Adrián Pujol. Apuntes abstractos
La exposición de Adrián Pujol (España, 1948) estará abierta en Beatriz Gil Galería hasta el 06 de noviembre
Como ya lo hemos expresado en diversas oportunidades, la notable trayectoria desarrollada por Adrián Pujol durante las últimas cuatro décadas en Venezuela se nos revela como el resultado de una perseverante práctica artística sustentada en la vitalidad de un impulso de creación y de un pensamiento analítico que reafirman la entrega absoluta al oficio y la búsqueda incesante de inéditas estrategias de producción. A partir de una exploración empírica de los diversos contenidos temáticos, cada una de sus obras nace de una sosegada especulación intelectual, afianzando el potencial fenomenológico de la pintura y garantizando así su validez y su sentido. En cada trazo, en cada indagación iconográfica, ellas desafían el potencial de lo pictórico ante la pluralidad de nuevos recursos y la incontenible contaminación mediática de imágenes efímeras. (1)
Al tocar esta “Tierra de Gracia” –a mediados de los pujantes años setenta–, proveniente de una España franquista y anquilosada, Pujol se enfrenta no solo a una nueva cultura antagónica, democrática y progresista –fundamentada en el culto a la modernidad–, sino que también hereda simbólicamente el espíritu de aquellos artistas viajeros que nos visitaran hacia el siglo XIX. El impacto de ese encuentro lo llevaría a desarrollar una contundente transformación como artista frente al avasallante paisaje vernacular y ante la asombrosa renovación urbana y sus paradójicas consecuencias. Con el deseo de vulnerar los rígidos principios de la tradición y así de los géneros artísticos traza, desde el lugar del asombro y la experiencia, un contundente lenguaje visual que lo identificará como un artista de excepción. Con una trayectoria marcada por un vasto y diverso itinerario de imágenes abordó la referencialidad de su narrativa en una fecunda producción, emprendida fundamentalmente desde el proceso pictórico, las diversas técnicas gráficas, las artes aplicadas y el objeto escultórico. Cada serie de obras representó, en esencia, la concientización sucesiva sobre la otredad y el sentido extraterritorial.
La pintura como práctica expresiva y el paisaje como género han sido el motivo de su indagación desde mediados de los años ochenta en resonancia con toda una generación de artistas orientados al tema; no obstante la suya ha sido una singular búsqueda que lo llevaría a salir del taller para enfrentarse directa y espontáneamente a la magnitud de la naturaleza. Una estrategia de exploración que abarcó con ímpetu, desde entonces, la dimensión inconmensurable del territorio: de la selva tropical, de la Amazonia, del litoral caribeño, de la montaña avileña. A partir del cuestionamiento hacia la imperativa referencialidad del contexto, Pujol asume el reto de abordar el paisaje desde otras perspectivas derivadas de la abstracción de las formas. En este nuevo empeño por distinguir relaciones análogas o disímiles entre sus planteamientos, descubre la presencia dominante de una geometría y una serialidad coetánea, isomorfa y coincidente que evidencia la notable filiación de nuestras artes visuales hacia la noción de estructura y cuya persistencia sobrevive como un legado común en el inconsciente colectivo.
I.
El cuerpo de trabajo que reúne la muestra Adrián Pujol. Apuntes abstractos es el resultado de búsquedas independientes, conectadas con la urgencia de articular contenidos y prácticas estéticas alternativas, en tránsito e inclusive al borde de su gran producción. Como resultado de sus atentas e instintivas observaciones, el artista despliega un amplio inventario de referentes alejados de la tradición paisajista y su relato. De la contemplación emotiva de la naturaleza avanza entusiasta hacia una percepción más analítica y abstracta en torno a la conciencia de lo estructural en su contexto.
Esta singular exhibición de obras de pequeño y mediano formato propone una lectura abierta de un proceso experimental y empírico trazado en una línea de tiempo que ha llevado al artista a “conjeturar” ideas e imágenes a partir de un acucioso estudio historiográfico del arte local, en particular, aquel referido al paradigma abstracto constructivo. Representación y abstracción constituyen la visión de una doble perspectiva aplicada por el artista como estrategia que descifra las sustanciales contradicciones a la que se somete la creación actual.
Dos conjuntos de obras conforman esta imprevisible propuesta en la que se descubren aproximaciones afines, tanto desde la representación espontánea de las formas abstractas, como a partir de su reconfiguración en secuencias seriadas. El conjunto DHT (Dibujos hablando por teléfono) agrupa un considerable repertorio de piezas producidas a partir del trazo instintivo, involuntario y mecánico que, de alguna manera y desde otra perspectiva, antecede a la inusitada serie de pinturas segmentadas realizadas a partir de una reflexión poderosamente reveladora alcanzada a raíz del ejercicio pictórico desplegado, inicialmente, en los espacios de la emblemática y moderna Villa Planchart, para concluirlos luego desde su propio taller.
II.
DHT (Dibujos hablando por teléfono): una señal del inconsciente
Desde 1997 Pujol emprende sistemáticamente un archivo de mínimos documentos que reproducen una sucesión heterogénea de dibujos realizados automáticamente –en lápiz o bolígrafo– durante sus conversaciones telefónicas. A semejanza del etnógrafo, registra minuciosamente más de 700 apuntes en cinco libretas que atesora luego que vislumbra la probabilidad de llevar estos inocuos esbozos gráficos al plano pictórico, una manera de sublimarlos como objetos de representación. A partir de 2004 levanta un detallado mapa, una suerte de atlas que recoge la pluralidad de estos signos arquetipales, clasificados rigurosamente en series según sus categorías taxonómicas. De esta singular cartografía el artista llevará al soporte pictórico dos conjuntos específicos, precisamente los que más le inquietan. En el primero, “Elementos cuadriculados frontales tramados”, los dibujos interpretan geometrías flexibles de formas elementales y estructuras reticulares; estos serán recreados al óleo sobre cartón entelado, unos sobre fondos monocromos ambarinos y ocres; otros, matizados por una paleta cromática extendida, dinamizando la estructura mediante composiciones aún más relajadas. El segundo segmento elegido, “Elementos flotando en el espacio vacío” lo concibe en tonalidades de grises y negros para representar pequeñas volumetrías en desplazamiento. Estos “apuntes abstractos” –materializados secuencialmente durante 2013– se deben apreciar no tanto como la alteración de su discurso estético, sino como el resultado de una indagación deliberada, un ensayo transitivo a partir del canon abstracto, un análisis no exento de interrogantes e incertidumbres. De allí que estos pequeños signos que emergen de su historia inconsciente resultan contenedores de complejidades gráficas, que concilian instintivamente la idea con la forma, en una pertinente disposición por reinventarse y vigorizar la experiencia de su práctica creadora.
III.
De la contemplación de lo natural hacia una percepción estructurada del espacio moderno
Entre 2006 y 2011, Pujol formaliza estas ideas a raíz de su encuentro con la quinta El Cerrito o Villa Planchart, proyectada por el arquitecto italiano Gio Ponti en los años cincuenta y uno de los más significativos paradigmas del diseño y la estética modernista en Caracas. La serie Chez Planchart la casa como un paisaje constituye el inicio de este episodio. Pinta el interior de la casa como si fuese un paisaje, en una simbiosis que asocia el espacio interior con el medio ambiente. Allí, arte y naturaleza, tradición y modernidad, todo se concilia y convive en perfecta armonía, lo que para Pujol representa la “encarnación” de los principios y teorías estéticas del proyecto moderno, un período de nuestra historia con el cual nunca convivió propiamente y que hoy asume a partir de una indagación razonada de un legado heredado.
Pujol irrumpe la casa y traduce las sensaciones iniciales que le producen los diversos espacios domésticos –incluso los más íntimos– en una relación cara a cara con el lugar. En una segunda etapa, regresa a sus dibujos para analizar aquellos elementos compositivos de la modernidad que integran la casa y, en un intento por despojarse de la relación emotiva con el entorno, dirige su atención hacia una percepción más reflexiva de lo que le rodea. Aborda la disposición natural del diseño abstracto de techos, pisos y puertas, patrones y arquitecturas, así como la escala cromática que los define, dando como resultado un revelador grupo de bocetos y pinturas que conforman las series Tablas, Tablas diamantinas, Espacio y Orbifold. Un ensayo materializado en el tríptico de cuadrículas azules Las fotos del clóset de D.A. en el cual se han deslastrado capas y capas de realidad para alcanzar finalmente una reducción esquematizada del paisaje autorreferencial. Una experiencia estética que se repite en cada pieza donde la imagen persigue su estructura, no solo la que subyace a toda composición pictórica, sino aquella que sintetiza, que encuadra, que construye el espacio de representación.
Y es que Pujol se centra en el coincidente orden reticular –paradójicamente– para transgredir su sentido de pureza estética en una instancia de libertad experimental, desmantelando los inflexibles preceptos de la geometría, profanada formalmente a través del gesto pictórico que atrapa nuevas percepciones del objeto representado.
Notas
1. Parte de las ideas y contenidos aquí expresados provienen del texto Adrián Pujol: la “autorreferencialidad” de la experiencia pictórica, escrito por la autora para el catálogo de la exposición Conjeturas inhabituales, realizada en el Museo de Arte Acarigua-Araure, Edo. Portuguesa, entre mayo y agosto de 2015.
2. Diversos estudios científicos han demostrado que –al igual que los sueños– los llamados “dibujos inconscientes”, aquellos garabatos que se hacen mientras se habla por teléfono expresan las ideas, contenidos y motivaciones almacenados en la mente. La repetición frecuente de determinadas representaciones gráficas adquieren valor simbólico y un sentido. Las figuras geométricas serían acaso el resultado de una mente analítica que intenta estructurar y ordenar la información.
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