A Cora Páez de Topel Capriles

A Cora Páez de Topel Capriles
A Cora Páez de Topel Capriles, gran amiga de Aziz Muci-Mendoza, él le recordaba al compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach, protagonista de la película franco-italiana "Muerte en Venecia" (título original: Morte a Venezia) realizada en 1971 y dirigida por Luchino Visconti. Adaptación de la novela corta del mismo nombre del escritor alemán Thomas Mann.Se trata de una disquisición estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y la vida, encarnadas en el personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

sábado, 23 de febrero de 2013

Por eso estar hoy con Mahler es una invitación a la lucha digna y trascendente de lo inefable, de lo inasible. Aquel tipo de lucha que no se desarrolla en campo de batalla alguno sino en el sustrato ético y moral de nuestras vidas y nuestras acciones





? La forja de una obra magistral

A escuchar:

Sinfonía Nº 5 en Do Sostenido Menor
Adagietto (9:02)
Orquesta Sinfónica de la Radio de Ljubljana
Director: Antón Nanut

Sinfonía Nº2 ?Resurrección? en C Menor
1er Movimiento ? Allegro maestoso (23:52)
Gustav Mahler o las tribulaciones de un hombre
Héctor Valle
hector@netgate.com.uy
Publicado el: 2015-07-02
Russian State Symphony Orchestra
Director: Evgeny Svetlanov
Soprano: Natalia Guerassimova
Alto: Olga Alexandrova
Gran Coro Académico de la RTV de Rusia



Para algunos la vida es un silencio que cubre y cubrirá todo su compás, en tanto que para otros la vida, al compartirla y oírla, es y será una melodía con semitonos, con altibajos, aunque hermosa en diseño y resonancia.

Esta charla la dividiremos, ya que de música hablamos, en cuatro tiempos puesto que hablaremos del pentagrama de la vida.

Comencemos, pues.


La labor sinfónica

Gustav Mahler solía decir que para él componer una sinfonía equivalía a un acto de creación del mundo. Las sinfonías de Mahler constituyen un viaje psicológico. Influyen en él tanto Beethoven como Brahms, Wagner y Bruckner.

Así como lo hicieran Wagner y Brahms, Mahler utilizó recursos orquestales, anticipándose al siglo XX en la búsqueda del color en los diferentes instrumentos, bien como el incluir la mandolina y el armonio, instrumentos poco usuales. También, como Beethoven, hizo uso de la música coral y vocal en la sinfonía Novena en Re Menor, opus 125, con textos, de Friedrich Schiller, obteniendo así una conjunción musical dramática como aquella que Wagner procurara en sus dramas musicales.

Algo propio de Mahler es que su música es de tipo contrapuntístico, en tanto consideraba a la orquestación como herramienta para lograr la mayor claridad posible en las diferentes líneas musicales.

Así y todo, sus sinfonías, reitero, constituyen un viaje psicológico en forma de batalla titánica entre el optimismo y la desesperación, expresados con ironía. Mezcla de alegría y desesperación que, enfatizo, como identificara Sigmund Freud, tiene su origen en sus tristes recuerdos de infancia y son, pues, la faceta central del carácter del compositor. Nuestro músico logra, con su obra, transmitirnos la vulnerabilidad humana, de la mano o al amparo de una consumada musicalidad.

Veamos luego que cuando el compositor lo tenía todo: amante esposa, una pequeña hija, buena salud, al tiempo que llevaba ya siete años ocupando el puesto de mayor prestigio al que un músico podía aspirar entonces, al ser director de la Ópera Imperial de Viena, Mahler compone temas mortuorios,; fuertemente lúgubres.

Me refiero, principalmente, al final de la Sexta sinfonía y a sus Canciones sobre la muerte de los niños. Al hacerlo, Mahler no hizo sino anticiparse en dos años a la tragedia que habría de padecer al morir su hija.

En este sentido, en lo trágico, el final del último Lied, traduce los poemas de Rückert, con un clima sonoro de cámara bien logrado y que deja entrever una aceptación serena y resignada de la tragedia.

La estrofa original del último poema, teniendo como protagonistas a los niños muertos, dice así:

En este clima, en esta tormenta,
en este tumulto
ellos están descansando, como en la casa de su madre,
a salvo de cualquier tempestad,
protegidos por la mano de Dios,
ellos están descansando, como en la casa de su madre!

Volvamos a lo sinfónico.

Decía un crítico que es precisamente el manejo de extremos irreconciliables lo que permita a Gustav Mahler realizar su ideal de hacer que una sinfonía sea un mundo.

La Sinfonía Nº 5 en do Sostenido menor
Adagietto

Apelo a la crónica al citar que a los cuarenta años de edad, esto es en 1901, Mahler trazó los primeros esbozos de su quinta sinfonía. La misma marca el comienzo de los años de madurez como compositor.

Para el montaje orquestal eligió amplios elementos instrumentales, que incluían seis trompas y cuatro trompetas. Dividió la sinfonía en tres partes, con cinco movimientos.
Tras su primera ejecución, Mahler rehizo la orquestación y continuó haciéndolo hasta casi su muerte, en 1911.

Hacia el final de su vida, escribió en una carta desde New York: ?He terminado la Quinta. Realmente hay que completar la reorquestación.? El resultado de esas revisiones constantes han sido las tres versiones diferentes impresas.

El director holandés Willem Mengelberg, quien después sería el heraldo de las obras de Mahler, en carga a un amigo le manifestaba que: ??la Quinta es muy, muy difícil.?

Escucharemos el adagietto, el que, como ustedes saben significa aquí una composición poco lenta. También digamos que puede indicar un ritmo ligeramente menos lento que el Adagio.

Para Aristóteles, cada una de las virtudes en particular depende de la mesotes, de la equidistancia de los vicios opuestos, por exceso y por defecto, que la virtud, desde su altura, descalifica sin mediar, de tal suerte que el valor, por ejemplo, se yergue entre la temeridad y la cobardía o la liberalidad entre la prodigalidad y la avaricia.

Respecto de la música del universo y el hecho de si se la escucha o no, sirve de ejemplo decir que a la mayoría de los hombres les sucede lo que a aquellos que viven junto a las cataratas del Nilo: que no oyen su fragor, según gustaba de ejemplificar Cicerón.

Gustav Mahler tuvo oídos para escucharla y contó con aquella fuerza que parte del espíritu para hacer de la música una camino de trascendencia. Camino este que estuvo surcado por el dolor, las contradicciones, el aislamiento mas siempre con una prodigalidad con una voluntad de ser y de hacer que superó con creces los avatares de su vida, una vida profundamente turbada por lo humano.

Es él quien se define en tres afirmaciones que pasamos a compartir:

?Soy triplemente desarraigado: Como nativo de Bohemia, Austria.
Como austríaco entre alemanes.
Y como judío en todo el mundo. Siempre un intruso nunca bienvenido.?

Luego ahondaría al responder sobre lo religioso:

?¿Mis creencias? Soy un músico, eso lo dice todo.?
?La sinfonía es el Mundo. La Sinfonía debe abarcarlo todo.?

A escasos días de su aniversario, 7 de julio de 1860, y a pocas semanas de la fecha de su fallecimiento, 18 de mayo de 1911, visitamos a este gran hombre y músico.

Es junto a ustedes que lo hago y esto responde a una intencionalidad muy clara: nuestra hora, este momento aunque también la vida toda. Es decir, siendo lo anecdótico más que difícil de vivir para todos nosotros, hoy por hoy, existe y uno intenta aprehenderlo un sentido ulterior, un hacer sin calcular que responde al proyecto de cada una de nuestras vidas, de cada uno de nuestros más caros anhelos como de nuestros más insondables temores. Estamos ante la forja del carácter, ustedes, los jóvenes, como nadie lo están y son, a no dudarlo, el futuro en nuestro presente.

Por eso estar hoy con Mahler es una invitación a la lucha digna y trascendente de lo inefable, de lo inasible. Aquel tipo de lucha que no se desarrolla en campo de batalla alguno sino en el sustrato ético y moral de nuestras vidas y nuestras acciones cotidianas.

Su corazón abrumado fue el más devoto constructor de sinfonías, modelo que desarrolló y perfeccionó hacia formas grandiosas, portadoras de preocupaciones místicas, como su horror a la muerte, y de un mensaje trascendente. Integró, en substancia, la palabra en la forma musical sinfónica, y a la voz humana en la orquesta.

Su obra refleja un conflicto espiritual intenso, cargado de dolor moral y de lucha fáustica por el conocimiento.

Vemos un ejemplo de sus sueños y sus temores cuando afirmaba que ?un gran ejemplo para las personas creativas es Jacob?, decía Mahler, ?que lucha contra Dios hasta que él lo bendice. A mí tampoco quiere Dios darme su bendición. Sólo a través de las despiadadas batallas que debo sostener para crear mi música la recibo finalmente.?, concluye Malher. Sugiero visitar a Jacob en el texto bíblico, donde seguramente habremos de encontrar un manantial en el que podamos beber en comprensión y sabiduría.

La música de Mahler es el puente entre el siglo XIX y el siglo XX. Fue un gran maestro, un innovador radical. Visto está que los públicos de todo el mundo escuchan hoy en su música una voz que les habla en términos que ellos pueden comprender.

¿Por qué? Porque es una música de exultación y esperanza; de fatalismo y optimismo; de angustiado cuestionamiento y de afirmación universal; de intensidad emocional, de aislamiento intelectual y sabiduría humana, junto con un cansancio del mundo. Todo esto es la esencia de Mahler cuya influencia se extiende por doquier.

En él confluyen tanto el romanticismo que llegaba a su fin, junto con la exploración de nuevos territorios musicales que serán conquistados por otros compositores. Es decir, Mahler se encuentra entre el romanticismo y la modernidad. Y junto con él están en ese punto de inflexión, el alemán Richard Strauss y el ruso Alexandr Scriabin.

Seamos claros, Mahler fue un ser conflictivo, neurótico, hipocondríaco pero un constructor musical, un creador que logra sublimar el dolor y la enfermedad en una obra singularísima donde el ideal mahleriano excede lo propio, lo personal y resulta ser un maravilloso retrato de época y por qué no, para nosotros lo central en lo mahleriano es que su obra es la expresión sonora de angustias, desasosiegos, intrincados dibujos psicológicos del prototipo del hombre contemporáneo.

No es contradictorio afirmar que encontramos en su obra una creciente tendencia a la simplicidad en la música. Obra que impactó como también influyó grandemente en músicos tales como Arnold Schönberg y Alban Berg.

Además de gran compositor -y digo grande porque grande fue también su búsqueda, su perseverencia-, fue un eximio director de orquesta, con calidad, soltura y plasticidad que lo llevaron a dirigir en orquestas tales como las que pasamos a mencionar:

? En 1880, fue nombrado director asistente en Bad may, Austria
? Luego trabajó como director de ópera en ciudades europeas como Kassel, Praga, Leipzig, Pest y Hamburgo;
? En 1897, fue nombrado director artístico de la Ópera Imperial de Viena y gracias a su empuje consiguió que en el decenio siguiente Viena gozara de un prestigio internacional como centro de ópera, con magníficas representaciones de obras de Gluck, Mozart y Wagner, entre otros;
? En 1907, Mahler viajó a New York, donde entre 1908 y 1910 dirigió la Ópera Metropolitana y, de 1910 a 1911, la Filarmónica.

Sinfonía Nº2 ?Resurrección? en C Menor
1er Movimiento ? Allegro maestoso

Antes de convertirse en sinfonía, Mahler la había planteado como una marcha fúnebre ?septiembre de 1888- donde al muerto se le concede un último banquete para que haga más llevadero su destino. Luego pensó que podía constituir una sinfonía y la presentó a quien él creía uno de los grandes talentos musicales de su época: Hans von Bülow, pero la reacción no fue la esperada ya que éste se fue tapando los oídos a medida que Mahler interpretaba al piano lo que había escrito hasta entonces, lapidándolo finalmente con la famosa frase ?comparado con su obra, el Tristán es una sinfonía de Haydn?; y añadió: ?si esto es música, yo no sé música?. Pese a esto nuestro artista perseveró y templando su ánimo, la terminó.

Mahler supo ver más allá al declarar que ?Sé que no se me reconocerá como compositor. Esto se hará sobre mi tumba.? Y fue así.

No siempre es fácil distinguir en Mahler la realidad física/espiritual de la metafórica. La muerte es una constante en su obra. Inclusive en ésta, él mismo colocó en una partitura: ?Moriré para vivir? Curiosamente, otra muerte culminará la sinfonía, la del mencionado Von Bülow.
Vista la obra en su conjunto, el tránsito ciclópeo desde el lóbrego y desesperanzado Do menor inicial al brillante y trinitario Mi bemol final, completan la visión celular de una sinfonía pensada para sobrevivir.

Escucharemos un fragmento del 1er. Movimiento: Allegro maestoso, concebido como una gran sonata, bastante laxa de forma, pero igualmente reconocible. Unos sórdidos trémolos en la cuerda son respondidos por unas rápidas semicorcheas en violonchelos y contrabajos, siempre sobre la escala de Do menor, rematada en un característico motivo Do-Sol-Do descendente y cojeante.

El músico y su época

En una carta al director alemán Bruno Walter, fechada en el año de 1906, Mahler resalta que: ?Lo que distingue a la música es el ser humano que siente, piensa, respira y sufre.?

Como en Kafka, la obra mahleriana ayudará a superar la crisis del artista, pero sin salvarle del suplicio, de los sufrimientos de todas las contradicciones, en tanto, remarco, toda su obra reflejará esta condición humana, psicológica y espiritual de la esfera privada.

Mahler, dicen sus estudiosos, tuvo una visión de aquel mundo suyo que se deshacía en la corrupción, por debajo de una superficie aparentemente normal. Un mundo nauseabundo, hipócrita y próspero, seguro de la inmortalidad de su propia existencia y privado ya de toda seguridad en la inmortalidad del espíritu. Igualmente, él anticipó un nuevo mundo musical, haciendo de su obra un acontecimiento premonitorio y, aun hoy, incomprendido para muchos.


El hombre ante sí mismo

Los filósofos del Iluminismo, sustentaban, fundamentalmente, dos principios, a saber: sapere aude y ómnibus est dubitandum.

Sapere aude (Atrévete a pensar, y que proviene de Horacio, luego utilizado por Kant y ya en el siglo XX, por Freud quien lo tomó por su propio emblema) y Omnibus est dubitandum (Hay que dudar de todo)
Ambos eran característicos de la actitud que permitía y promovía la capacidad de decir NO. Lo contrario es, por ejemplo, un Adolf Eichmann, un ?hombre-organización?, que ha perdido su capacidad de desobedecer, que ni siquiera se da cuenta del hecho que desobedece. Y conste que a lo que me refiero es a tener no solamente reflexión meditativa sino y primordialmente, una conciencia moral. No me refiero, es evidente, a una rebeldía vacía de un sustrato conceptualmente sólido y trascendente.

Por tanto, la capacidad de dudar, de criticar y de una responsabilidad personal en lo colectivo, sustentada y homologada en nuestro hacer cotidiano, puede ser todo lo que media entre la posibilidad de un futuro para la humanidad y el fin de la civilización.



El mito de Sísifo

Hagamos un alto aparente en nuestro camino.

El mundo de hoy es el de un sujeto solo, abandonado a sí mismo y obligado a estar sin referencias conocidas. Un mundo donde, como plantean algunos, el código moral no condena la injusticia sino el fracaso.

El mito de Sísifo que, como ustedes saben, refiere, muy sintéticamente, a un hombre que penalizado por los dioses debe cargar cuesta arriba por una cima empinada, una enorme roca. El esfuerzo y dolor que tal tarea conlleva son enormes. Mas no basta con subir penosa y esforzadamente la roca sino que al llegar arriba, la roca cae y Sísifo debe volver, una y otra vez, a subirla.

Si bien trágico, este mito nos plantea que lo que debiera constituir su tormento es al mismo tiempo su victoria. El mito nos enseña que todo no es ni há sido agotado. El destino es un asunto humano que debe ser arreglado entre humanos. La alegría silenciosa de Sísifo es porque su destino le pertenece. Lo importante es el esfuerzo por llegar. Lo importante es la lucha. En esa lucha, Sísifo vence a los dioses.

Nos dice al respecto, Albert Camus que: ?Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando... Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas.

Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil.? termina diciendo Camus. Y es que en este camino absurdo Sísifo puede encontrar la dicha de que es posible construir un mundo donde lo que importa es la pasión por la vida.

En definitiva

Lo que importa es lo esencial.

Como dijera el Maestro Eckhart, allá por el siglo XIII: ?¿Cómo se puede aprender el arte de vivir y de morir sin recibir ninguna instrucción?

Aquella instrucción que lleve al pleno desarrollo del hombre, en la fortaleza de su espíritu y en armonía con las cosas.

El Talmud, buscando dar un ejemplo de lo que intento transmitirles, dice que llegado Moisés al mar Rojo, las aguas no se separaron en el momento en que Moisés levantó su bastón, sino cuando el primer hebreo se lanzó a ellas.
O sea, nada vale a menos que alguien dé el salto; esté dispuesto a dar el salto. Y, al darlo, seremos hombres y mujeres plenos. Por eso, pese a que nuestras circunstancias sean miserables, en lo hondo seremos partes de Dios, iluminando nuestro ser con la luz del espíritu, desde el hacer cotidiano en el campo siempre fértil del amor.

Aunque fuera intente reinar la fría y pobre tiniebla, nuestro interior irradiará luz, buena luz, para recorrer con dignidad el pentagrama de la vida.

Gracias en mi nombre y en el de mis hijos por haber compartido este momento conmigo. Ahora espero iniciemos lo vital en la vida: la conversación.

Ustedes tienen la palabra.

Héctor Valle 
La Sinfonía n.º 5 en do sostenido menor de Gustav Mahler se termina en el otoño de1902; Mahler irá y volverá sobre ella continuamente hasta el año anterior a su muerte. Es como una continua pelea, como demuestra la ambigüedad trágica expresada en ella.
Sus Movimientos.
  • Traeurmarsch. In gemessenem Schritt. Streng. Wie ein Kondukt.
  • Stürmisch bewegt. Mit grösster Vehemenz
  • Scherzo. Kräftig, Nicht zu schnell.
  • Adagietto. Sehr langsam- Attaca.
  • Rondo-Finale. Allegro-Allegro giocoso. Frisch.
Los dos primeros movimientos de la sinfonía forman un bloque. El tema principal se centra en la marcha fúnebre precedida de una gran llamada de atención. La visión de la muerte aparece, la disposición instrumental de este movimiento evoca la típica banda que acompaña el cortejo fúnebre: estamos en la época que inventa para la ostentación las llamadas pompas fúnebres.
En el siguiente movimiento se evoca de nuevo el tema de la muerte pero de una forma diferente. De una alternancia de lo dulce y lo tremendo surge una riqueza extraordinaria de matices, agudizando los timbres tanto para sugerir la agonía como ciertas expresiones idílicas, que son como presentimientos de resurrección.
Con el tercer movimiento entramos en otro mundo más amplio, poderoso, de gran energía. El típico ritmo vienés, el de las calles, lo intercala con la intimidad y el sosiego del lieder. De la música más popular de Mahler deja constancia el Adagietto. Este movimiento es una excepción en la obra sinfónica del compositor pues es sólo para orquesta de cuerda y arpa, y este criterio de la reducción, de la intimidad frente a la aglomeración sentó precedentes en la escuela vienesa. Una estructura de romanza y de romanza acuática con el arpa al fondo -estructura antigua- se hace moderna, actual por la profundización en lo amoroso con su dialéctica entre lirismo que fluye y sobresalto que casi interrumpe.
En el gigantismo del quinto movimiento (rondó final) hay una continua referencia al comienzo del Adagietto. Este último tiempo para el que Mahler exigía una orquesta de solista se atiene a una estructura muy clásica, claramente perceptible dentro de la ordenada vorágine y con el peligro de convertirse en barullo. La parte de fuga se ha hecho justamente famosa. El final engrandece el típico rondó-sonata: lo que llamaríamos reexposición es más bien un signo conclusivo que nos hace entender mejor lo anterior, porque entre la referencia al tiempo anterior vuelve a presentarse el tema religioso del segundo movimiento pero de una manera muy triunfal.

Adagietto

Muy tranquilo.
Este movimiento fue inmortalizado en la película Muerte en Venecia, dirigida por Luchino Visconti. La película se basa en el libro de Thomas Mann, quien admiraba a Mahler al punto tal de llamar a su personaje Gustav, en su homenaje. Visconti, además lo refuerza transformándolo en músico (en el libro de Mann es escritor). La sinfonía n.° 5 acompaña a toda la película y el adagietto corona el trágico y triste final de la misma. Nadie que haya visto la obra de Visconti olvidará el exquisito cuarto movimiento de la quinta de Mahler.

Comparar el exquisito personaje del profesor Gustave Von Aschenbach, protagonista de "Muerte en Venecia" de Thomas Mann no fue idea mía sino de la señora Cora Páez de Topel quien en grata conversación y a propósito de este blog, me dijo "Chica, yo cada vez que me acuerdo de Aziz Muci veo a un hombre de gran sensibilidad y particular personalidad, soledad y delicado gusto que me recuerdan al personaje de "Muerte en Venecia", comentario al que agrego que esa afirmación de la señora Topel Capriles se hace más cercana si vimos la película del mismo nombre, hermosa creación de otro ser especial, de sensibilidad exquisita también, cuyas ambientaciones de sus películas eran las mismas que yo ví en la sala de la casa de Aziz en Camoruco Viejo y todo lo que él hacía...y creaba con sus manos y palabras...Mi director de cine predilecto ha sido Luchino Visconti por tanto la comparación que me hizo Cora me pareció excelente...Es verdad, lástima que para conocer a hombres como éstos hay que tener la capacidad de ir más allá de las formas y clichés y entender el lenguaje del alma..Parte III


Mahler - Sinfonia nr. 5 - Adagietto - Claudio Abbado. - YouTube

www.youtube.com/watch?v=yeaCjyxrgGYCompartir
08/10/2011 - Subido por argevigno
5 - Adagietto - Claudio Abbado..... Carnegie Hall Trumpet Master Class: Mahler's Symphony No. ... Gustav ...


lunes, 28 de mayo de 2012


Muerte en Venecia de Thomas Mann por Luchino Visconti (1971)

Gustav von Aschenbach es un compositor que, ya en sus años de madurez, delicado de salud, y con un sentimiento de fracaso ante la poca aceptación de sus últimas obras, viaja a Venecia para gozar de unos días de reposo. Aschenbach considera los viajes como una simple “medida higiénica” a tomar de vez en cuando. Pero su visión cambia cuando inicia el viaje a Venecia, en busca de los antiguos valores clásicos como escapatoria de la sociedad en que vive así como de su propia vida. Al llegar, en vez de encontrar un ideal de hermosura y virtudes, se enfrenta a una ciudad sucia y enferma, donde reinan el lucro y la corrupción. En esta decadente e inspiradora ciudad fantasma de los canales, se enamorará platónicamente de un adolescente centroeuropeo llamado Tadzio, de sobrecogedora belleza andrógina. En el Hotel Des Bains llama su atención una familia de turistas polacos en la que se encuentra el bellísimo adolescente por el que siente una súbita e intensa atracción. Vagará contemplando la hermosura del muchacho y de la propia Venecia, saboreando el declive progresivo de ésta y asimismo el de su propia vida, cercana ya a su final. Tadzio tiene 14 años, es bello, joven y aparentemente perfecto, pero tiene un pequeño defecto: es tan débil y enfermizo que Aschenbach asegura que “no llegará a viejo”. Esta vez, la esperada belleza se halla también degradada y rebajada sin la supremacía de tiempos arcaicos. Muestra así su cara más traicionera: su condición de efímera. Al menor soplo resbala y se pierde, mostrándose muy poco segura como para fiarse de ella. Tanto la novela original como la película constituyen, aparte de un relato narrativo de los sucesos acontecidos a Gustav durante su estancia en Venecia, una ilustración, oda, alegato y homenaje a aquella belleza perfecta, pura y plena de la que habla Platón en el Fedro y el Banquete: Gustav se encuentra frente a la belleza inalcanzable, aquélla que es bella por sí misma. Esta belleza es perfecta; por ello Tadzio, el objeto de obsesión de Gustav, no intercambia palabra alguna con él; ya que el sentido de perfección no posee un carácter mundano, sino que va más allá de éste. Es un sentido trágico, en donde el hombre (Gustav) encuentra que su razón de ser y vivir ha llegado a su plenitud, por lo que decide recrearse en contemplar esta belleza, pese al hecho de encontrarse en el macabro escenario de una ciudad en plena epidemia de cólera. Finalmente, Aschenbach encuentra la muerte producto de su anhelo de una vida estética según los ideales clásicos. Su amor por el adolescente lo hace permanecer en la ciudad que en esos momentos es víctima de una infecciosa peste, provocando así el deceso de Aschenbach. Este personaje está basado en el compositor Gustav Mahler.
A principios del siglo XX, el compositor de mediana edad Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde), que padece de una depresión severa debido a varios problemas tanto familiares como profesionales, se refugia en Venecia para descansar y huir del agobio de su vida en Munich.
Poco después de instalarse en un lujoso hotel en isla del Lido, se fija en un adolescente polaco, Tadzio (Björn Andresen), cliente del hotel con su familia. El interés del protagonista hacia este joven andrógino de belleza sobrecogedora, que encarna un ideal estético, se va a transformar en amor y obsesión.
Los días de Aschenbach discurren en la playa del Lido o en excursiones al centro de Venecia pero sobre todo se dedica a seguir y observar a Tadzio.
Paralelamente, Aschenbach va tomando consciencia de unos acontecimientos extraños en la ciudad (muertes repentinas, campañas de desinfección de las calles, explicaciones evasivas de los venecianos, etc.) y consigue descubrir que Venecia está aquejada de una epidemia de cólera, escondida por las autoridades para que los turistas no abandonen la ciudad. Aschenbach piensa irse primero pero, consciente de su amor por Tadzio, prefiere quedarse en el hotel. Piensa en avisar durante un tiempo a la familia de Tadzio pero no lo hace.
Como era de esperar, Aschenbach, delicado de salud, enferma. Sale una última vez, maquillado, a la playa para ver a Tadzio (al cual nunca ha hablado) y muere contemplándolo jugar con un amigo a orillas del mar. Tadzio se aleja con su amigo sin darse cuenta mientras unos socorristas vienen a levantar el cuerpo de Aschenbach
Tanto la novela original como la película constituyen, aparte de los sucesos acontecidos a Gustav durante su estancia en Venecia, una ilustración, oda, alegato y homenaje a la belleza perfecta, pura y plena de la que habla Platón en el Fedro y el Banquete.
Gustav se encuentra frente a la belleza inalcanzable, bella por sí misma y reflejo de la verdad.
Tadzio, su objeto de obsesión, no intercambia palabra alguna con él ya que el sentido de perfección no posee carácter mundano, va más allá. ("Aquél que ha contemplado la belleza está condenado a seducirla o morir").
El apellido alemán "Aschenbach" puede traducirse por "Río de cenizas"
La trama se desarrolla en Venecia, símbolo del arte y el comercio entre Oriente y Occidente, en el fastuoso y decadente hotel del Lido veneciano (la estación balnearia que tuvo su mayor popularidad a fines del siglo XIX y principios del XX).
La descripción minuciosa y exacta del entorno aristocrático que logra Visconti (un legendario aristócrata milánes) es paradigmática. Incluso la ropa usada es original y fue planchada y almidonada a la manera de la época
La película es una colección de las más bellas imágenes jamás filmadas y un alegato a la apreciación de la belleza.
El personaje está basado vagamente en el compositor Gustav Mahler, el Adagietto de cuya Quinta sinfonía está presente a lo largo de la película, formando una unión indivisible entre imagen y sonido de gran presencia dramática. De hecho, Visconti es en gran medida responsable de la inmensa popularidad que cobró luego la música de Mahler, quien por cierto perdió una hija en circunstancias similares a las que se ven en la película pero no era homosexual.
La popularidad de Muerte en Venecia y la obra de Gustav Mahler inspiraron un ballet al coreógrafo John Neumeier y la ópera homónima de Benjamin Britten.
Para el papel de Tadzio, Visconti escogió al desconocido Björn Andresen, que fue elegido tras un largo proceso de audiciones que se registraron en el documental Alla ricerca di Tadzio (En busca de Tadzio). Se comentó que el cantante español Miguel Bosé, entonces un adolescente, fue un candidato a este papel, y que su padre el torero Luis Miguel Dominguín se opuso


Dice Sócrates que la belleza es la única forma de lo espiritual que podemos aprehender y tolerar con los sentidos; y contesta Schiller que el encanto de la belleza estriba en su misterio, que si deshacemos la trama sutil que enlaza sus elementos, se evapora toda la esencia; y entonces Goethe nos concede el epitafio: la belleza es indivisible, el que ha llegado a poseerla, antes de compartirla prefiere anonadarla. Parte II



LA MUERTE EN VENECIA DE THOMAS MANN 

Lucero_García_Flores


Aunque Mann lo afirma, La muerte en Venecia deja poco claro si viajar es, 
de hecho, 
una medida higiénica. Probablemente sí. ¿Qué es, sino contaminación, 
el encierro en 
una rutina que mata la creatividad, el estancamiento de los sentidos, de la 
conciencia, 
el conformismo rampante que deshace los tejidos de la vida, la apatía 
que provoca 
el sabernos finitos e impermanentes? Ahí es a donde nos lleva el autor, a 
la aventura 
que es seguir los pasos que el corazón dicta, los caminos que dibujan las 
ansias, el 
deseo que de antemano sabe la tragedia que avecina. Y nos subimos, 
con él, con 
Aschenbach, a aquella góndola veneciana que evoca los ataúdes, las locuras 
sigilosas 
y perversas en el destello nocturno de las aguas, la muerte misma, 
dice Mann, 
el féretro y la lobreguez del funeral. El silencioso viaje final. Y, entonces, 
también 
con él, al principio dudamos, quedarnos en Venecia o en cualquier lugar 
del mundo, 
para morir, o irnos a morir a otro lado. Al final, vamos. La certeza 
de que éste, 
ése que veía Aschenbach oculto entre los rizos de Tadzio, era el camino 
correcto, 
incluso cuando era fatal, borra cualquier rastro de duda.


Y yo me pregunto, si así fuera el viaje, si nos llevara un gondolero 
clandestino, 
sin cobrarnos, si nos recibieran con las puertas abiertas en un hotel 
de primera, 
si encontráramos motivo de obsesión, locura y amor sobre la arena de 
una playa, 
si nos acompañara la soledad fértil de las páginas en blanco, ¿quién podría 
negarse a la travesía?

La belleza

Alguna vez, sentada junto al mar en cualquier rincón olvidado de Acapulco, 
divisé a un hombre muy hermoso. Su piel morena y aquellos ojos 
tostados que 
se convirtieron en poesía no dejaron de hipnotizarme, hasta que la tarde, 
el ocaso 
y la muerte de ese día de maravilla anunciaron el fin de la historia. 
La obsesión quedó 
encapsulada en un par de versos: “Cabrá toda la grandeza de la luna / 
en un solo 
instante de adorarte”.


¿Es la belleza lo que, en el último capítulo de la vida, nos mata? 
¿Morimos de 
belleza? Para Aschenbach, era la imagen de Tadzio, su figura, su 
juventud, lo 
que provocaba el dolor y la esperanza: fue inspiración, fue musa, 
fue el duende 
que, una vez dentro, completó lo imposible, el amor inalcanzable que 
devora por 
las noches y acelera en las mañanas. Irónica es la existencia: aquello que 
impulsa a 
amanecer, a recorrer los callejones de una ciudad maldita, a aguzar 
oído y vista 
para capturar hasta el mínimo detalle del objeto del deseo, es también 
aquello que 
desvía y descarrila la cordura, es también aquello que domina el sentido 
común y 
lleva a las últimas consecuencias.


Y en un orden de ideas que podría parecer lógico, a simple vista, 
dice Sócrates 
que la belleza es la única forma de lo espiritual que podemos aprehender 
y tolerar 
con los sentidos; y contesta Schiller que el encanto de la belleza 
estriba en su 
misterio, que si deshacemos la trama sutil que enlaza sus elementos, 
se evapora 
toda la esencia; y entonces Goethe nos concede el epitafio: la belleza es 
indivisible, 
el que ha llegado a poseerla, antes de compartirla prefiere anonadarla.


Aquella maravilla que leemos en La muerte en Venecia, su tragedia, real 
o ficticia, 
duele. Tener al alcance de los dedos tanta verdad hace sufrir. Es 
de suponer, 
entonces, que con tanto ruido, con tal estruendo ensordeciendo el alma, 
“se mueven las palabras, la música / se mueve sólo en el tiempo; 
mas / lo que 
sólo vive no puede / sino morir. Tras el discurso / las palabras aspiran al 
silencio”. Y como en los cuartetos de Eliot las palabras al silencio, en las de 
Mann, Aschenbach a la muerte y su quietud
.

Gustav von Aschenbach y su exquisita sensibilidad y particular personalidad, soledad y destierro autoimpuesto en un entorno como era Venecia en la época que recrea Thomas Mann en esa novela, recuerda a Aziz Muci Mendoza Parte I.

La muerte en Venecia o Muerte en Venecia (título original alemán:Der Tod in Venedig) es una novela corta de 1912 escrita por el autor alemán Thomas Mann.

Muerte Venecia

La novela expone una anécdota en apariencia muy simple. Presenta tan sólo a dos personajes cabalmente caracterizados que despliegan una acción mínima. Los escenarios de dicha acción se reducen, casi, a los espacios de un exclusivo hotel de veraneo veneciano y a la playa contigua a dicho hotel, lugares que se alternan en la rutinaria languidez de una estancia vacacional.
El interés de la obra reside, no obstante, en el drama interior de uno de los personajes, Gustav von Aschenbach, destacado escritor alemán de edad madura que ha llegado a Venecia buscando renovar la inspiración perdida. Ya instalado en el hotel, Aschenbach se interesa en un adolescente polaco de nombre Tadzio, dotado de una belleza extraordinaria, el cual termina convirtiéndose en objeto de silenciosa adoración para el escritor.
Se inicia entonces una minuciosa descripción del trance psicológico de Aschenbach, cuya moralidad convencional comienza a ceder bajo el empuje de una pasión prohibida: el rigor intelectual y la estoica disciplina del escritor se consumen en las brasas del amor y el respetable Aschenbach se va convirtiendo en un ser indulgente a quien el tardío amor trastorna. Sin embargo, los delirios amorosos del artista se mantienen en un plano puramente intelectual, pues el temor al rechazo le impide acercarse físicamente al joven Tadzio.
Paralelos a esta anécdota, algunos cuadros descriptivos de la ciudad de Venecia y de sus habitantes se presentan aquí y allá con trazo expresionista, perfilando los rasgos de un entorno grotesco y decadente que anticipan la fatalidad: la epidemia de cólera que se cierne sigilosamente sobre la ciudad de los canales.
Las autoridades ocultan la existencia de la peste, temerosas del éxodo de los turistas. Sin embargo, los rumores acerca del mal se difunden y los extranjeros comienzan a marcharse. Aschenbach, que ha sabido de la peste tempranamente, renuncia a partir para no privarse de la cercanía de Tadzio, cuya familia parece ignorar por completo lo que está sucediendo.
La salud de Aschenbach decae progresivamente hasta que cierto día, cuando la familia del muchacho se prepara a partir como el resto de los turistas, mientras contempla extasiado a su amado Tadzio en la playa, Aschenbach sufre un desmayo que anticipa su próxima muerte. La novela termina con un comentario convencional, no exento de ironía, acerca del pesar que ha suscitado en el mundo la muerte del artista.
La muerte en Venecia es una obra que, debido a su complejo simbolismo, genera variadas interpretaciones. Baste referir, a modo de ejemplo, la significación de Venecia, la ciudad de las apariencias y las ilusiones románticas y, al mismo tiempo, una ciudad-despojo que puede considerarse un emblema de la decadencia que afecta al propio Aschenbach.
Hay una parte autobiográfica en esta novela, la que Thomas Mann, quien realizó un viaje a Venecia del 26 de mayo al 11 de julio de1911, reconoció públicamente.
La obra fue llevada al cine por Luchino Visconti en su película Muerte en Venecia. Ha inspirado también una ópera homónima de Benjamin Britten, con libreto de Myfanwy Piper. El novelista español Luisgé Martín publicó en el año 2000 La muerte de Tadzio en la que el joven Tadzio de la novela de Mann vuelve, ya mayor, a Venecia a morir y recuerda la admiración que su belleza juvenil produjo en el escritor.