Los primeros osados
JONATHAN REVERÓN | El Universal Qué Hay 22/02/15
Cuando una logia vence el poder destructor de las distancias de tiempo y espacio, la costumbre, el afecto y los bises en la sonrisa son inquebrantables para siempre. Marlig, Dionisio y Édgar no recuerdan la fecha exacta de la última vez que se vieron, pero sucede que su logia vence los paréntesis.
"Como ya no somos miembros activos de la orquesta nos vemos cuando las circunstancias se presentan, como esta. Es típico de los músicos que tocan en una misma orquesta, como los que juegan en un equipo deportivo, que por su rutina se tienen que ver todos los días. Una vez que tú dejas esa rutina, por supuesto te distancias, pero siempre que nos encontramos es como si nos hubiésemos visto ayer", dice Édgar Saume (Los Teques, 1950), que no abandona la percusión nunca, en todo momento sus dedos golpean la mesa y el resto de sus compañeros le hace señas para que el registro auditivo de la entrevista sea lo más limpio posible.
Sobre el pecho de Dionisio Segado (Caracas, 1958), también percusionista, cuelga un carnet. "Mira, aquí dice, Director musical, pero ya no pertenezco a la orquesta. Estoy en el área docente, dirigiendo ensambles, metodología en cada núcleo infantil, postulando profesores", etcétera, un sustantivo que los tres repiten, no por flojera verbal, ni por falta de memoria, sino por la acumulación de tareas que los deja muy lejos de ser unos jubilados.
Una nueva tradición
Marlig Bosque (Caracas, 1956), trombonista, se acercó a la música de la forma tradicional, a través de conservatorios, en dos de los mejores, el José Ángel Lamas y en el Conservatorio Juan José Landaeta, "en el momento en que José Antonio llama para el encuentro de esos ensayos de la orquesta juvenil, coincidimos. Era lo que había".
Édgar asiente, también venía del conservatorio Landaeta, "teníamos un ensamble constituido y así nos introdujimos a esa primera orquesta, no hubo que hacer ninguna selección y nos integramos perfectamente". No fue usual, sí oportuno para el movimiento en ciernes. Al mismo tiempo levantó las cejas de la tradición, eso que de vez en cuando algunos hombres están destinados a romper.
Dionisio explica: "Esto no puede ser verdad", comenzaron a tocar un repertorio que los conservatorios generalmente tienen celosamente guardados para músicos con más experiencia. "Era algo incierto, loco", interrumpe su colega Saume: "Los conservatorios tradicionales tenían una alcabala increíble, para poder atreverse a tocar un instrumento, tenías que estudiar dos años de teoría y solfeo, hasta que llegaron el Sistema y su esencia: ¿Tú quieres ser músico?, basta con saber si tienes condiciones y tocando aprendes". Allí empieza el famoso motto que se encuentra grabado en las medallas de todos sus músicos, Tocar y Luchar.
Un adagio expresivo
Les presento el segundo movimiento del Concierto N° 1 para violín de Paganini, lo escuchamos con la participación del solista venezolano, Benjamín Gatuzz. Me corrigen y me explican términos. En segundos, con dos o tres ejemplos potables, son capaces de remediar años de cualquier oído que haya estado agazapado frente a la llamada música clásica.
Al día de hoy, los núcleos más antiguos del Sistema cuentan con nutridas bibliotecas, Dionisio recuerda a su padre: "Él fue percusionista de la Orquesta Sinfónica de Venezuela (OSV), a la vez, en esa época, mi padre estuvo en el archivo de la OSV, por la cercanía con el maestro Abreu, él le pidió ayuda a papá y se comenzó a trabajar con fotocopias de partituras, no había nada original".
La necesidad por ampliar el conocimiento debe ser inagotable, la mediocridad nos atrapa en el minuto cuando pensamos que lo sabemos todo. "Siempre hace y hará falta música, instrumentos, eso ha sido una batalla continua a través de los años, la consecución de instrumentos para los núcleos. A medida que una orquesta mejora en su desempeño requiere de mejores instrumentos", aclara Saume, quien además recuerda que los primeros instrumentos eran comprados por los propios músicos y en muchos casos eran legados a la institución.
Ahora ellos, los fundadores (algunos), se encargan de buscar, viajar, conseguir los mejores instrumentos para los músicos sucesores. Por ejemplo, Saume ha viajado a China dos veces con esa misión. Viajar. El Sistema viaja desde los primeros años de su formación para participar en festivales, y el Estado venezolano ha sido su aliado siempre, desde ese entonces.
El más elocuente, Saume (sobrino del gran animador venezolano), prosigue: "La primera gira fue a México. La Fuerza Área ofreció su ayuda y viajamos en un hércules, 'muchachos, vamos a montarnos en ese avión', nos dijo José Antonio, como si fuésemos paracaidistas". Iban guindados, abrazados al instrumento, viendo aves volar más rápido que el camastrón con alas que abordaban. "Abordábamos desde la pista, sin ningún tipo de comodidad, eran vuelos aventureros". La voz grave de Dionisio, recuerda: "Cargábamos cajas, partituras, atriles, el equipaje". Cuentan que un contrabajo fue víctima en uno de esos avatares, cuando quedó atrapado en una rampa, el despegue lo convirtió en astillas. Les dolió mucho, porque como ya hemos leído tantas veces, hace cuarenta años cada objeto era producto de un milagro...
"Como ya no somos miembros activos de la orquesta nos vemos cuando las circunstancias se presentan, como esta. Es típico de los músicos que tocan en una misma orquesta, como los que juegan en un equipo deportivo, que por su rutina se tienen que ver todos los días. Una vez que tú dejas esa rutina, por supuesto te distancias, pero siempre que nos encontramos es como si nos hubiésemos visto ayer", dice Édgar Saume (Los Teques, 1950), que no abandona la percusión nunca, en todo momento sus dedos golpean la mesa y el resto de sus compañeros le hace señas para que el registro auditivo de la entrevista sea lo más limpio posible.
Sobre el pecho de Dionisio Segado (Caracas, 1958), también percusionista, cuelga un carnet. "Mira, aquí dice, Director musical, pero ya no pertenezco a la orquesta. Estoy en el área docente, dirigiendo ensambles, metodología en cada núcleo infantil, postulando profesores", etcétera, un sustantivo que los tres repiten, no por flojera verbal, ni por falta de memoria, sino por la acumulación de tareas que los deja muy lejos de ser unos jubilados.
Una nueva tradición
Marlig Bosque (Caracas, 1956), trombonista, se acercó a la música de la forma tradicional, a través de conservatorios, en dos de los mejores, el José Ángel Lamas y en el Conservatorio Juan José Landaeta, "en el momento en que José Antonio llama para el encuentro de esos ensayos de la orquesta juvenil, coincidimos. Era lo que había".
Édgar asiente, también venía del conservatorio Landaeta, "teníamos un ensamble constituido y así nos introdujimos a esa primera orquesta, no hubo que hacer ninguna selección y nos integramos perfectamente". No fue usual, sí oportuno para el movimiento en ciernes. Al mismo tiempo levantó las cejas de la tradición, eso que de vez en cuando algunos hombres están destinados a romper.
Dionisio explica: "Esto no puede ser verdad", comenzaron a tocar un repertorio que los conservatorios generalmente tienen celosamente guardados para músicos con más experiencia. "Era algo incierto, loco", interrumpe su colega Saume: "Los conservatorios tradicionales tenían una alcabala increíble, para poder atreverse a tocar un instrumento, tenías que estudiar dos años de teoría y solfeo, hasta que llegaron el Sistema y su esencia: ¿Tú quieres ser músico?, basta con saber si tienes condiciones y tocando aprendes". Allí empieza el famoso motto que se encuentra grabado en las medallas de todos sus músicos, Tocar y Luchar.
Un adagio expresivo
Les presento el segundo movimiento del Concierto N° 1 para violín de Paganini, lo escuchamos con la participación del solista venezolano, Benjamín Gatuzz. Me corrigen y me explican términos. En segundos, con dos o tres ejemplos potables, son capaces de remediar años de cualquier oído que haya estado agazapado frente a la llamada música clásica.
Al día de hoy, los núcleos más antiguos del Sistema cuentan con nutridas bibliotecas, Dionisio recuerda a su padre: "Él fue percusionista de la Orquesta Sinfónica de Venezuela (OSV), a la vez, en esa época, mi padre estuvo en el archivo de la OSV, por la cercanía con el maestro Abreu, él le pidió ayuda a papá y se comenzó a trabajar con fotocopias de partituras, no había nada original".
La necesidad por ampliar el conocimiento debe ser inagotable, la mediocridad nos atrapa en el minuto cuando pensamos que lo sabemos todo. "Siempre hace y hará falta música, instrumentos, eso ha sido una batalla continua a través de los años, la consecución de instrumentos para los núcleos. A medida que una orquesta mejora en su desempeño requiere de mejores instrumentos", aclara Saume, quien además recuerda que los primeros instrumentos eran comprados por los propios músicos y en muchos casos eran legados a la institución.
Ahora ellos, los fundadores (algunos), se encargan de buscar, viajar, conseguir los mejores instrumentos para los músicos sucesores. Por ejemplo, Saume ha viajado a China dos veces con esa misión. Viajar. El Sistema viaja desde los primeros años de su formación para participar en festivales, y el Estado venezolano ha sido su aliado siempre, desde ese entonces.
El más elocuente, Saume (sobrino del gran animador venezolano), prosigue: "La primera gira fue a México. La Fuerza Área ofreció su ayuda y viajamos en un hércules, 'muchachos, vamos a montarnos en ese avión', nos dijo José Antonio, como si fuésemos paracaidistas". Iban guindados, abrazados al instrumento, viendo aves volar más rápido que el camastrón con alas que abordaban. "Abordábamos desde la pista, sin ningún tipo de comodidad, eran vuelos aventureros". La voz grave de Dionisio, recuerda: "Cargábamos cajas, partituras, atriles, el equipaje". Cuentan que un contrabajo fue víctima en uno de esos avatares, cuando quedó atrapado en una rampa, el despegue lo convirtió en astillas. Les dolió mucho, porque como ya hemos leído tantas veces, hace cuarenta años cada objeto era producto de un milagro...
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