Rafael Muci-Mendoza
El Hospital de Niños de Caracas languidece a ritmo mayor que el de sus
pequeños huéspedes...
Es el mundo absurdo de la ¨revo-involución¨ querido amigo, pleno de hombres
manejados desde el alto poder, hombres de vida vacía y sin realizaciones,
amamantados por la teta tóxica del poder sin límites, comisarios políticos
de garrote en mano, de vidas obscenas de lúgubres colores, hombres y mujeres
para nada: escasos, apocados, pusilánimes, de poco espíritu y magra
expedición, emborrachados por una brizna de poder, que en sus torcidos
procederes no tienen amigos, sólo compinches. Son ellos jueces, directores
de algún ministerio, ente público, o de algún hospital, recogidos del
basurero donde se vierten las vidas vacías, llenas de dolos y artificios.
El Hospital de Niños de Caracas languidece a ritmo mayor que el de sus
pequeños huéspedes, llevado al barranco de la historia médica por un
gobierno criminal, indiferente e ineficaz, muestra de la brutalidad de la
existencia que es y que no es una nada, que se esconde regularmente en la
miserable vida de todos sus días, mostrando absurdidez, sin razón ni
explicación. Han llegado demasiado lejos y no pueden mirar a los ojos de sus
hijos mientras los retiran de los chiquitines anhelantes del Hospital.
El Jefe de la Emergencia, el académico doctor Huníades Urbina, no importado
una hoja de servicio intachable es echado fuera de su querencia de forma
ilegal y extemporánea por el solo hecho de denunciar lo que tantos callan:
el derrumbe institucional, el pecado mortal de cada día. Sale con la cara
limpia y los ojos en alto. Los chipilines de mirada abatida y sin brillo,
pierden un aliado, un protector ante la mirada indiferente de tantos. No
esperes adhesiones de tus pares porque aquí..., no ha pasado nada.
Como el del Aeropuerto de Maiquetía, el aire de tu hospital está contaminado
por la corrupción del alma...
Addendum
Los criminales de ayer son los señores de hoy,
y los criminales de hoy,
serán los señores de mañana
<http://www.logoslibrary.eu/
> Carl William Brown
Como en un romance del Cid, el usuario del Aeropuerto de Maiquetía parece
estar condenado a una muerte cruel y desastrada, "¡Villanos te maten,
Alonso!", parece repetirle en voz inaudible el villanote del grupo: el
ozono, ese gas incoloro que resulta de los efectos de la luz solar sobre las
emanaciones de automóviles e industrias. Los valles como el de Caracas,
favorecen el depósito de este cieno invisible. En las tardes veraniegas,
cuando no hay mucha brisa, se arrochela con los otros para hacer rubieras;
ahora exprofeso es emanado directamente y cobrado como costoso veneno. El
ozono es un gas rastrero -como tanto boliburgués infiltrado en el aeropuerto
de Maiquetía-, que para desgracia de todos, no asciende hasta la
estratósfera donde estamos tan necesitados de sus favores para que evite el
ingrato efecto invernadero, que amenaza con convertir en chicharrones a los
pobladores del mundo. Este gas afecta directamente, el revestimiento mucoso
de las vías aéreas -nasofaringe, laringe, tráquea y bronquios-, donde daña
sus células a través de la generación de sustancias tóxicas llamadas
radicales libres. Son tan rapaces y criminales que no les importa dañar a la
gente como con el cuento de los bombillos ahorradores vendieron millones sin
parar en mientes el mercurio contenido en ellos. Una de los peores vicios
de esta revolución es que no quieren a Venezuela ni a los venezolanos, sólo
quieren el dinero a como dé lugar...
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