Levantamientos
“Decidí ir a ver una exposición que se presenta desde el 18 de octubre 2106 hasta el 15 de enero 2017, en el Museo Jeu de Paume, en París. Se titula ‘Soulèvements”
Tras la sublevación del 17 de Junio
la Secretaria de la Unión de Escritores
Hizo repartir folletos en el Stalinallee
indicando que el pueblo
había perdido la confianza del gobierno
Y podía ganarla de nuevo solamente
con esfuerzos redoblados.
¿No sería más simple
En ese caso para el gobierno
disolver el pueblo
Y elegir otro?
Bertolt Brecht (1953)
Las casualidades son como pequeños “milagros”. La manifestación afuera de “algo” que ya existe, a veces sin forma, adentro. Aparece: y lo vemos. La inquietud por el país, esta última semana de octubre tan convulsa políticamente, tan agitada, tomó forma al visitar un museo. Decidí ir a ver una exposición que se presenta desde el 18 de octubre 2106 hasta el 15 de enero 2017, en el Museo Jeu de Paume, en París. Se titula Soulèvements.
Levantamientos es el título por el que optó el curador de la muestra, historiador de arte, filósofo, Georges Didi-Huberman. Leí en un comentario de prensa digital que cuando el curador fue invitado a realizar este vasto proyecto en el museo, surgieron otras palabras: “revolución”, “revuelta”, “resistencia”. Lo que le atrajo al filósofo de la palabra “levantamiento” es que remite a un espectro más grande y más abierto a interpretaciones. Comienza en los fundamentos del hombre, en sus recursos más íntimos, en su psiquismo. Escapa de un cuadro moral. Como dice Didi-Huberman, ha habido levantamientos populares que han conducido al ser humano a horas desgraciadas: los fascismos, las dictaduras… Pequeño o grande, efímero o durable, el levantamiento implica siempre “deseo” y se inscribe muchas veces dentro de un enfoque más amplio que este (i). ¿Qué nos levanta?, se pregunta Didi-Huberman. “Las fuerzas: psíquicas, corporales, sociales. A través de ellas transformamos la inmovilidad en movimiento, el abatimiento en energía, la sumisión en revuelta, la renuncia en alegría expansiva. Los levantamientos advienen como gestos: los brazos se levantan, los corazones laten con más fuerza, lo cuerpos se despliegan, las bocas se desatan. Los levantamientos no vienen nunca sin pensamientos, que se convierten en frases. Se reflexiona, se expresa, se discute, se canta, se garabatea un mensaje, se compone un afiche, se distribuye un panfleto, se escribe una obra de resistencia” (ii).
A partir de una postura transdiciplinaria, la exposición busca motivar a pensar acerca de las formas de representación de “levantamientos”. Propone el diálogo de diversas expresiones –en su forma y en el tiempo– desde grabados de Goya, dibujos de Víctor Hugo, hasta instalaciones, pinturas, fotografías, documentos, y videos contemporáneos. “La exposición parece de una pertinencia sin equívoco dentro del contexto social que es el nuestro en 2016”, escribe la directora del museo y el curador lo acentúa al titular su ensayo en el catálogo: Pesadez de los tiempos. Ambos hacen referencia a la crisis migratoria europea producto de la situación en Siria; por mi parte, yo decido escribir sobre esta exposición porque las imágenes me remiten a la actual realidad venezolana. Al conflicto, al agobio, al desmoronamiento. “Tiempos sombríos”, escribe Didi-Huberman, son las palabras con las que se expresó Bertolt Brecht a sus contemporáneos, desde su propia condición de hombre rodeado de mal y de peligro, de hombre exilado, fugitivo, un perpetuo “migrante” que espera meses para una visa, pasar una frontera… “Los tiempos sombríos son tiempos de plomo”, dice Didi-Huberman. «No solo impiden nuestra capacidad de ver más allá y, pues, de desear, pero ellos pesan, pesan sobre nuestras nucas, nuestros cráneos, una manera de decir que ahogan nuestra capacidad de querer y de pensar” (iii). A nosotros, los venezolanos, nos pesa la situación económica, la confrontación, esperamos pasar la frontera hacia un mejor país. Lo esperaban en su oportunidad aquellos que apoyaron el proyecto de Hugo Chávez, lo esperamos la hoy mayoría que disiente del fracasado “socialismo del siglo XXI”. Ninguno desea seguir siendo un marginado, un extraño, el “otro”, en su propia tierra. Una tierra golpeada, maltratada, saqueada. Una tierra fértil que es de todos.
La exposición Soulèvements se divide en cinco temas. Las ideas a continuación acompañan al visitante en su recorrido de la exposición.
I Por Elementos. Los elementos se desencadenan, los “sacan de quicio”, enloquecen. Un levantarse, como al decir “se levanta una tormenta”. Derrocar la pesadez que nos clava en el suelo. Los levantamientos son comparados a huracanes, o a grandes olas, porque son elementos –de la historia– que entonces se desencadenan. Para empezar, uno se levanta gracias a la imaginación, sea en “caprichos” o “disparates” como decía Goya. La imaginación mueve montañas. Levantarnos de un “desastre” real quiere decir que, a aquello que nos oprime, a aquellos que nos quieren coartar los movimientos posibles, uno opone la resistencia de fuerzas que son primero “deseos e imaginación”, es decir fuerzas psíquicas que desencadenan aberturas hacia lo posible.
Dennis Adams, Patriot, serie Airborne, 2002
Víctor Hugo, Siempre volviendo a la pluma, 1856
¿Para qué sirve una pluma de pájaro? Para volar, para levantarse, quizás. Ciertamente, para escribir. Así lo hizo Víctor Hugo. Sin embargo, muchas veces tomaba la pluma por la otra punta y utilizaba los filamentos en el sentido inverso, como un pincel para dibujar. Evocaba las olas, el viento, la tempestad, el huracán, lo que quiso describir en Los Miserables.
II Por gestos (intensos). Del decaimiento al levantamiento. Martillazos. Los brazos que se levantan. La pasión. Bocas que se expresan. Levantarse es un gesto. Mucho antes de emprender una “acción” voluntaria o compartida, uno se levanta con un simple gesto que, de pronto, invierte el abatimiento al que hasta ese punto nos tenía sometido, ya sea la cobardía, el cinismo, o el desespero. Levantarse es lanzar lejos la carga que llevábamos sobre los hombros y que nos impedía mover. Romper el presente –sea a martillazos, como lo habrían querido Nietzsche o Artuad– y levantar los brazos hacia un futuro que se abre. Es un signo de esperanza y de resistencia. Es un gesto y una emoción.
Gilles Caron, Manisfestaciones anticatólicas en Londonberry, 1969
Lorna Simpson, Easy to Remember, 2001
III Por palabras (exclamadas). Insurrecciones poéticas. El mensaje de las mariposas. Periódicos. Libros de resistencia. Muros que toman la palabra. Los brazos se han levantado, las bocas han exclamado. Ahora hacen falta las palabras, las frases para decirlo, cantarlo, pensarlo, discutirlo, imprimirlo, trasmitirlo. He aquí porqué los poetas se sitúan “antes” de la acción misma. Los románticos, los dadaístas, los surrealistas… han conducido poéticas de insurrección. La poesía de los panfletos, la hoja de protesta, los libros, hasta que los muros toman la palabra y ella ocupa el espacio público.
Federico García Lorca, Mierda, 1934
Anónimos mexicanos, Ojo! Una revista que se ve, México, 1958
Artur Barrio, Livro de Carne, 1978
En una época de feroz dictadura militar, el artista imagina –y realiza– un libro de historia como sacado de la carne misma del pueblo brasilero.
IV Por conflictos (abrazados). Hacer huelga no es no hacer nada. Manifestar, exponerse. Construir barricadas. Morir de injustica. Unos no ven sino caos. Otros ven surgir, por fin, las formas del deseo de ser libres. Las maneras de vivir juntos se inventan durante las huelgas. Decir “manifiesto” es constatar que algo ha aparecido, algo que fue decisivo. Pero, para ello hubo de haber conflicto. Motivo importante de la pintura moderna de historia y en las artes visuales en general. Sucede que los levantamientos producen la imagen de imágenes resquebrajadas, rotas: vandalismos, una suerte de fiestas en negativo. Luego, las fuerzas del orden reprimen la manifestación cuando aquellos que se levantan solo tienen de su lado la potencia, el empuje, de su deseo, mas no el poder. Es por ello que tanta gente, durante la historia, ha muerto por haberse levantado.
Allan Sekula, Dos imágenes de la instalación Waiting for Tear Gas,1999-2000
V Por deseos (indestructibles). La esperanza de un condenado a muerte. Las madres levantadas. La pujanza sobrevive al poder. Freud decía que el deseo es indestructible. Un deseo que en medio de la oscuridad nos hace buscar luz a pesar de todo, por más tenue que sea. Como el canto del anarquista andaluz o del ladrón gitano, las “carceleras”: A mí me metieron en un calabozo/donde yo no veía la luz del día/gritando yo me alumbraba/con el lucerito que yo encendía. Aún aquellos que se saben condenados –en campamentos, en prisiones– buscan la manera de transmitir un testimonio, un llamado. Lo que Joan Miro evocó en una serie de obras tituladas La Esperanza del condenado a muerte, en homenaje al estudiante anarquista Salvado Puig i Antich ejecutado por el régimen franquista en 1974. Un levantamiento puede terminar en las lágrimas de madres sobre los cuerpos de sus hijos muertos. Pero esas lágrimas derramadas no son solo abatimiento, ellas pueden surgir como fuerza de levantamiento, como en las “marchas de resistencia” de madres y abuelas en Buenos Aires.
Joan Miró, La Esperanza del prisionero, dibujos preparatorios para La Esperanza del condenado a muerte, 1973
Eduardo Gil, Niños desaparecidos, Segunda Marcha de la Resistencia, Buenos Aires, 9-10 diciembre 1982
Quizá resulte fuera de lugar escribir sobre una exposición cuando el país clama de dolor por el desabastecimiento al que se encuentra sometido una inmensa mayoría de la población, y cuando centenas de miles de personas han marchado pacíficamente convirtiendo las principales arterias viales de Caracas en ríos de gente; sin embargo, lo hago replanteando la pregunta que Didi-Huberman se hace aludiendo a una posible contradicción: ¿No será traicionar este “objeto” –los levantamientos que justamente no son objetos sino gestos o actos– el hacer de ellos “objetos” de exposición? ¿En qué se convierten los levantamientos y su energía propia sobre paredes blancas o en las vitrinas de una institución cultural? No se trata de “estetizar” y, así, “anestesiar” la dimensión práctica y política inherente a ellos. No se trata de presentar un cuadro histórico de levantamientos del pasado y del presente. Se trata más bien de preguntarse: cómo las imágenes con frecuencia escavan en nuestra memoria para dar forma a nuestros deseos de emancipación. Y, cómo una dimensión poética alcanza a constituirse en el mismo gesto de levantamiento (iv).
¿Qué sentido tiene “echar el cuento”?, me repito, ¿pensar en las imágenes, nuestras, las fotografías de protestas, marchas, esas que todavía están muy “crudas” como “recién salidas del horno” para formar parte del acervo expositivo de Soulèvements? si mientras intento darle forma a las frases, leo a un escritor venezolano que en referencia al “diálogo” se pregunta: “¿Acaso hay país más allá de los trampas del lenguaje?” (v). Y, a un analista que se cuestiona si la oposición en realidad es capaz de canalizar a la gente en marchas esplendorosas pero efímeras y luego teme que se desinfle su fuerza (vi). Decaigo, y el intento de escribir me resulta inútil. Sin embargo, persevero. Lo cierto es que este recorrido de imágenes –en diálogo unas con otras, sin cronología– me permitió constatar que a lo largo del tiempo, inherente al ser humano, junto a su capacidad de destrucción, su pulsión de muerte, el “levantamiento” es un gesto sin fin, que no cesa de recomenzar. Es deseo, pulsión de vida… pujanza vital. Escribo, pues, para aquel que desee leer. Y, comparto con mi lector este poema de Borges que encontré citado en el excelente ensayo de Didi-Huberman que me sirvió para escribir.
Los Justos (1981):
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso
ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le
agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto
canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
EI que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Démosle juntos formas de levantarse al país. Seamos capaces de reinventar imágenes de lo posible: vivir en paz los actos sencillos de la existencia.
(i) Jean-Baptiste Gauvin
(ii) Georges Didi-Huberman, Soulèvements, Éditions Gallimard/Jeu de Paume, Paris, 2016
(iii) ibid.
(iv) ibid.
(v) Alberto Barrera Tyszka, Las trampas del lenguaje, Prodavinci, 30 octubre 2016
(vi) Luis Vicente León, ¿Negociar ya…? ¿o después?, Prodavinci, 30 octubre 2016.
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