja en el viento, o como un clavel del aire que
no se halla en ninguna parte cuando es arrastrado por la suave brisa hasta
que besa la tierra donde anidará... Bueno, ella nunca lo ha visto del todo
así, pero sólo pensar en el daño que le haría con una traición ha enfriado
mis ímpetus. Siempre ha pensado que mi biblioteca, mis libros y mi trabajo
profesional compiten por su amor, así que con la chispa y el humor que la
tipifica y que siempre la ha acompañado, por su cuenta decidió que, ¡yo sí
que tenía otra amante demostrable y palpable!: mi biblioteca, fuera de la
casa a la cual hasta llama con afecto: ¨simva¨ [sic],-¨sin vagina¨-...
Amorosa, discreta, orgullosa de mi compañía y yo de la de ella; espero con
ansia el fin de mi jornada porque sé que ella me está esperando para
llenarme de mimos. Es la flor que luzco con orgullo en el ojal del traje
académico cuando me acompaña con el retintín de su sonrisa y una carcajada
oportuna, su bonhomía y sus deliciosas salidas en las sesiones de la
Academia Nacional de Medicina. Cada uno de mis pequeños éxitos le
corresponde en gran medida y me siento gustoso de compartirlos junto a ella.
Y si es que hubo fracasos, surgieron cuando tozudo, no la escuché...
Con el transcurrir del calendario, la pasión fue tornándose en prodigio, en
necesidad de estar uno junto del otro y en mutua compañía, pues hemos
envejecido en el oficio de amantes. Hilos de plata fueron apareciendo al son
de chachachás, boleros o merengues dominicanos mientras orgullosos
alabábamos como el ejercicio de la calipedia o arte quimérica de procrear
hijos hermosos, había sido exitoso y en el ínterin, nuestros hijos crecían,
se hacían adultos y nos ofrendaban su fe en la vida, y sus propios hijos,
nuestros nietos, hoy todos lejanos... En una ocasión y con cualquier motivo
escribimos para nuestros hijos:
«Queridos hijos:
¡No es fácil...! No es fácil adaptarse al otro, dejar egoísmos de lado,
ceder, dar el paso, regar el amor cada día como se riega la flor más
preciada y hermosa, cuidar la relación como la gema más preciosa, tolerar el
ser del otro y sus extravagancias para que tolere las nuestras, tomar más de
la mitad de la culpa, hacer de la carne del otro nuestra propia carne, hacer
que ella o él sea lo mejor que nos ha pasado en nuestras vidas...
Felicidades Graciela y Rafael»
Bueno, es cierto que para la ocasión de hoy no tendremos misa en casa, ni la
clásica foto en un sofá, gordos y medio calvos, el rostro severo, un poco
idos y pasados de moda, rodeados de hijos y nietos; ni renovaremos votos
porque los revivimos cada día; total, nos unimos en solitud reiremos por
cosas tontas, como debe ser, la vida así lo quiso, y es probable que nos
vayamos solos pero juntos en la multitud que es nuestra compañía. Pero...
hay un dejo de profunda tristeza, de terrible orfandad en el que no seremos
el único caso porque pertenecemos a una patria que ya no es nuestra patria
sino un remedo de la que fue, lo que ayer fue respeto por el trabajo y la
dedicación constructiva, es hoy un nido de maldad, donde vagos y maleantes
muestran sus inmundas llagas en vallas, mensajes televisados y en burdos
gestos como el de tener eso que no es tener patria; ausentes estarán quienes
quisiéramos que estuvieran presentes, así nos tocó y así lo aceptamos; hemos
ejercido responsables la paternidad y abuelazgo a la distancia... Eso sí,
sabemos que estaremos en los corazones de nuestros hijos y de nuestros
nietos, de nuestros familiares, de nuestros amigos, colegas, pacientes y
alumnos. Será pues, una velada virtual sin guirnaldas de colores, sin velas,
esencias ni aroma de sándalo, un agradecimiento y un triunfo por el
privilegio otorgado y esperamos con fe que la tormenta roja termine de
eliminarlos como se borran de un suspiro las alimañas rastreras...
Damos gracias a Dios por el inmenso favor, damos gracias a la vida porque
estamos razonablemente saludables, damos gracias al amor con el que se nos
ha colmado desde nuestros hogares primigenios y por el que, en reciprocidad,
hemos trasmitido a los que nos rodean; festejaremos la ocasión solos y en
privacidad, la que no deseamos sea vulnerada y agradecemos de corazón
abstenerse aquellos que ya se disponen a hacerlo. Hoy recordaremos en
solitud, cosas felices y cosas tristes, esas con las cuales está hecha la
vida...
¡Favor no enviar flores...!
«Para lograr todo el valor de una alegría has de tener
con quien repetirla».
Mark Twain (1835-1910)
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